Cáliz de la Catedral de Valencia (Posible Santo Grial)
Hablar del Santo Grial es hacerlo de nuestras propias raíces, de nuestra cultura, de nuestra tradición, de nuestras creencias y de nuestra capacidad de ser mejores porque el Santo Grial no es sólo una reliquia; es LA RELIQUIA; de ahí que su origen y custodia se encuentren rodeados de misterios y de claroscuros.
En las siguientes líneas no vamos a descubrir nada –ni lo pretendemos-; sólo trazaremos algunas líneas acerca del origen del Santo Grial y su peripecia geográfica; aunque también daremos algunas pinceladas de literatura. Hemos escogido unos títulos de novelas actuales que, de alguna manera, se centran en la búsqueda del Santo Grial. Somos conscientes de que no aportamos nada que no se sepa, pero quizá a algún lector le va a poder la curiosidad y comience a leer y a enriquecerse mental y espiritualmente. Ojalá ocurra eso. Como asegura Juan G. Atienza: “No existe documento alguno que acredite esta convicción, pero ni los más escépticos se atreven a dudar, si no de su estricta autenticidad, sí de la sacralidad profunda que rodea a la reliquia, envuelta desde sus oscuros orígenes en el halo de un misterio que la hace tan venerada como inasible, a pesar de su estricta materialidad...”.
El Santo Grial, esto es, el Santo Cáliz donde Cristo bebió en la Última Cena no es sólo una reliquia, puesto que su presencia se vincula a la caballería y a la tradición cultural de Occidente. Escritores, pintores, trovadores... todos han cantado los loores de la vasija santa. Podemos hablar de Christian de Troyes, Joanot Martorell, Wagner y tantos otros. No cabe duda, que el Santo Grial inspiró los ideales de la Tabla Redonda y de las Cruzadas.
El Grial entronca también con leyendas paganas y se confunde con el origen de los tiempos; es más, ha adoptado distintas formas como piedra, bandeja, copa, caldero, mesa o piedra preciosa. Incluso, parece que la forma del “vaso” puede relacionarse con los cultos a la diosa, con la matriz femenina. Son muchas las leyendas, muchas las posibilidades que nos encontramos y largo el camino. Todo el que quiera puede empezar a recorrerlo. Grandes prodigios le aguardan. Sin duda.
Sabemos, por una de las tradiciones, que San Pedro lo llevó a Roma y así lo podemos leer en la bellísima novela de Thomas B. Costain, “El Cáliz de Plata”. “El cáliz de plata” es una novela histórica que recrea uno de los episodios más hermosos de la humanidad: el intento de guardar el cáliz que sirvió a Cristo en su Última Cena. Es, por así decirlo, el origen de la búsqueda del Grial.
Thomas B. Costain, su autor, canadiense de nacimiento, murió en 1965; por lo tanto la novela tiene más de 40 años, aunque no ha perdido una pizca de su belleza; es más, se incrementa conforme pasa el tiempo porque lo que narra nunca resultará caduco o extraño a nuestra cultura o, lo que es mejor, a nuestra alma.
El libro supera las 500 páginas y se divide en capítulos, aunque estos se organizan en secuencias, lo cual favorece la lectura y el perspectivismo, puesto que nos pone al tanto de lo que hacen los distintos personajes a la vez.
Se inicia la trama en Grecia, en la ciudad de Antioquia, cuyo sólo nombre evoca en nosotros un pasado esplendoroso. El niño Basilio es vendido por su padre a un rico comerciante para que siga con su vocación de escultor. Esta práctica era común en la antigüedad y algunos padres sin hijos solían adoptar a otros de esa manera tan curiosa. Basilio es adoptado siguiendo las leyes de las Doce Tablas. No obstante, cuando muere el padre adoptivo, Basilio es vendido como esclavo por el hermano del difunto y empieza una vida de penalidades, a las órdenes de un matrimonio, cuya mujer es una auténtica mala persona. Ahora bien, el destino de Basilio es otro. Así, Lucas, el apóstol y evangelista, consigue su libertad y lo encamina hacia Jerusalén, a la casa de José de Arimatea, para que realice un busto del santo hombre y para recibir el encargo que cambiará su vida: ha de realizar un molde en plata para el sagrado cáliz, que está en manos de José, que contenga las caras de los apóstoles y las de Cristo.
