lunes, abril 18, 2011





“A Miguel Ángel, con Vallecas en el corazón”


I. INTRODUCCIÓN

Arturo Barea (1897-1957) vivió muy de cerca los hechos anteriores y simultáneos a la contienda nacional, lo cual se advierte en su trilogía “La forja de un rebelde”, hasta hoy su obra más conocida, popularizada por una serie televisiva hace algunos años.
Precisamente fue la Guerra Civil la que marcó su quehacer humano, profesional, artístico y literario. Barea se sintió, como tantos otros españoles de la época, atraído por la causa republicana. Como hombre de su tiempo adoptó un papel activo ante los desastres que le tocó vivir. Su posición es, fundamentalmente, la de un testigo que refiere los episodios que sufrió, ya sea de forma directa o indirecta; pero no se conforma sólo con esto, sino que, en muchas ocasiones, adopta una postura de marcado signo comprometido, al defender su ideología republicana. Por todo ello, Arturo Barea es uno de los escritores que tuvo que partir al exilio.
“Valor y Miedo” (1938) es un compendio de narraciones breves unidas temáticamente por el hilo conductor que es la Guerra Civil española. La integran veinte relatos que pueden considerarse verdaderas crónicas literarias e, incluso, periodísticas de su tiempo. A pesar de su número, relativamente extenso, presentan una uniformidad no sólo en cuanto a contenido, sino también en cuanto a forma.


I. ESPACIO

Todos los relatos suceden en un espacio real y fácilmente localizable. Esto es así
Porque Barea vivió la guerra en la capital española, Madrid, y escribe sobre lo que conoce bien.
Así, podemos encontrar descripciones de zonas agrícolas, de calles y de barrios madrileños. Por ejemplo, nos habla de Vallecas, de Carabanchel, de Argüelles: “De esta corriente emigratoria nació Vallecas. No se puede saltar de un pueblo de barro, perdido en la meseta, a la capital. Los emigrantes se paraban en las puertas de Madrid y allí acampaban, tomaban fuerzas y planeaban el asalto. Así, Vallecas, en principio, fue un grupo de ventas de arrieros. Después, un grupo de barracas de latas y maderas viejas...” (“Proeza”, V, pág. 23).
Del mismo modo menciona la Puerta del Sol, la calle Mayor, la calle de Correos (IX, “Juguetes”, pág. 43) o la calle de Jesús y Mará, junto a la Plaza del Progreso (X, “El sargento Ángel”, pág. 49).
No obstante, también suele detenerse a describir interiores. Debemos precisar que Barea no inventa nada: sus espacios son perfectamente difinidos y reales. De este modo, en “Refugio” nos describe, precisamente, el espacio que da título al cuento: “Era la cueva de una taberna habilitada para refugio. Se veían en los rincones barriles mohosos montados sobre banquillos de madera tapizados de telarañas. Adosado a la pared había un grifo sin pila. Daba fe de las manipulaciones del tabernero para aumentar sus ganancias. Había un embudo grande con el pico hacia arriba, mirando al techo como un pájaro curioso de cuello sucio. Había bombonas de cristal en fundas de esparto. Y un olor pesado a humedad y a mosto. En el piso de cemento se pegaban los pies sobre las manchas pringosas” (XV, pág. 71).
En “Piso trece” nos habla de un piso bombardeado durante la guerra y en “Esperanza”, entre otros posibles ejemplos, nos sitúa en el lugar donde un hombre y una mujer llevan muchos días trabajando: la telefónica madrileña.

