“Amor y poesía cada día”
(Juan Ramón Jiménez)
TRAYECTORIA BIOGRÁFICA Y POÉTICA
La poesía parece que es negocio de minorías y así lo creyó este andaluz universal que fue Juan Ramón Jiménez quien dedicaba su obra “a la inmensa minoría”. Juan Ramón Jiménez es un poeta difícil de entender, algunas veces, con una cierta inclinación al hermetismo, pero un poeta que ha dejado honda huella en las distintas generaciones de poetas. Nunca está de más dedicar un momento de calma a leer algunos de sus poemas o textos en prosa, pero este año tenemos la excusa perfecta porque se conmemora el cincuentenario de su muerte. Buen momento para revisar su vida y su obra y buen momento para empezar a conocerlo, si aún no lo hemos hecho. En las siguientes líneas trataremos de centrar, brevemente, los principales hitos de su vida y de su obra. Al lector o estudioso le quedará profundizar en alguno de los puntos.
Juan Ramón Jiménez nació en Moguer (Huelva) en 1881. Fue un niño melancólico y con bastante tendencia a la depresión que se agravó con la muerte de su padre en 1900.
En cuanto a su formación académica, Juan Ramón abandonó sus estudios de Derecho para dedicarse, de lleno a la poesía que fue la pasión de su vida. Así, el mismo año de la muerte de su padre, viajó a Madrid con su primer libro: Nubes. Gracias a Villaespesa conoció a Rubén Darío y a Valle-Inclán . Así, Nubes se conviertió en dos libros: Ninfeas, que es el título que le sugiere Valle-Inclán, y Almas de violeta, que le propone Rubén Darío. El primero está impreso en tinta verde y el segundo en color morado. Se ve ya así el propósito de Juan Ramón Jiménez de romper con los moldes establecidos. En los libros emplea un léxico de tipo modernista, aunque un modernismo decadente. Tiempo después, Juan Ramón, llevado de su obsesión por la perfección, renegó de estos libros y quiso hacerlos desaparecer. Juan Ramón Jiménez se pasó toda la vida tratando de perfeccionar su Obra y así hizo versiones de sus poemas, tratando de encontrar la perfección absoluta, la “rosa” del poema. En este proceso, a veces sus poemas mejoran, pero, a veces, empeoran y pierden la gracia inicial con que fueron escritos.
Juan Ramón Jiménez, en 1901, cayó en una profunda depresión, a raíz de la muerte de su padre, y se instaló en su sanatorio de Francia para recuperarse. En el sanatorio lee a los simbolistas franceses, en especial a Verlaine y escribe su libro Rimas, que es un libro marcadamente modernista. Sigue escribiendo sus siguientes libros: Arias Tristes, Jardines lejanos y Pastorales, entre 1902 y 1905.
A finales de 1901 se instaló en el Sanatorio del Rosario de Madrid y allí escribe Arias tristes. Es una obra que se asemeja a los libros de la época por los temas y planteamientos (lilas, acacias, jardines, mujeres dolientes...). No se recupera del todo y en 1903 pasa una temporada en casa del Dr. Simarro, en Guadarrama. Hacia este médico Juan Ramón manifiesta un afecto importante, quizá porque en él ve la figura del padre desaparecido.
Entre 1903 y 1905 escribe Pastorales, que publica en 1911. Hay que señalar que en Juan Ramón nunca coincide fecha de escritura con fecha de publicación. Este libro recoge los poemas escritos en Guadarrama, en los que su poesía se llena de aires populares, aunque lo esencial sigue siendo el “yo lírico” del poeta. En 1907 publica Baladas de primavera, que presenta un tono popular. Entre 1908 y 1911 escribe Elejías (recordemos la especial grafía de Juan Ramón Jiménez que optaba por la “j” frente a la “g”), La soledad sonora, Poemas májicos y dolientes, Melancolía y Laberinto. Aquí su poesía comienza a hacerse repetitiva.
En 1913 se instala en “la colina de los chopos”, en la Residencia de Estudiantes, lo cual supone un cambio positivo para el poeta. Allí contacta con Rafael Alberti, con García Lorca y con otros poetas del Grupo del 27 de los que se convierte en maestro, al menos en su primera etapa, puesto que tiempo después, Alberti renegará de la poesía pura y de su maestro, pero ésa es ya otra historia. Vive en la Residencia hasta 1916, aunque siempre tuvo una habitación reservada.
