Este artículo lo publiqué en CLIJ ( “Consuelo Armijo: un mundo sin obstáculos”, año 16, número 161, junio 2003, pp. 7-18) hace ya unos años. Entonces conté con el apoyo de la escritora, quien acaba de dejarnos. Con la muerte de Consuelo Armijo, los Batautos se han quedado solos y el Vencecanguelos se siente triste y sin consuelo.
I. “YO ESCRIBO PARA GENTE” (DATOS DE LA AUTORA )
Consuelo Armijo Navarro-Reverter nació en Madrid en 1940: “A ella le hubiera gustado nacer duende o bruja o, por lo menos, hada. Pero resultó que nació niña y ¡ni siquiera rubia y con ojos azules como las que salen en los anuncios! Sino, según las fotos, pelona y con los ojos cerrados” (1). De su infancia no guarda especial buen recuerdo: “En el colegio las clases me aburrían. Según las monjas era tonta, y según yo, las tontas eran ellas (opinión que todavía sostengo)” (2).
Ahora bien, sí tiene en la memoria a las criadas que le contaron cuentos y a todos los que, en cuanto aprendió a leer, pudo devorar ella sola. Leyó a Celia, Pincocho, clásicos como Oliver Twist y El príncipe mendigo y, sobre todo, Guillermo. “Llegó un momento –nos recuerda- en que la lectura fue para mí una especie de tabla de salvación” (3).
Consuelo Armijo empezó temprano su profesión de escritora y sus primeros cuentos se publicaron en las revistas “Bazar” y “La Ballena Alegre ”. Consuelo Armijo explica su manera de escribir de esta manera: “Yo escribo sentada, no uso la mecedora. Escribo con lápiz. Las palabras traen palabras. En el momento se va desarrollando la acción. Yo no me sé planear, no me saldría. Yo intento hacer literatura. Si está bien hecho puede ser apreciado por los mayores. Para mí es un arte escribir” (4). Por otra parte, ella es consciente de que sus libros gustan entre los más pequeños: “creo que no hay que descartar la probabilidad de que a lo mejor gustan porque son buenos. En realidad no hay mejor seleccionador que el público. Entiende muchísimo más que todos los editores y todos los miembros de todos los jurados literarios juntos” (5).
Ha sido premiada en distintas ocasiones por una obra sugerente en la que el humor y la libertad creadora son sus claves fundamentales como tendremos ocasión de ver:
-Lazarillo 1974 por Los Batautos
-CCEI 1976 por Los Batautos
-Premio Barco de Vapor 1978 por El Pampinoplas
-CCEI 1980 por Aniceto el Vencecanguelos
-Accésit AETIJ 1984 por Guiñapo y Pelaplátanos
-Lista de Honor del CCEI en 1979 por Más Batautos
-Lista de Honor del CCEI 1981 por El Pampinoplas
-Lista de Honor del CCEI 1987 por Los Batautos en Butibato
-Mención especial en el “annual international selection of notable new books THE WHITE RAVENS” de la Biblioteca de Munich 1988 por Seráse una vez
Su obra no es de una vastedad apabullante, pero sí contiene claves y valores que nos permitirán entender la literatura en las últimas décadas. Porque si un calificativo se adapta bien a Consuelo Armijo es el de “clásica”, entendiendo por “clásica”, no aburrida y tradicional, sino justo lo contrario; esto es, Consuelo Armijo es ya una pieza fundamental de la historia de la Literatura Infantil y un punto de referencia para todo el estudioso que se interne en ella, aunque, y ésa es su particular virtud, no ha perdido ni un ápice de frescura, de lozanía ni de gracia. Sus títulos, dirigidos al público más menudo –de 4 a 7 años- siguen leyéndose y, lo que es mejor, Consuelo Armijo en ningún momento ha dejado de escribir para satisfacción de todos. Veamos su obra, en una enumeración rápida: Los Batautos, Más Batautos, Los Batautos hacen Batautadas, Los Batautos en Butibato, Seráse una vez, Mercedes e Inés o cuando la tierra da vueltas al revés, Mercedes e Inés viajan hacia arriba, hacia abajo y a través, Inés y Mercedes o cuando los domingos caían en jueves, Los Machafatos, Los Machafatos siguen andando, Guiñapo y Pelaplátanos, Ban, Bin, Bon, arriba el telón, Risas, Poesías y Chirigotas, Macarrones con cuentos, Moné, El Pampinoplas, Aniceto el Vencecanguelos, En Viriviri, El Mono imitamos, Pii, Caminos sin trazar, Marabato.