II. TIEMPO

En “Valor y Miedo” el tiempo se presenta de dos formas:
a. tiempo novelesco objetivo y, por tanto real. Equivale a la acción vivida.
b. Tiempo psicológico e interior, que resulta de la conciencia de cada personaje.
Un buen número de estas narraciones cortas son perfectamente localizables en un tiempo real. De ahí el interés que tiene Barea en subrayar las fechas en que sucedieron los hechos. Podemos tratar de aclararlo con algunos ejemplos concretos:
.en el relato II, titulado “Servicio de noche”, el autor comienza por advertir que se trata de un episodio histórico que él ha visto con sus propios ojos y que, además, es conocido por todos los corresponsales de guerras extranjeras que estaban en Madrid en noviembre de 1936. El suceso que relata rememora el episodio del bombardeo de la capital.
.en el relato V, “Proeza”, leemos al principio: “El 20 de enero de 1937, aproximadamente a las once de la mañana, volaba sobre Vallecas una escuadrilla de trimotores fascistas. Bombardearon el pueblo al pasar” (pág. 23).
En esta narración se mezcla el tiempo real con el tiempo cotidiano o narrativo de los personajes. El protagonista anónimo del relato había ido, como todas las mañanas, al mercado central madrileño. Y al volver a casa se encontró con las consecuencias de ese 20 de enero de 1937: “El mismo, me ha contado la historia, sentado a la cabecera de la cama del niño que me miraba con sus ojos oscuros muy abiertos. El padre se llama Raimundo Malanda Ruiz. La madre se llamaba Librada García del Pozo. Las ruinas de la casita herida por siete bombas conserva aún el número 21 de la calle Carlos Orioles en Vallecas. El avión era un trimotor junker alemán. Los asesinos no tienen nombre” (págs. 25-25).
.en otras ocasiones, mediante el procedimiento de la antítesis, nos contrapone una situación determinada anterior a julio de 1936 con otras sucedidas con posterioridad a la fecha. Lo podemos ver en el relato VI, “Carabanchel”: “El camino de Carabanchel, era eso: una ruta de luz y alegría. El camino de Carabanchel, hoy es esto: una ruta de lucha y sangre” (pág. 36).
Lógicamente, en un mismo relato en el que el tiempo es el principal condicionante, también encontramos, de una manera velada o subyacente, otro tiempo de marcado signo literario. Nos referimos al tiempo narrativo que, en “Valor y Miedo”, suele ser rápido, en ocasiones precipitado e, incluso, caótico. Lo notamos en el relato II, “Servicio de noche”: “En aquel momento estalló la alarma. Las sirenas montadas sobre motocicletas, atravesaban a toda velocidad la Gran Vía. Las explosiones de éstas se unían al zumbido ululante de aquéllas. Como fondo, el ruido pesado de los trimotores junkers sobre la ciudad” (pág. 13).
Son tan caóticas estas situaciones que, a veces, las personas pierden por completo la noción del tiempo: “Función de guerra. Llevaban días y noches durmiedo a ratos, sosteniéndose con bocadillos, tazas de café espeso y tragos de coñac. Llevaban días sin desnudarse, sin mudarse de ropa, sin lavarse. Días de tensión máxima en que los junkers volaban sobre el edificio queriendo destruirle” (XIX, “Esperanza”, pág, 85).
III. PERSONAJES

Los personajes de Barea son seres reales que carne y hueso con los que nuestro autor pudo tropezarse alguna vez en la calle. No se trata de tipos literarios, sino de personas con todo lo que el término conlleva; de ahí que intente esconder su verdadera identidad para evitar problemas: “Este es un episodio histórico. Lo he visto (...). Lo único que no es exacto es el nombre de la heroína. No me atrevo. Podría, a sabiendas, causar un perjuicio...” (II, “Servicio de noche”, pág. 11).
Los protagonistas “anónimos” de estas narraciones son tipos populares: ancianos, mujeres, niños, agricultores, militares con o sin graduación, taberneros, prostitutas, barrenderos...: “Las mujeres se ofrecen en el quicio de las puertas y paseando el reducido trozo de la calle. Acuden a este zoco de carne humana los mercaderes más heterogéneos: soldados de cara pueblerina, viejos rijosos, borrachos y chulos pobres que van a la caza de las menguadas pesetas de la venta y a ver si por casualidad cae un “payo” que lleve billetes” (X, “El sargento Ángel”, págs. 49-50).
Barea se refiere a los tipos humildes y desgraciados, a los tipos ricos o poderosos ya que, nos parece observar que identifica la causa republicana con el pueblo y la causa fascista con los tipos más encumbrados de la sociedad. En “Refugio” nos encontramos con este hipótesis. Una vieja dice: “Hijo, yo de la guerra no entiendo. Pero ¿por qué matarse? Con lo sencillo que hubiera sido todo. Siempre ha habido ricos y pobres. Yo soy vieja y he visto el mundo. Cuando los señores y hasta los curas están con ellos, algo tendrán de razón” (pág. 72).