Entre 1914 y 1915 quiere abandonar el Modernismo y escribe Sonetos Espirituales, libro de tema serio y grave, que nos habla de sus crisis de ánimo y que marcan el cambio de época poética. A la vez escribe Estío, que es un libro alegre casi siempre, con más esperanza. Mientras, en 1914 publica su libro en prosa más conocido: Platero y yo, un libro lleno de lirismo y de melancolía, aunque no infantil precisamente.
En 1916, Juan Ramón parte para Nueva York para casarse con Zenobia Camprubí que lo fue todo para él. Zenobia fue una mujer positiva, alegre; fue lo mejor que le ocurrió al poeta y renunció a todo por estar con él. Zenobia hizo de madre, enfermera, esposa y mucho más del poeta. A raíz de este viaje a Nueva York, el poeta escribe Diario de un poeta recién casado que años después rebautizará con el título de Diario de poeta y mar que la pareció más representativo.
Juan Ramón y Zenobia se instalaron en Madrid y, juntos, vivieron una época de estabilidad. Así, el poeta promovió revistas como “Unidad”, “Sucesión” y “Hojas” en las que publican los poetas del 27. Se convierte, como ya dijimos, en el enlace entre el Modernismo el Grupo del 27.
Dos libros marcan este nuevo devenir poético: Eternidades y Piedra y cielo. El tema pasa a ser su obra poética, el poema como objeto artístico y el poeta como una especie de dios creador.
En 1935 rechaza por segunda vez la invitación para ingresar en la Real Academia.
Al estallar a Guerra Civil, Zenobia y Juan Ramón siguen en Madrid y, juntos, se entregan a la tarea humanitaria de recoger y acoger en su casa a los niños víctimas del desastre bélico. Uno de los grandes amores de Juan Ramón, capaz de hacerlo ser tremendamente humano, fueron los niños. Por esas fechas, el gobierno republicano, con el ánimo de alejarlo del conflicto, lo nombra agregado cultural de la embajada española de Washington. Parten, Zenobia y Juan Ramón, hacia Estados Unidos para no volver nunca más a España.
El resto de su vida se reparte entre Estados Unidos, alguna estancia en Argentina y un periodo largo y acogedor en Puerto Rico. En su Universidad Juan Ramón encuentra compañía, respeto y consideración, incluso afecto.
En su estancia en Estados Unidos, Juan Ramón siguió publicando y escribiendo poemarios importantes: Voces de mi copla (1945), La Estación total (1947) –que recoge los poemas escritos entre 1923 y 1936 y que marcan el paso al versículo y a la poesía pura-, Animal de fondo (1949), Ríos que se van (1950), Dios deseado y deseante (póstuma, 1964). En sus últimos libros, se nota el anhelo de eternidad del poeta, quien siente continuamente la presencia de Dios, aunque este Dios nada tiene que ver con el sentimiento religioso, sino que es la cúspide de la creación artística.
Juan Ramón Jiménez no dejó de sufrir continuas depresiones, por que tuvo que ser ingresado, de nuevo, en varios sanatorios. En 1956, Zenobia tuvo que pasar sola una grave enfermedad- como lo cuenta en su “Diario”- y murió de un cáncer de pecho. Justo por esos días, caprichos del destino, cuando Zenobia estaba en coma, Juan Ramón recibe el Premio Nobel de Literatura. La Academia sueca quiso destacar que su obra “constituye, en lengua española, un ejemplo de alta espiritualidad y de pureza artística”, aunque no hay que olvidar el texto siguiente: “Al recompensar a Jiménez, representante de la gran tradición lírica de España, la Academia sueca ha querido coronar igualmente a Antonio Machado y a Federico García Lorca”. No olvidemos que Lorca había muerto fusilado al principio de la guerra y Machado, poco después, en su exilio de Collioure.
Juan Ramón no recogió el premio personalmente y donó su importe a la Casa Zenobia-Juan Ramón, de Moguer, y a la Universidad de Río Piedras, de Puerto Rico, en donde está gran parte de su legado. No obstante su voz no fue ajena en Estocolmo con estas palabras en las que, acaso por primera vez, reconocía, la valía de su esposa: “Mi esposa Zenobia es la verdadera ganadora de este premio. Su compañía, su ayuda, su inspiración de 40 años han hecho posible mi trabajo. Hoy me encuentro sin ella desolado y sin fuerzas”.
