lunes, octubre 31, 2011

No me gustan los lunes
Jérôme Lambert,
Barcelona, Almadabra, 2011, Pícnic, 20.



Lucien tiene casi 14 años y se siente raro y desplazado. No encaja en ningún sitio, ni en su propia casa. Para Lucien los problemas empiezan en el colegio y continúan todo el día. No hay nada que haga bien, nadie le felicita nunca y él quisiera pasar desapercibido, pero no lo logra: siempre hay algún profesor que lo castiga. Lucien es un chico lleno de miedos, de dudas y de temores. Él cree que no le gusta nada y, para demostrárselo, escribe una lista larguísima anotando todo lo que no le gusta, que es, como dice la palabra, casi todo. Lucien no tolera las endivias gratinadas que suele prepararla su madre. No tolera el colegio –de ahí que los lunes sean fatídicos-, ni los supermercados, ni las flores, ni los perros ni… tantas otras cosas. Solo le entretiene mirar el retrato de la fundadora del colegio, Rosa, a la que considera una buena amiga y acaso hablar con su compañero Basile que tolera todas sus excentricidades sin hacer comentarios.
Jérôme Lambert escribe No me gustan los lunes en primera persona y permite, así, que sea el propio Lucien quien dé rienda suelta a sus angustias, porque, en el fondo, tras esa personalidad tan esquiva, se halla un chico con problemas para relacionarse, que ansía sentirse bien, tener muchos amigos y poder disfrutar de cada día. No obstante, cuando, por casualidad, se tropieza con una de las chicas de su escuela, Fatou, empiezan los cambios. Lucien cree que esa chica es odiosa y ella parece que opina lo mismo, pero entre los dos se establece algún tipo de complicidad cuando deciden escribir, cada uno por su parte, la lista de aquello que les disgusta. El resultado será muy sorprendente y, contra lo que pudiera suponer, cambiará la actitud de Lucien.
A este joven preadolescente lo que le hace falta es contactar con la gente, salir de sus manías y ver que, en el mundo, hay familias, como las de Fatou, que se lo pasan bien juntas, sin juzgarse, sin buscar ningún motivo especial para que las cosas sucedan de una u otra manera.
Pese a que la obra se desarrolla en un ámbito francés, con alusiones al sistema de estudios del país vecino, el traductor ha sabido trasvasar toda la información y aplicarla al sistema español. De hecho, lo que le ocurre a Lucien puede pasarle a cualquier muchacho de su edad porque se trata de crecer y madurar y descubrir que el mundo no empieza y acaba en uno mismo.
No me gustan los lunes es un libro que está destinado a los lectores a partir de 10 años y que gustará, por supuesto, a los de 14 porque les supondrá descubrir en Lucien algunas de sus propias manías. El texto recrea muy bien la psicología de este chico y permite seguir muy bien sus pensamientos, sus estados de ánimo cambiantes y, sobre todo, su prodigiosa capacidad de análisis. Lucien lo estudia todo, lo observa todo, de todo saca conclusiones y eso… a menudo es un lastre para él. El relato, por otro lado, está lleno ironía, una ironía que roza a veces el sarcasmo y que permite a Lucien seguir avanzando. Varios son los personajes que merecen la atención como su amigo Basile, o el padre de Lucien, incapaz de saber qué le puede gustar a una mujer, o la abuela que intenta dejar atrás un duro pasado… todos, de alguna manera, marcan a Lucien y le permiten seguir evolucionando.
La novela tiene un final abierto, aunque lleno de esperanza porque, por primera vez en la vida, Lucien encuentra algo que le gusta, más bien alguien: Fatou. Sobran las palabras y… acuden los sentimientos. Por eso termina el libro porque Lucien ya no va analizar más su vida, se va a limitar a vivirla. Como tiene que ser.

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