IV. PROCEDIMIENTOS NARRATIVOS

En “Valor y Miedo”, al lado de la descripción y la narración, aparecen unos diálogos llenos de frescura y lozanía. Son diálogos sacados del pueblo, de esas gentes que vivían la guerra y en la guerra. En Barea, pues, el diálogo no es un artificio literario, sino, dentro de la corriente behaviorista, el documento verídico y, a menudo, aterrador de la comunidad española que sufría los horrores bélicos.
Veamos un par de ejemplos de estos diálogos coloquiales construidos desde el español más castizo; pero llenos de energía:
.entre un tabernero y su parroquiano:
“-¿Qué te pasa, te has caído?
-No, me he dado un golpe.
-Pues mira, has rebotao tres veces.
-Bueno, hombre, ya está bien.
-No le hagáis caso. Esos chichones son de los obuses” (XIV, “Los chichones”, pág. 67).

.entre el propio autor y un soldado, al cual le han matado una mosca que era su única compañía:
“-¿Qué te pasa?
-Si te lo cuento te ríes y de esto no dejo reírse a nadie, ni a mi padre.
-Pero, ¿qué te pasa, hombre?
-Mira, tú puedes reírte, pero esto para mí es serio, muy serio. Esos cabrones han matado la mosca.
-¿La mosca? “ (XII, “La mosca”, pág. 60).

En “Valor y Miedo” también suele aparecer una especie de “mono-diálogo” en boca de algún personaje que, de este modo, se dirige a su auditorio sin esperar ninguna respuesta, sólo para contar sus experiencias y desahogarse. Lo vemos en “Bombas de la huerta”, relato IV, donde un campesino explica al autor los efectos de un bombardeo, o en “Los chichones” donde un pobre hombre cuenta “al grupo sus andanzas por la Sierra”.
Arturo Barea, a veces, recurre al monólogo interior lógico y ordenado, desde la primera persona, para recordar su pasado. En “Juguetes”, un vendedor subnormal de juguetes le permite rememorar, en una especie de tempo lento, un episodio de su infancia: “Las raíces tienen origen en mi infancia. Iba yo de la mano de no sé quién. Me quedé mirando la pelotita flotante de colorines. Resistí la tracción de la mano que me conducía, situándome frente al juguete. Era un tubito de hojadelata rematado por una espiral de alambre en forma de copa. Al soplar por el tubo, una pelotita diminuta flota y gira en el aire cayendo en la copa cuando el soplo se interrumpe. Exigí la entrega inmediata de aquel juguete y me lo compraron. Entonces me fijé en el vendedor. Su visión me hirió la imaginación y el choque ha perdurado toda mi vida” (pág. 43).
No obstante, a Barea no le interesan demasiado las innovaciones técnicas prefiere utilizar una narración lineal y sencilla que le permita conectar con sus lectores de forma directa y eficaz. Así, suele adoptar la postura del narrador testigo, aunque a veces se convierte en el narrador protagonista. No obstante, Barea nunca es el narrador omnisciente, pese a la tercera persona narrativa que es la más frecuente. Más bien es un periodista que circula por las calles y anota en su cuaderno todos los sucesos que le chocan o le causan pesar. De ahí que también haya constantes intromisiones de Barea en el relato: “Mientras miro yo la rana, el viejo, el dueño de la huerta, me explica” (IV, “Bombas en la huerta”, pág. 19). “La muchacha me ha hecho pasar dentro a la portería” (XVI, “Héroes”, pág. 75).
Las páginas de “Valor y Miedo” nos traspasan de una ironía amarga y resabiada. Barea no puede comprender el motivo de la guerra y por eso nos presenta a unos personajes normales que sólo desean la paz. A veces, estos héroes anónimos, entre el valor y el miedo, viven unas situaciones casi surrealistas que le permiten ironizar a Barea de una manera tierna, dolorosa y solidaria. En “Coñac”, sin ir más lejos, Don Manuel se emborracha para escapar del miedo porque una noche vivió un bombardeo sin que su mujer, que dormía a su lado, se enterase de nada. Al hablar de Brunete, por ejemplo, también aflora la ironía: “Brunete ha adquirido de golpe un renombre en Madrid, en España y en el mundo. Nunca fue nada importante Brunete, y ahora menos porque sólo es ya un montón de ruinas. Raro destino el de este pueblo. Vivo, era desconocido. Queda de él sólo su laguna, un charco sucio, y un grupo de casas de adobe deshechas” (XI, “Las Manos”, pág. 57).

