EL AUTOR Y SU ÉPOCA
En 1907 apareció “El Cuento Semanal”, en 1916 “la Novela Corta”, en 1921 “La novela Semanal”, en 1922 “La Novela de Hoy” y en 1926 “La Novela Mundial”. Gracias a estas publicaciones se consigue un censo muy amplio de los escritores de la época que no fueron ni mucho menos, los “naturalistas estragados y erotizantes de la época que inventó la sicalipsis” .
La duración de estas colecciones fue relativamente larga. “El Cuento Semanal” concluyó en 1912 con263 títulos y “La Novela Corta” en 1915 con casi 500 novelas, por citar unos ejemplos.
Muchos de los escritores que colaboraron en “El Cuento Semanal” están, hoy en día, semiolvidados o en vías de recuperación. Nos referimos, entre otros, a Jacinto Octavio Picón, José Francés, Pedro Mata, Alejandro Larrubiega, Maurio López Roberts, Eugenio Noel, José María Salaverría, José López Pinillos, Gregorio Martínez Sierra, Eduardo Zamacois y Felipe Trigo. Sus temas oscilan desde el naturalismo “a la francesa” hasta la narrativa modernista, erótica e, incluso, lírica. La colección “La Novela Corta” añade, a esta nómina, a Galdós, Benavente, Pardo Bazán, Valle-Inclán, Baroja, Dicenta, Unamuno, Rusiñol y Marquina.
Entre todos ellos, acaso sea Felipe Trigo el que más influyó, el que más éxito tuvo o el que ejerció un magisterio más amplio. De ahí que nos hayamos detenido en mencionar estas colecciones en las que Trigo fue maestro indiscutible y colaborador asiduo.
Sirvan estos preliminares para centrar la obra de Trigo dentro de lo que puede llamarse, en palabras de José Carlos Mainer, “Edad de Plata” de la literatura española ya que, por un lado, siguen escribiendo los autores consagrados de la Generación del 98, se consolidan los novecentistas, se apuntan los jóvenes del Grupo del 27 y el Vanguardismo y, por el otro, sigue el ejemplo decimonónico de escritores naturalistas y posnaturalistas que, injustamente, han sido calificados de “menores”.
A Felipe Trigo se le ha considerado padre y fundador de la novela erótica en España. Y tal vez por esa etiqueta ha sido relegado y postergado en los manuales y en las historias de la literatura en los que, a lo sumo, se le dedican escasas líneas. Felipe Trigo fue postergado por estrechez de miras con que se inauguró la posguerra española y se le achacaron defectos e inmoralidades; pero sin que nadie se detuviera a leer su obra. Felipe Trigo fue polémico y popular y transgredió lo establecido; aunque hay, en su obra, tanto crítica social como juicio moral y voluntad de estilo. A Trigo no se le puede encasillar en ninguno de los esquemas que tan cómodos nos resultan para estudiar la literatura.
FELIPE TRIGO, DATOS BIOGRÁFICOS
Nació Felipe Trigo en Villanueva de la Serena, Badajoz, el 13 de febrero de 1864. Sus padres eran Felipe Trigo, de profesión ingeniero, e Isabel Sánchez Mazo. Estudió Medicina en la Facultad de San Carlos de la Universidad de Madrid y se casó muy joven, antes de acabar la carrera. Ejerció en distintos pueblos de Extremadura. Su primer destino fue Trujillanos y el segundo Valverde de Mérida, aunque estos pueblos no le colmaron e impedían el desarrollo de sus ambiciones personales e intelectuales. Por ello decidió opositar a médico militar y, ganadas las oposiciones, ingresó en Sanidad Militar, siendo trasladado a Sevilla. En 1893 fundó en periódico “Sevilla en broma” y también estrenó, en el teatro sevillano San Fernando, “El primo de mi mujer”, con singular éxito. En 1891 publicó “Etiología moral”, en la que incluye los artículos que habían ido apareciendo en “El Globo”.
De Sevilla marcha a Trubia (Oviedo) y, allí, decide partir a Filipinas como médico militar. En ese destino resultó herido y volvió a España con una mano mutilada y la categoría de teniente coronel. En “La campaña filipina” (1897) nos recuerda ese episodio de su vida.
Felipe Trigo se dedicó también al periodismo, pero desde una posición combativa y polémica. Colaboró en “El Socialista” y desde 1892 publicó una serie de artículos reivindicativos con el título “Las plagas sociales”. A partir de 1905 abandonó la medicina para dedicarse de lleno a la literatura, a la vez que fijó su residencia en Madrid, alternando con estancias en Extremadura.