Basilio, así, inicia una peripecia vital que le lleva a conocer a distintos apóstoles, a Juan, a Marcos, a Pedro o a Pablo; pero también en personajes sanguinarios como Nerón, quien se encapricha, durante un tiempo, del arte de Basilio o Simón el Brujo, que quiere emular los milagros de Cristo, aunque es sólo un hechicero o la bella Helena, que quiere conquistar, con malas artes, el amor de Basilio.
La novela combina personajes reales con imaginarios y crea un friso especial, en donde el alma humana aparece muy bien retratada, con sus luces y sombras. Basilio se casa a la nieta de José, Deborah, y ha de crear su propio camino hasta amarla sobre todas las cosas.
El telón de fondo de “El Cáliz de Plata” es el origen de las primitivas comunidades cristianas que, se intuye, van a ser perseguidas en breve, pero esa sería otra historia.
Basilio lleva a cabo, por distintos pueblos y lugares, su tarea, a la vez que va perfeccionando su espíritu y realizando un proceso de encuentro con los valores más sublimes que tiene el hombre, como son la piedad o el amor filial, y todo ello en un periodo histórico convulso, lleno de decadencia.
Finalmente Basilio logra de nuevo que se le reconozca como el hijo adoptivo que fue y recupera, aunque diezmadas sus propiedades, mientras que demuestra una generosidad sin límites al liberar a los esclavos.
En definitiva, una novela hermosa, bien escrita y de contenido espiritual que cautivará, sin duda, a muchos lectores.
El episodio literario que narra “El Cáliz de Plata” resulta verosímil. Ya tenemos el Cáliz en Roma, gracias a San Pedro, como hemos dicho. Sixto II se ve obligado, por la persecución de Valeriano, a entregarlo a San Lorenzo. San Lorenzo era el primer diácono de Roma y el encargado por Sixto II de los tesoros de la Iglesia. Lorenzo, que presiente que su martirio está muy cerca, se lo entrega a un soldado hispánico, para que se lo lleve a sus padres, Orencio y Paciencia. Estuvo con ellos hasta el año 533 en que el obispo de Huesca erigió las iglesias de San Pedro y San Lorenzo. En la primera depositó el Grial, la segunda guardó una reliquia importante, el pie de San Lorenzo. De ahí va a la Catedral de Huesca y, a raíz de la invasión árabe, lo ocultan en los Pirineos. Se sitúa en distintos lugares hasta que llega a San Juan de la Peña en 1071, pasando por Yebra, el cenobio de Siresa y la pequeña iglesia mozárabe de San Juan de Sasabe, cerca de Jaca.
Este cáliz fue a parar, en 1399, a Martín el Humano, el cual lo demandó al abad de San Juan de la Peña. Tal hecho se puede leer en un documento que se guarda en el Archivo de la Corona de Aragón, fechado el 209 de agosto de 1399. En San Juan de la Peña hay una copia de la reliquia que siguió su periplo y pasó a la Aljafarería de Zaragoza. Durante el reinado de Alfonso el Magnánimo se cambió de ubicación. Fue Benedicto XIII, el Papa Luna, quien dio la orden de entrega. Así, desde 1437 puede venerarse en la Catedral de Valencia, donde se encuentra en la actualidad. Parece ser, según cuentan los estudiosos, que el templo y la capilla de Valencia tienen forma de llave, lo cual puede simbolizar la eternidad.
Se hallan replicas del Santo Grial en varios de los lugares por los que pasó. Es más, hay ya un “Camino del Santo Grial” por tierras aragonesas y valencianas que persigue fines espirituales e, incluso, culturales, como los del Camino de Santiago.
Hay otras versiones orientales y centroeuropeas acerca de la suerte que corrió el Santo Grial. Una nos habla de que, efectivamente, fue José de Arimatea el primer custodio, aunque no se lo entregó a San Pedro; puesto que, según cuenta una leyenda, San Felipe envió a José de Arimatea a Inglaterra como misionero. Allí se estableció en Glastonbury o Avalon, donde fundó una iglesia dedicada a la Virgen y que conservó el Grial. Parece ser que José de Arimatea recogió en el Cáliz la sangre brotó del costado de Cristo cuando el centurión, Longinos, le asentó la lanzada del costado.
Otras tradiciones nos hablan de que quedó depositado en la cima del monte Muntsalvach o Monte de la Salvación. Wagner divulgó esta localización en su ópera “Lohengrin”. En la actualidad, hay quien identifica este monte con San Juan de la Peña, el Mont-Saint-Michel de Francia y Montserrat.