El poeta, tras la muerte de su esposa, se encerró en un mutismo absoluto, cayó en una larga depresión que se prolongó hasta su muerte en 1958. Sólo su gran amor a los niños logró sacarle, a veces de este estado, ya que, hasta su muerte, únicamente recibió a algunos amigos muy íntimos y a grupos de escolares de Puerto Rico.
ETAPAS POÉTICAS
El propio Juan Ramón organizó su obra en distintas etapas poéticas que resumimos a continuación:
1. La primera etapa sería la “pura”, la vestida de inocencia” y se caracteriza por:
a. Espontaneidad y sencillez de formas.
b. Metros tradicionales: octosílabos, asonancia.
c. Inspiración en la naturaleza, paso del tiempo, presencia de la muerte.
d. Sentimentalismo y melancolía.
e. Sensualismo.
f. Rasgos neorrománticos e influencia de Bécquer.
g. Influencia de los maestros del momento: Rubén y Villaespesa.
Obras: Almas de Violeta, Ninfeas, Arias tristes, Jardines lejanos, Pastorales...
2. La etapa modernista no es tan fastuosa como la de Rubén Darío, ya que se deja ver un Juan Ramón insatisfecho e innovador:
a. Preocupación formal por el verso.
b. Musicalidad: ritmos, encabalgamientos.
c. Variedad de versos y más empleo de arte mayor.
d. Cultivo de la rima perfecta, búsqueda de rimas difíciles.
e. Adjetivación colorista, imágenes brillante, léxico sugerente.
f. Temática modernista: amor, tristezas, flores, pájaros, jardines.
Obras: Elejías, La soledad sonora, Poemas májicos y dolientes, Melancolía...
3. Diario de un poeta recién casado (191) marca una nueva etapa personal, de poesía desnuda o pura:
a. Concepción más intelectual de la poesía.
b. Eliminación de lo anecdótico.
c. Menor importancia de la métrica: versos sin regularidad, supresión de rimas.
d. Mayor concisión y hermetismo: “poesía para minorías”.
e. Depuración de la palabra.
f. Mayor simbolismo.
Obras: Diario, Eternidades, Piedra y cielo, Poesía, Belleza, La estación total...
4. Etapa formalmente hermética y temáticamente mística: identificación de “dios deseado y deseante” con la belleza que “está dentro de nosotros y fuera también al mismo tiempo”. Ese “dios deseado y deseante” no es otro que el propio poeta.
Obras: Animal de fondo, Dios deseado y deseante...
En definitiva, si queremos hacer abstracción de sus constantes poéticas, podemos concluir que la obra de Juan Ramón busca la belleza, la poesía, el espíritu y pretende unir interior y exterior. Algunos de sus temas continuados serían, como ya se va viendo, la creación poética, la naturaleza, la muerte y Dios, pero visto de manera panteísta.
En definitiva, sirvan estas líneas muy divulgativas y que no hacen sino recoger lo que distintos estudios y manuales exponen acerca del poeta, para sembrar la curiosidad y hacer que el aniversario de su muerte sirva, de alguna manera, para devolverle vida y crear de nuevo un mundo lleno de “Juan Ramón”. A él le hubiera gustado.
PARA SABER MÁS
-GONZÁLEZ, Ángel: Antolojía, Júcar, Madrid, 1973.
-JIMÉNEZ, Juan Ramón: Antología poética, Madrid, Cátedra, 1990. Realizada por Javier Blasco.
-PALOMAR ROS, José; SOLÉ CAMPS, Salvador: Poesía de Juan Ramón Jiménez, Alambra, Madrid, 1992.
-SÁNCHEZ BARBUDO, Antonio: La obra poética de Juan Ramón Jiménez, Cátedra, Madrid, 1981.
-SENABRE, Ricardo: Antonio Machado y Juan Ramón Jiménez, poetas del siglo XX, Madrid, Anaya, 1991.
Nota: Cuando Juan Ramón dice "No le toques ya más" se refiere al poema, a su creación. A menudo vemos escrito "No la toques ya más" como si se tratase de la rosa. No se refería a la flor el poeta, sino a su Obra, que perfeccionaba con denuedo.
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