miércoles, abril 13, 2011





Con la muerte de Miguel Delibes se ha ido uno de los grandes escritores, un escritor que, con su obra, ocupó gran parte del S. XX y que mostró que la dignidad y la honestidad son cualidades de la buena literatura. Fue un autor muy premiado y reconocido, sobre todo en los últimos tiempos, aunque nunca le concedieron el Premio Nobel y, sin ánimo de comparar, lo merecía más que nadie. “Miguel Delibes –escribe Martín Prieto- no fue un escritor de usar y turar tan al uso hoy en día, sino de permanente consulta”.
En las siguientes líneas trataremos de esbozar las características básicas de su producción literaria, con el ánimo no de descubrir nada nuevo, sino quizás de organizar, de manera breve y clara, las líneas maestras de su obra.

PERFIL BIOGRÁFICO

Miguel Delibes (Valladolid 1920-2010) estudió simultáneamente las carreras de Derecho y Comercio. Se doctoró en la Universidad vallisoletana y obtuvo la Cátedra de Derecho Mercantil en la Escuela de Comercio. Siempre vivió en su ciudad natal y, hasta que la enfermedad y la edad se lo permitió, alternó tres actividades básicas: la docencia, el periodismo en “El Norte de Castilla”, del que llegó a ser subdirector, y la producción novelística.
Padre de familia numerosa, para él los hijos, tuvo siete, y la esposa, Ángeles de Castro, fallecida prematuramente, fueron lo más importante de su vida.
Delibes ha realizado una sólida obra novelística, aunque no menos importantes son sus escritos periodísticos, sus crónicas de viajes y sus ensayos. En palabras de José Manuel Lara, el Presidente del Grupo Planeta: “Sabía acercarnos a temas cotidianos con valentía, con realismo, sin complejos, con un lenguaje espontáneo, fresco, cercano, sencillo y duro, muy duro a veces. Miguel Delibes era un extraordinario trabajador del lenguaje, un enamorado de las palabras. Su obra contribuyó a engrandecer la lengua castellana en todo el mundo”.

PRIMERAS NOVELAS

Su primera novela “La sombra del ciprés es alargada” obtuvo el Premio Nadal en 1947. En 1955 su “Diario de un cazador” fue galardonado con el Premio nacional de Literatura. En 1974 fue nombrado miembro numerario de la Real Academia Española. Muchos más premios y distinciones le fueron concedidas, quizá destaque nuevamente el Nacional de Literatura por “El hereje” (1998).
El retrato del mundo provinciano –en especial de las ciudades y pueblos de lo que antes se llamó Castilla la Vieja y hoy es Castilla-León- es una de las constantes de su obra. Junto a ello, la descripción de la naturaleza en la que el hombre busca su autenticidad, las respuestas a los problemas éticos y sociales que siempre le preocuparon: la muerte, el progreso, la felicidad…
A través de su novela, como decíamos al principio, se puede seguir el proceso evolutivo desde la técnica casi decimonónica hasta los últimos avances temáticos y estilísticos de la novela contemporánea. Y es que, siguiendo a Ricardo Senabre, “Una obra dilatada como la de Delibes sólo ha podido alcanzar la coherencia que posee gracias a la presencia y perduración de algunos motivos temáticos que aparecen, se extienden con variaciones y acaban recorriendo toda su trayectoria”.
Sus primeras novelas, pues, se encuentran dentro de una temática tradicional. Así, “La sombra del ciprés es alargada” es un libro duro y amargo. Para Delibes hay dos tipos de hombres: los confiados y optimistas, que proyectan una sombra redonda, y los pesimistas que dan una sombra larga y afilada como el ciprés. “El Camino” (1950) es una novela fresca y ágil, entrañable y vigente. Un niño normal, Daniel, el Mochuelo, nos ofrece la perspectiva de su vida en el pueblo hasta ese momento en que va a estudiar a la ciudad. Con esta novela inicia sus exploraciones del mundo rural con “El Camino”. Gracias a Daniel, el mochuelo, que se va a estudiar a la ciudad, reconstruye la vida silenciosa de un pequeño pueblo santanderino.
“Mi idolatrado hijo Sisí” (1953) es una larga novela que abarba un amplio período cronológico, desde 1917 hasta 1938. Se centra en una familia de prósperos comerciantes. “La hoja roja” (1959) es una novela de simplicidad temática y lingüística. Hay poca acción y domina el tempo lento. La historia que narra es también entrañable.
En “El Diario de un cazador” (1955) la acción se desplaza de la ciudad al campo, en cada una de las excursiones cinegéticas. Miguel Delibes fue el primer ecologista, por así decirlo. El libro está escrito en estilo indirecto y se recrea en las descripciones de la llanura en la madrugada. El libro tuvo dos continuaciones, “Diario de un emigrante2 y “Diario de un jubilado”.
“La ratas” (1962), Premio de la Crítica, es, quizás, su mejor exploración del mundo rural. El novelista se compromete ante una serie de problemas. Habla del latifundio y del minifundio y de las realidades de la zona rural. El ratero es el cazador que vive en una cueva y que vive de una manera margina con el Nini. El léxico es preciso y lleno de matices, hay alusión a la flora, la fauna, la topografía. Y el enfoque estilístico es objetivista.