Aparte cabe recordar sus representaciones para televisión y varios guiones para Barrio Sésamo. Se adaptó para la pequeña pantalla su Mercedes e Inés o cuando la tierra da vueltas al revés, así como la representación de Disimulando (adaptación de Bam-bim bom ¡arriba el telón!.
También la compañía teatral “La Cabra Loca ” ha llevado a la escena por Extremadura, Madrid y Salamanca, entre otras, su Guiñapo y Pelaplátanos. En este estudio, no obstante, nos centraremos más en los relatos y en las narraciones que en las obras teatrales, que siguen, lógicamente, otras pautas, aunque no dejaremos de mencionar algunos ejemplos.
El humor que cultiva Consuelo Armijo entronca directamente con el nonsense y “es poco frecuente en la tradición literaria española en lo que se refiere a libros de niños; quizás habría que buscar un precedente en Antoniorrobles...” (6). “El humor- añade la autora- tiene que ser importante para todo el mundo. El humor es la mejor manera de salir a flote de la vida. El humor es una defensa. Los dramas también tienen su parte de humor” (7).
El “nonsense” puede definirse como un continuo de escenas y situaciones disparatadas, en las que las que las ideas e imágenes se engarzan de manera libre y sin ninguna lógica. Los personajes del nonsense nada tienen que ver con los cuentos de hadas y, si son estos, no siguen sus roles prefijados. La narración sigue los caminos de lo incoherente, absurdo y desatinados. Importa más lo sensorial y lo fantástico que lo racional. Son textos llenos de magia y de luz con personajes extraordinarios que pueden ser animales o seres distintos. Así, el nonsense guía al lector hacia la fantasía y juega con el idioma, con las palabras para provocar la sorpresa y el disparate continuos. “El nonsense –dice la autora- “sin sentido” en su traducción castellana, está definido en su mismo nombre. Es la literatura del disparate. En realidad yo escribo lo que me sale de dentro y no me he preocupado nunca de cuáles son las claves de mi literatura” (8).
Para Consuelo Armijo: “El nonsense está un poco en la vida; no sabemos muchas cosas: la luz, el espacio, la tierra... Una reacción puede ser el nonsense. Escribo nonsense para que la gente se cuestione su vida y me lo preguntan a mí por mis libros. Menos mal que hay que comer y trabajar para vivir, sino estaríamos pensando todo el día y esto no puede ser” (9).
Y es que para nuestra autora: “el mundo en que vivimos es un completo nonsense, ¡aunque lo veamos todos los días! Así que no está mal acostumbrar a la joven generación al nonsense, ya que, a lo mejor, la solución a todo este tinglado nos puede parecer ahora tan disparatada como a nuestros antiguos antepasados les parecería la idea de ver a un señor que está a miles de kilómetros con sólo apretar un botón, o que la tierra es un diminuto planeta, de una estrella catalogada como “enana amarilla”. Una pequeña estrella entre los miles de millones de estrellas de una de las innumerables galaxias”. (10)
Consuelo Armijo defiende la literatura infantil de una crítica o polémica que esperamos ya esté superada y añade que “el que escribe para alguien, que por edad u otros condicionamientos, tiene una mentalidad distinta a la suya, debe hacer continuamente un esfuerzo de adaptación a esa otra mentalidad, lo cual no resulta muchas veces fácil, ni todos los escritores son capaces de hacerlo” (11).
En suma, Consuelo Armijo valora la literatura para niños y añade, entre sus características que, “la principal es que guste a los niños, que atraiga su interés, que dejen a medio leer, sin recurrir a trucos manidos ni facilones o que transmitan violencia. Las formas de conseguirlo son infinitas y todas válidas. Dependerán de la personalidad, originalidad, creatividad y forma de escribir del autor. Si además de eso también transmiten otros valores como sentido del humor, poesía, ironía, tolerancia, etc., pues tanto mejor” (12).
Consuelo Armijo define el paisaje de su literatura: “Con colores, lleno de colores. Y con mariposas, y con mar, con la montaña, con gente que no esté atada a la tierra, que puede volar, que puede saltar, que no tiene ligaduras. Con personas buenas, sin envidias, sin trampas. Un mundo sin obstáculos. Una utopía” (13).
II. “ESPERO QUE NO CREÁIS QUE ES UN BICHO”(PERSONAJES SORPRENDENTES)
Si Consuelo Armijo puede ser identificada con un personaje, no nos quepa duda que será el batauto. Los batautos son su creación más afortunada, aunque no fue fácil –como nos cuenta ella misma- que le aceptasen el original: “Me costó mucho publicarlos. Nadie quiso hacerlo hasta que no me concedieron el premio Lazarillo” (14).