V. LENGUA Y ESTILO

El estilo literario de Arturo Barea está caracterizado esencialmente por la sencillez y concisión. En sus páginas no se da un retoricismo literario que, por otra parte, no sería propio de la forma narrativa corta que emplea.
Una de sus constantes podría denominarse “flash” literario, ya que consiste en el esbozo breve y esquemático de una idea determinada. Más que describir ampliamente nos sugiere conceptos que, posteriormente, serán ampliados por el lector. Así, notamos, como ya venimos diciendo, un paralelismo evidente entre esta forma de creación literaria y el estilo periodístico. En este sentido, podemos afirmar que sus relatos cortos son una especie de crónicas de guerra. Veamos un ejemplo. En el segundo relato, “Servicio de noche”, habla del bombardeo de Madrid y escribe: “Fuera, seguía el zumbido de los aviones. Las explosiones se multiplicaban sobre el centro de Madrid. Los junkers, van y vienen, suben bajan. Parece que envuelven la Telefónica. Saltan las ventanas en cachos. Entran oleadas de humo acre que invaden, lentas, la sala. Se interrumpe la conferencia con París” (pág. 14).
Pero, “Valor y Miedo” no son sólo una serie de artículos periodísticos de interés humano, sino que sus páginas destilan un criterio literario sencillo, pero al que se llega a través de un proceso muy elaborado.
El tiempo verbal más empleado es el pretérito, en sus formas de pretérito imperfecto e indefinido. También destaca el uso del presente , curiosamente, la ausencia casi total y pavorosa del futuro. Se vive en el caos y más vale no pensar en el futuro, no hacerse esperanzas.
Como observador de la realidad, el autor la refleja mediante sustantivos concretos, los más adecuados para esta situación, prescindiendo, casi totalmente de los sustantivos abstractos. El uso del adjetivo es escaso, debido, principalmente, a que predomina el estilo sobrio, en el que incidiría negativamente el adjetivo ya que recargaría, en este caso de forma innecesaria, la acción. Por otra parte, predomina más la narración que la descripción, lo cual justifica la parquedad en el uso del adjetivo.
En “Valor y Miedo” destacan las frases cortas y una sintaxis sencilla. Barea es un artífice de la coordinación y de la frase breve, sentenciosa, esquemática y lapidaria. Hay poca subordinación, lo cual le permite narrar con agilidad y rapidez todos los sucesos que componen el libro.
Las narraciones de Barea llegan o podrían llegar al gran público. En principio, su léxico es sencillo, ya que utiliza un buen número de vulgarismos y coloquialismos en consonancia con sus personajes. A simple vista parece que a Barea le interesa más el contenido que la forma, sin embargo, si rastreamos a un nivel más profundo, veremos que, tras ese lenguaje coloquial y castizo, se esconde un dominio sorprendente de la retórica castellana. Podemos encontrar, en una rápida aproximación, figuras que oscilan desde la aliteración “... oyendo silbar el obús segundos después y sintiendo sus explosiones”, “Piso trece”, pág. 81), hasta la paranomasia (“... un aguardiente infernal que su única calidad era la cantidad de agua”, en “El sargento Ángel”, pág. 29), pasando por el oxímoron (“La reta salió proyectada contra la pared, sonó su golpe blando...”, en “Carabanchel”, pág. 35) y toda una serie de comparaciones, enumeraciones y personificaciones, por citar las más destacadas.