Felipe Trigo obtuvo gran éxito con sus novelas en las que domina el tema sexual que, dada su condición de médico, estudia desde un punto de vista que podríamos llamar “clínico”. Su literatura, en líneas muy generales, deriva del naturalismo y se centra, como ya hemos señalado, en el erotismo. De ahí su éxito; pero también las incomprensiones que levantó en los sectores más conservadores que le dedicaron continuos ataques.
Cuando estaba en el punto máximo de su madurez creativa, llevado por problemas que le perseguían, se suicidó en su casa de Madrid en 1916. A pesar de los comentarios que suscitó, su muerte no se ha podido esclarecer. En su carta de despedida leemos que: “... yo estoy seguro de que nada os serviría más que para prolongar algunos meses vuestra angustia viéndome morir. Pensad que en esta catástrofe fue el motivo el ansia loca de crearos una posición más firme....”. ¿Estaba enfermo Felipe Trigo? o ¿no pudo soportar algún tipo de presión?
OBRA. RASGOS GENERALES
La obra de Felipe Trigo es amplia si tenemos en cuenta que la escribió sólo en 15 años (1901-1916), no sólo hablamos de novelas, sino de artículos y ensayos periodísticos.
Entre sus novelas destacadas, por citar sólo unas cuantas de la veintena que escribió, podemos mencionar “Las ingenuas” que su primera obra, publicada en 1901, que cabría incluirla en lo que podemos llamar naturalismo inmediato”. Al lado de “las ingenuas”, estarían “Sed de amor” (1902) y “La bruta” (1904).
Otro conjunto de novelas lo constituyen aquellas que podemos calificar de transición y en las que aparecen personajes que son capaces de superar sus prejuicios: “La clave” (1907), “La altísima” (1903), “Las posadas del amor” (1909) y “A prueba” (1916, novela corta).
Un tercer grupo de novelas estaría formado por aquellas en las que aparecen personajes utópicos que se adelantan a su tiempo: “Alma en los labios” (1902), “Las Evas del Paraíso” (1909) y “Los abismos” (1911).
Cabe destacar, por su relevancia, “El médico rural” (1912), iniciado por “En la Carrera”, que es otra autobiográfica crucial para entender mejor a Trigo. Y, especialmente, mencionaos “Jarrapellejos” (1914) que pasa por ser, según la crítica, su obra de mayor relevancia dado que trata temas considerados de mayor alcance que el erótico, como puede ser la problemática social, a la que no fue ajeno Felipe Trigo. “Jarrapellejos” nos sitúa en un pueblo de la época sometido al caciquismo y a los abusos de los poderosos hacia los humildes.
Trigo también se dedicó al ensayo doctrinario que merecería una revisión a fondo, como “Socialismo individualista” (1904), “El amor en la vida y en los libros” (1907) y “Crisis de la civilización” (1915).
Como ya ha quedado señalado, cultivó con asiduidad la novela corta en títulos como “La de los ojos color de uva”, “Reveladoras”, “Lo inefable”, “El moralista” y un largo etcétera.
Otras novelas suyas son “Del frío al fuego” (1903), “Sor demonio” (1905) y una colección de cuentos titulada “Cuentos ingenuos” (1909). Se conservan dos novelas póstumas, “Murió de un beso” y “En camisa rosa”, que abriría el ciclo “Las sonatas del diablo”. Hay otro libro póstumo, “Castillo de luz” que, según Julio Cejador, lo escribió su hija Julia, aunque es una cuestión que no ha podido ser precisada.
PARA SABER MÁS
-Abril, M.: “Felipe Trigo. Exposición y glosa de su vida, su moral, su arte, su estilo”, Madrid, Renacimiento, 1917.
-Bergamín, J.: “Prólogo”, en Trigo, F.: “El médico rural”, Turner, 1974, pp. IX-XVI.
--Conte, R.: “Trigo, nuestro contemporáneo”, en Trigo, F.: “Jarrapellejos”, Madrid, Turner, 1975.
-Díez-Canedo, E.; “Antología de artículos”, Badajoz, Diputación Provincial, 1993. Edición de José Mª Fernández Gutiérrez. (Clásicos Extremeños, 8).
-Fernández Gutiérrez, J. Mª: “Cuatro novelas eróticas”, de Felipe Trigo, Badajoz, Diputación Provincial, 1986. (Raíces, 3).
-Martínez San Martín, A.: “Felipe Trigo, un escritor polémico”, en Trigo, F.: “Jarrapellejos”, Madrid, Espasa-Calpe, (Austral, 40), 1991, pp. 9-29.
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