Un giro decisivo, Andrea Camilleri,
Quinteto, 2009
Un giro decisivo (2004), de Andrea Camilleri está protagonizado por Salvo Montalbano. Se trata, pues, de un texto que forma parte de los casos de este singular comisario de policía siciliano. Su trabajo se desarrolla en Vigatà, un pueblo imaginario, que puede identificarse con el propio pueblo e Camilleri, Porto Empedocle. El espacio adquiere protagonismo en las novelas, tanto es así que Marinella, en donde vive Salvo, al lado del mar, se convierte en ese refugio al que anhela volver tras un día difícil.
De una manera casual, Salvo se ve involucrado en un caso muy retorcido. Encuentra un muerto mientras nadaba y este muerto, desfigurado completamente, le lleva, tras una serie de elementos, a atar cabos y a relacionarlo con una red de tráfico de inmigrantes. Este muerto con unos profundos cortes en muñecas y en tobillos, no parece un ahogado más, como se descubrirá durante el relato.
Un giro decisivo es, por lo tanto, una novela crítica en donde se denuncia la corrupción de ciertas personas que, por dinero, miran para otro lado y permiten, por ejemplo, que se trafique con niños inmigrantes.
Un doble caso es el que tiene que resolver el comisario, la identidad del muerto y qué se esconde tras un niño inmigrante muerto por accidente de tráfico en circunstancias poco claras.
Salvo es un personaje de una humanidad desbordante, aunque con una manera de reaccionar muy típica. Es un hombre honesto, con un sentido del humor extraño y que a veces se muestra bronco, cuando, en realidad, no lo es. Su manera de ver la vida está llena de matices. Todo ello hace que Salvo Montalbano sea un personaje redondo, lleno de recovecos que nunca se terminan de descubrir.
En la novela también se alude a su compañera a distancia, Livia, con la que mantiene una relación también peculiar. Y, sobre todo, cobra especial relevancia una de sus amigas, la sueca Ingrid Sjostrom, quien, con su pericia a la hora de conducir y con su liberalidad ayuda a Salvo y le permite empezar a resolver el caso.
Montalbano, en este caso, está pensando en presentar su dimisión. No se siente a gusto, piensa que está envejeciendo y no soporta a sus jefes directos, que parecen prepotentes y sin ningún valor. Ahora bien, sí respeta, y mucho, a sus compañeros de comisaría quienes, a su vez, lo aprecian mucho, sobre todo Catarella, un hombre en un cuerpo de niño, que siempre se equivoca al coger el teléfono, que siempre se confunde y que logra, así, unos momentos de humor realmente soberbios. Catarella reverencia a Salvo. Otros de sus hombres son Fazio, que, en esta ocasión, velará como un ángel de la guarda por Salvo; Mimí Augello con quien no siempre está de acuerdo, pero que es su amigo. Mimí, en la novela, está desquiciado por el embarazo tan difícil de su mujer, Beba. Torreta, en el libro que nos ocupa, es un policía al que no llegamos a conocer, pero por el cual sentimos mucha curiosidad puesto que parece tener una especie de bazar en la comisaría, ya que las cosas y objetos más dispares se le pueden pedir a Torreta.
Salvo, por cabezonería, se empeña en trabajar solo, se expone demasiado y en Un giro decisivo lo dejamos malherido, de camino al hospital, pero con el caso resuelto.
Salvo tiene amigos y confidentes, que lo respetan y acuden a él para desvelarle datos, como el singular periodista que aparece en la trama y lo pone sobre aviso de la trata de niños inmigrantes. Montalbano desdeña a la gente que comercia con los demás y se siente e impotente cuando piensa que él mismo puede haber contribuido, sin querer, a la muerte de uno de esos niños inmigrantes. En ese momento, se desvela la psicología de Montalbano, quien no cejará hasta descubrir qué hay detrás de todo.
Montalbano, por otro lado, se nos presenta como un hombre de carne y hueso, con sus limitaciones y errores. Eso es lo que lo hace más atractivo. Le gusta mucho la buena mesa y en el texto está buscando un lugar para comer que sustituya la hostería de San Calogero que acaba siendo, después de mucho investigar, la Trattoria de Enzo. Los momentos gastronómicos del libro son realistas y muestran que la comida es mucho más que alimentarse. Su sirvienta, Adelina, también le prepara algunas comidas, aunque no siempre esté muy acertada.
En suma, Un giro decisivo no es una novela más de Montalbano, no; es una novela comprometida, crítica, con muchas referencias a la política que sigue mostrando la evolución del comisario y que está admirablemente escrita. Son destacables los diálogos que tratan de reproducir las jergas, los usos dialectales o los vulgarismos del habla siciliana. En este caso, hay una labor del traductor admirable.
Montalbano, que creía que lo había visto todo, se da cuenta de que el horror no tiene límites y, paso a paso, dando giros y rodeos, de una manera poco ortodoxa, descubre la verdad y sigue comprendiendo que su evolución como persona aún no ha terminado.
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