También se relaciona el Santo Grial, como dijimos, con los caballeros de la Tabla Redonda y el rey Arturo. Muchos de estos caballeros, Lanzarote, Gawain, Bors, Perceval Galahad, partieron a la búsqueda del Grial; pero sólo tres de ellos lo consiguieron, ya que mantuvieron a salvo la pureza, la inocencia y la humildad. Son Galahad, Perceval y Bors.
La leyenda del Santo Grial inspiró a Christian de Troyes en su obra “Perceval”, hacia 1215, que divulgó el tema y le añadió nuevos elementos. Parsifal o Perceval se lanzó a la búsqueda del Santo Grial, gracias a las indicaciones que le ofreció un ermitaño. Y es aquí cuando éste le habla de unos valientes caballeros, los templarios, que vivían en el Castillo de Montsalvage, en otra versión fonética distinta de la que hemos transcrito unos párrafos antes. Cabe decir que el significado de este monte es “Monte de la Salud” o “Monte de la Salvación”.
Se ha hablado también de que los Templarios poseyeron la custodia del Santo Grial y que, por eso, tuvieron tanto poder. La literatura también especula con ello, como estamos viendo. José Manuel González Cremona, citando la obra de C. de Troyes, escribe que: “cualquiera que sea el resultado del combate, gloria o humillación, ellos (se refiere a los templarios) lo aceptan con corazón sereno, en expiación de sus pecados. Todos sus alimentos les vienen de una piedra preciosa que, en esencia, es toda pureza. Ellos la llaman lapis exilis. Es por el poder de esta piedra que el fénix se convierte en cenizas, pero de estas cenizas renace la vida. Esta piedra da al hombre tal vigor que sus huesos y su carne recuperan su juventud. Se llama el Graal”.
Recordemos también, aunque resulte repetitivo, que el Santo Grial es la Copa donde bebió Cristo durante la Última Cena y en la que que José de Arimatea recogió su sangre. Esto le permite a Nicholas Wilcox (quien esconde el nombre de Juan Eslava Galán) lanzar una hipótesis fantástica: en pleno S. XX se está clonando a Cristo para instaurar otro orden en la Iglesia (en “La sangre de Dios”).
En algún momento también se habla de la vinculación de Cristo con María Magdalena y se la identifica como la portadora del Grial, pero de manera física, como intentó desvelar Dan Brown en “El Código Da Vinci”, tan leído, comentado y reiterado.Jacques Saunière, el último Gran Maestre de una sociedad secreta –el Priorato de Sión- que entronca con los Templarios, acaba de morir asesinado, en el Louvre, museo del cual era conservador reputado. Antes puede transmitir a su nieta, Sophie con quien estaba enemistado, una clave que es la que dará la primera pista de salida en esta aventura. Y es que Saunière y sus predecesores –Newton, Da Vinci y otros muchos- custodian un secreto que puede cambiar la historia de la humanidad. Ellos saben bien qué se esconde tras el Santo Grial y no es, exactamente, el cáliz de la Última Cena, sino una persona, María Magdalena, Sangre Real; pero eso lo descubrirá el lector.
Sophie, con la ayuda de Robert Langdon, un experto en simbología, inicia la búsqueda de este secreto en una aventura que nos deja sin aliento y que entremezcla elementos de novela negra con reflexiones actuales acerca de la Iglesia o el Opus Dei. Poco a poco se van desvelando los mensajes secretos y el lector, cada vez más boquiabierto, se da cuenta de que la historia sagrada acaso tenga más de una lectura, acaso sea verdad que en “La última cena” de Da Vinci no sólo se retraten los Apóstoles... pero, para desentrañarlo, habrá que abrir el libro y empezar a leerlo porque no es el cometido de este reseña desvelar el final: ahora bien garantizamos que no nos dejará indiferentes.
El autor, Dan Brown, une ciencia y religión y monta un monumental rompecabezas que se remonta hasta casi los orígenes de la religión cristiana. La novela contiene pues elementos que nos harán pensar, que nos harán reflexionar, al lado de notas sobre simbología –la gran diosa está presente en toda la obra- y a poco curiosos que seamos nos hará avanzar en una búsqueda que será fascinante porque cada uno, ésa es la verdad, puede tener su propio Grial. Se trata de iniciar el camino que nos lleve a nuestro propio conocimiento; aunque se puede o no estar de acuerdo con sus teorías: ésa sería otra cuestión.
