La nena de la maleta / La niña de la maleta,
Jacqueline Wilson,
Castellnou/ Almadraba, Barcelona, 2011, Col. Pícnic
Andrea, en primera persona, expone el drama de muchos niños y niñas que, de la noche a la mañana, han de abandonar su casa y pasar a vivir en terreno de nadie. Andrea había vivido muy feliz con sus padres en la “Casita de la Morera ” hasta que estos decidieron separarse y allí empezaron las fricciones. Andrea tuvo qué decidir con quién se quería quedar y no lo hizo, le resultó imposible, así andaba de aquí para allá, en casa de la madre o en casa del padre, a semanas alternas. Por eso el libro se titula “La niña de la maleta” porque Andrea lleva todo lo que tiene en una maleta y no siente nada suyo. Añora profundamente su “Casita de la Morera ” y se siente como una extraña en las dos casas. Sus padres han rehecho sus vidas y cada uno vive con sus parejas y los hijos de éstas. Y Andrea no siempre es bien recibida ni comprendida. Además, sus padres la utilizan como arma arrojadiza para hacerse reproches continuamente y así nadie es feliz. Tanto que Andrea se refugia en su conejito de peluche e inicia una aventura que la llevará confundir la realidad con la imaginación y que la pone al borde del peligro. No obstante, todo acaba bien y sus padres parecen darse cuenta del drama que vive la pequeña. Además, Andrea conoce a unos ancianos muy simpáticos que la acogen como a su propia nieta y, por si fuera poco, tiene una hermanita, por parte de padre. Este hecho la hacer sentirse mejor y aceptar su realidad que no es la más normal, pero que ella ha aprendido a entender. “Tiene una casa A, una casa B y, además, una casa C”. Claro que, para eso, como ella misma dice, hace falta mucha organización.
“La niña de la maleta”, de Jacqueline Wilson es un relato realista que tiene el acierto de presentarse de forma directa, en primera persona. No hay ningún narrador que opine o moralice acerca de las bondades o peligros de las separaciones matrimoniales, sino una niña que no juzga a sus padres, en absoluto, sino que quiere saber qué lugar ocupa en la vida porque, de repente, se siente como una nómada, sin hogar. Así, la novela, en clave de ternura, ofrece una reflexión tanto para los padres como para los hijos. Andrea no critica, pero sí dice lo que ve o lo que oye y no siempre entiende las cosas y, a veces, quiere vengarse de las parejas de sus padres o de sus hijos, porque se siente desplazada. Hoy en día las familias no son como las de antes, porque cambian y es posible tener hermanos y hermanastros y vivir en un mismo techo, solo que Andrea está en pleno aprendizaje y sus padres también.
El relato presenta una muy cuidada estructura ya que cada capítulo se inicia con una de las letras del abecedario, así Andrea desgrana todas aquellas vivencias, sentimientos o cosas que la hacen sentir bien o mal y culmina con la “Z” que es la inicial del nombre de su hermana “Zoë” que le sirve para cerrar el ciclo. Aparte, son frecuentes los diálogos que nos permiten captar la realidad de sus padres y sus propias frustraciones. El elemento mágico, en la figura del peluche, es también relevante, como lo son otros temas como es el miedo a la oscuridad, que tiene una de las hermanastras de Andrea, a raíz de la muerte de su madre, o las distintas maneras de entender la vida que muestran las parejas de su padre y de su madre. Todo, a la larga, enriquecerá a Andrea, aunque, de momento, aún se muestre triste y llena de nostalgia.
Por último, no queremos dejar de mencionar el símbolo crucial del libro, que es la morera. En la morera y en sus moras Andrea encontraba la estabilidad emocional, por eso, intenta encontrar de nuevo ese paraíso perdido que, en su imaginación, la devolverá a la niñez, a la felicidad, a vivir en su casa, con la protección de sus padres.
“La niña de la maleta”, que puede leerse en catalán y en castellano, es un relato que gustará mucho a los lectores desde 10 años, aunque, insistimos, hará reflexionar mucho a los adultos, puesto que el punto de vista de la niña es uno de los aciertos narrativos del texto.
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