LA SEGUNDA PERSONA

En 1966 con “Cinco horas con Mario” cambia de técnica novelística. La obra es un largo monólogo, una confesión de Carmen Sotillos ante el cadáver de Mario, su marido. Emplea la 2ª persona y el discurso avanza y retrocede en una frecuente ruptura de la secuencia temporal.
A lo largo de este monólogo de cinco horas dramáticas, Carmen va descubriendo sus pensamientos, su insatisfacción, los errores de su marido, los comportamientos de su clase, “la del quiero y no puedo”, los ataques que hace a la clase inferior a la suya… Carmen representa una actitud de intransigencia, mientras que su marido era, en vida, el portavoz de una intelectualidad liberal.
La novela presenta gran riqueza expresiva, un magnífico empleo de la lengua coloquial, con el constante uso de diminutivos, de eufemismos, de irónicas formas populares, de giros muy diferentes a la lengua culta que utilizaba Mario. Cabe añadir, aunque quizá no haría falta, que Lola Herrera ha llevado al teatro la adaptación de esta obra con un gran éxito y es que ha sabido meterse en la piel de Carmen Sotillos a la perfección.

LOS 70 Y LOS 80

En 1969 publicó “Parábola del náufrago” que fue un experimento expresivo y técnico. Es la tragedia de un hombre que tuvo una sola pretensión: ser hombre y, además, bueno, en la sociedad actual. La influencia de Kafka es notoria.
Con “El príncipe destronado” (1973), llevada al cine, vuelve a la estructura narrativa clásica.
En 1974 publicó “Las guerras de nuestros antepasados”, cuya adaptación teatral protagonizó espléndidamente José Sacristán. En la novela, de ambiente rural, un joven pueblerino se confiesa, en una charla psicoanalítica, transcrita mediante grabación magnetofónica. Se trata de Pacífico Pérez a quien todos se empeñaron en meterlo en alguna guerra sin él quererlo.
En 1978 publicó “El disputado voto del señor Cayo” y, poco después, “Los santos inocentes” (1981). Ambas son obras importantes que muestran un lenguaje rural y una situación doliente de los pueblos deprimidos, en especial “Los santos inocentes”. Las dos fueron llevadas al cine, aunque destaca la interpretación soberbia de Paco Rabal en “Los santos inocentes”, obra durísima y muy realista, casi expresionista. La película, dirigida por Mario Camus y protagonizada, como hemos dicho, por Paco Rabal y Alfredo Landa, fue premiada en el Festival de Cannes. En 1982 recibió el Príncipe de Asturias de las Letras.
Hablando de los personajes de Delibes que son excelentes y que se recuerdan de manera autónoma, otro gran escritor, José Jiménez Lozano, escribe: “…son gentes de carne y hueso y no constructos ni demostrativos de nada…”. Delibes, en palabras de Joaquín Marco: “Nos ofreció una Castilla diferenciada de la tópica de la generación del 98. Fue, en todo caso, siempre hombre de su tiempo, el nuestro, anclado en su mundo, que fue lenguaje y recreación. Pero, además, sus novelas, sus relatos, sus prosas nunca resultaron ajenas al hombre que aparece detrás, con perfiles más o menos difusos”.

DOS NOVELAS IMPORTANTES

Miguel Delibes, a la muerte de su esposa, Ángeles, estuvo un largo tiempo sin escribir hasta que en 1991 publicó “Mujer de rojo sobre fondo gris” en gran parte biográfica. En 1998 nos sorprendió con la que sería su última gran novela, “El hereje”, muy distinta en temática y ambientación al resto de sus obras, pero soberbia. Se trata de una novela histórica que se centra en un proceso inquisitorial que se llevó a cabo de Valladolid en el Siglo de Oro. Para Antonio Gamoneda, Miguel Delibes “era uno de esos autores de la palabra oportuna, de la palabra colocada en su sitio justo siempre. Poseía todas las virtudes necesarias para que su literatura poseyera una clara repercusión en nuestra sociedad. Y era, desde luego, un escritor medularmente castellano”.

EL SILENCIO FINAL

A raíz de una enfermedad penosa, Delibes abandonó prácticamente la escritura. Así, con motivo de la publicación de sus obras completas en 2007 confiesa, de una manera entrañable y conmovedora. “El cazador que escribe se termina al tiempo que el escritor que caza. Me faltaban facultades físicas e intelectuales.”
No obstante, la obra de Miguel Delibes, continua vigente, prueba de ello son las continuas reediciones. Cabe añadir que es uno de los autores más leídos en los centros escolares.
José María Merino, novelista también, entiende que: “Miguel Delibes será uno de los autores que ganará con el tiempo. Era un novelista conciso, no culterano. Todos deseamos formar parte de la tradición cervantina, pero él sí que pertenecía a ella, aunque en la época en la que escribió se valoraba más a otros estilistas; pero era un constructor magistral de mundos y personajes aderezados con gran sentido del humor, a veces negro”. Y en la misma línea añade Luis Mateo Díez. “La obra de Delibes posee una dimensión universal. La herencia que nos deja son sus libros, su visión moral y la ejemplaridad a la que nos hemos referido y que sigue siendo actual”.

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