Hay también, en la actualidad, varias novelas que relacionan estos objetos sagrados con el nazismo puesto que Hitler quiso conseguirlos para aumentar su poder. En “La puerta de Agartha”, de César Mallorquí, sin ir más lejos, desde un principio, el misterio es el aliado principal. Aquí se habla de una supuesta Sociedad Nazi, la Sociedad Vril que perseguía fines escalofriantes. César Mallorquí, no obstante, apuesta aún mucho más por el lector y alude a elementos legendarios como son la Caldera de Bran, el Santo Grial o la Lanza de Longinos como desencadenantes para abrir la Puerta de Agartha, la Puerta de la Ciudad enigmática que dará poder al elegido. Con ello consigue una mezcla fascinante y estremecedora también puesto que nos plantea muchas preguntas y dudas que no se resuelven del todo.
“El mapa del Creador”, de Emilio Calderón, también se relaciona con lo que estamos comentando. La novela se desarrolla en los años convulsos que nos llevan desde nuestra Guerra Civil hasta la posguerra pasando por la Segunda Guerra Mundial. Emilio Calderón se ha documentado de manera exhaustiva para dar verosimilitud al relato, aunque inventa el motivo principal que es el supuesto “Mapa del Creador”, deseado por los dirigentes más destacados del Tercer Reich. Sabemos ya que el nazismo deseaba conquistar el mundo y para ello no dudó en emplear todos los medios a su alcance, entre los que destacan los medios esotéricos; así, trató de hacerse con una serie de objetos mágicos entre los que, realmente, se cuentan la lanza de Longinos o el Santo Grial y, ahora, en la ficción que nos cuenta Calderón, el “mapa del Creador”, esto es, un objeto que les daría toda la fuerza que necesitaban puesto que, como leemos en la novela, “los nazis están convencidos de que existen en el mundo una docena de “objetos sagrados” capaces de otorgarle un poder ilimitado a quienes los posean”.
El Grial que se custodia en Valencia es un pequeño vaso, de oro, con dos asas y un pie. Mide, como bien leemos en “Guía de la España Encantada”diciesiete centímetros de alto y lleva incrustaciones de cornerina oriental, lo que viene a corroborar que fue labrada en un taller de Palestina o quizás de Egipto, entre el sglo IV a. C. y el primero de nuestra era.
Sin duda, el Graal o Grial se ha convertido en un símbolo al que cada uno, según sus creencias y cultura, le dará el valor personal que desee o pueda. Bien dice Juan G. Atienza cuando afirma “Curiosamente, al surgir el mito griálico, de la mano de trovadores iniciados como Boron, Chrétien de Troyes o Wolfang von Eschenbach apareció con él una geografía sagrada, un mundo simbólico que los caballeros recorrían y en el que vivían sus aventuras espirituales en pos de aquella reliquia ideal que habría de transformar su existencia: un mundo de luchas y duelos en los que lo externo e inmediato se confundía con la aventura interior y le daba sentido”.
En definitiva, mucho se ha escrito y se escribirá acerca del Santo Grial o Santo Cáliz. No es un aspecto que pueda ser tratado en unas pocas líneas. No obstante, sólo hemos querido ofrecer algunas visiones de su origen, las hemos querido comentar y contrastar con algunas novelas. Ahora queda la lectura y la investigación que cada uno pueda aportar y, sobre todo, la idea de que el Santo Grial, más allá del objeto sagrado que se venera, puede ser un tesoro, aquel que sólo las personas de corazón limpio pueden hallar.
MÍNIMA BIBLOGRAFÍA
-Andolz, Rafael: “Leyendas del Pirineo”, Huesca, Pirineo, 2004
-Brown, Dan: “El Código Da Vinci”, Umbriel, Barcelona, 2003
-Costain, Thomas B.: “El Cáliz de Plata”, Barcelona, Styria, 2006
-Eslava Galán, Juan: “Los templarios y otros enigmas medievales”, Barcelona, Planeta, (9 1994)
-González Cremona, José Manuel: “El gran libro de los Templarios”, Barcelona, Mitre, 1985.
-Mallorquí, César: “La puerta de Agartha”, Barcelona, Edebé, 2005
-Recio, Carlos: “El Camino del Santo Grial”, Zaragoza, Delsan, 2003
-Varios: “Guía de la España encantada”, Madrid, ABC, 2000 (aquí se cita a Juan G. Atenza)
-Wilcox, Nicholas: “La sangre de Dios” (Trilogía Templaria III), Barcelona, Planeta, 2001.
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