VI. CONCLUSIONES

En el estudio anterior, de una forma muy condensada, han quedado esbozadas algunas de las constantes de Barea en “Valor y Miedo”. Queda añadir que todos sus relatos presentan una uniformidad estructural; esto es, se empieza con el plano espacial o temporal, se habla de los personajes y de la anécdota que forma el episodio y se concluye de una forma un tanto lapidaria, sentenciosa o moralizante. Los finales de estas narraciones están llenos de una especie de moral laica o humanista. Barea, a través de la descripción de ciertas situaciones adversas, nos quiere dar a entender que tras la guerra, con todo su aparato de bombas y explosiones y deshumanización, hay una serie de personas que luchan por salir adelante. De ahí el título: el valor de los seres humanos al seguir viviendo, enfrentadas al caos y a la desgracia, y el miedo ante el vacío y el horror que eso les provoca.
La ideología de Arturo Barea aparece resumida de forma implícita en el último relato titulado “Plaza de España” y que alude al monumento de Cervantes instalado en la plaza madrileña. Es el relato que le da unidad al libro. Nos habla de Sancho y de Quijote como las dos vertientes de la vida humana. Cervantes, con ellos, nos muestra que los hombres de distinta ideología y carácter pueden necesitarse, pueden llevar a cabo una tarea común y pueden, al fin, ser amigos.
Barea, pues, intenta hacer lo mismo que Cervantes y se pregunta por qué deben enfrentarse los hermanos en una lucha absurda y despiadada, si pertenecen a una misma raza y tienen unos mismos intereses. Barea, en plena desazón y en pleno cataclismo nacional, eleva un canto a la vida, a la esperanza, a la fraternidad. Por eso nos acerca a la pareja más solidaria que una mente humana jamás pudo imaginar, Sancho y Quijote: “Y las cuatro sombras de bronce, síntesis de España, se yerguen con la bola del mundo detrás, amparada por ellos. Avanzan sin miedo y sin tacha frente al invasor. Aquí en la Plaza de España, regada de obuses, se han quedado solos. Don Quijote y Sancho Panza. Yo he venido esta tarde a hablar con ellos. Estoy en la Plaza de España. Detrás tengo la bola del mundo que confía en mí, español, mezcla de Quijote y Sancho. ¡Y me siento de bronce!” (pág. 90).
Esta colección de cuentos merece, en definitiva, ser reeditada. No sólo “Valor y Miedo”, sino el resto de la obra de Arturo Barea, un autor poco conocido, que haríamos bien en leer.

VII. BIBLIOGRAFÍA

-AMORÓS, Andrés: “Introducción a la novela contemporánea”, Madrid, Cátedra, 1974.

-BAQUERO GOYANES, Mariano: “Estructuras de la novela actual”, Barcelona, Planeta, 172.

-BAREA, Arturo: “Valor y Miedo”, Madrid, José Esteban Editor, 1980.

-CASTAGNINO, Raúl H. : “El análisis literario (Introducción a una estilística integral)”, Buenos Aires, Nova, 1971.

-VILLANUEVA, Darío: “Estructura y tiempo reducido en la novela”, Valencia, Bello, 1977.

1 comentario:

  1. Muchas gracias Anabel por este magnífico estudio, mucha gente busca relatos sobre la guerra civil y tenemos aquí estos de Arturo Barea de primera mano sin saberlo. Los que me impresionan sobre la guerra civil son los de Francisco Ayala en su libro "La cabeza del cordero", aunque escritos años más tarde. Y de novelas o novelas cortas la de Ramón J. Sénder, "Réquiem por un campesino español". Como testimonio el de George Orwell, "Homenaje a Cataluña". Gracias de nuevo.

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