Pero ¿quiénes son los batautos? Aunque los ilustradores no ayuden mucho –cada uno opta por un tipo de figura-, Consuelo Armijo trata de centrarlos, de una manera general y equívoca, quizá para despertar aún más la curiosidad en el pequeño lector. Se trata de unos personajes que no siguen un comportamiento convencional y que son deferentes y extraordinariamente divertidos: “Los batautos son unos seres verdes con orejas al principio de la cabeza y pies al final del cuerpo y que hacen batautadas. Sí, todos los días hacen un montón de ellas, y si vosotros leéis este libro conoceréis muchos montones de batautadas” (Los batautos hacen batautadas, pág. 6). Viven en Butibato –“que es donde van los globos que se escapan” (Los batautos en Butibato, pag. 6)- y son unos seres bondadosos y amistosos, que llevan unas existencia tranquila y que aprecian las cosas sencillas de la vida: una chocolatada –aunque sea de naranjas-, una naranjada –aunque sea de chocolate-, un desfile improvisado, una buena merienda, unos premios sin utilidad, un paseo por el campo...
Entre los batautos más sobresalientes destacan cinco nombres que son los protagonistas de las historias:
-Peluso, que es el intelectual del grupo, algo presumido, a veces pedante, con un punto de vanidad, muy dado a las rimas y el mejor amigo de Buu.
-Buu, tímido e ingenuo, muy influenciable y el mejor amigo de Peluso.
-Don Ron, el más anciano de todos, que se autoproclama rey que tiene unas ideas bien disparatas. Don Ron colecciona sonrisas de sus súbditos y le encanta que lo saluden con una voltereta.
-Erito, el batauto más gruñón, que siempre protesta por todo, que nunca se muestra de acuerdo, pero que acaba cediendo en casi todas las ocasiones.
-Gusi, el patoso entre los batautos, un poco miedoso e inocente.
-Pizcochón, el más joven, el que llega en el último libro publicado hasta el momento y del que, por ahora, poco sabemos.
Pero mejor que nos los presente la propia autora:
“Don Ron es el rey, y tiene tantos años, que se ha olvidado dónde tiene la cabeza y dónde los pies.
Peluso es muy listo (por lo menos eso se cree él), fue el que inventó la cometa, como pronto vais a ver.
Buu es su amigo íntimo, y todo lo que dice Peluso se lo cree. ¡Pobre Buu! ¡Así le va a él!
De Gusi cuentan que un día estaba tumbado en el suelo y se cayó. ¿Qué cómo fue? ¡Así le va a él!
Erito es muy sensato y un poco malhumorado” (Los Batautos hacen batautadas, pág. 6).
Las relaciones entre estos seres son muy cordiales, aunque cada uno tiene su propia personalidad y criterio; así resulta muy divertido ver cómo Peluso y Buu opinan uno del otro de “no comprende las cosas” y acaban cediendo por amistad.
Para los batautos los niños son seres extraños que definen así: “Unos seres raros que viven en ciudades o pueblos en lugar de vivir en los bosques y que, en vez de tener orejas encima de la cabeza, la tienen a los lados” (Los batautos, pág. 72). Y es lo lógico porque en Butibato, los niños serían tan estrafalarios como aquí los batautos. Se trata de saber comprender las cosas, como diría Peluso.
Otros personajes estrafalarios son los Machafatos, que protagonizan distintas historias y que son 10 en total. Se caracterizan por tener el pelo largo y rosa. No necesitan dormir y casi ni respiran. Comen poco –pero son extremadamente golosos- y les afecta una enfermedad misteriosa: el parampampé. Les gusta caminar y observar el mundo porque son curiosos por naturaleza y se desplazan de manera ordenada, en fila india, los pequeños delante y los mayores detrás. Gracias a los Machafatos, el niño conocerá campos, montañas, ríos, valles, carreteras; verá como pasan las estaciones, cómo llegan las tormentas, cómo, en suma, se sucede el devenir en el mundo.
Guiñapo y Pelaplátanos –en el libro del mismo título- son otros dos personajes estrafalarios, propios del guiñol. Guiñapo es una marioneta y Pelaplátanos el policía que la persigue. Se trata de una obra teatral que, salvando las distancias, entronca con la más pura tradición esperpéntica. Las situaciones salen de lo normal, los personajes aparecen desconyuntados, como marionetas; se ve el mundo a través de una máscara distorsionadora, aunque la imagen que ofrece no es dura ni dramática, sino graciosa y festiva.
Los personajes de Seráse una vez no siguen ningún comportamiento lógico, antes al contrario. Desde una vaca que se cree gallina hasta un pobre Santo, San Estanislao de Koska, que está tan tranquilo en su iglesia, pero que no le dejan en paz: “Ya llevará lloviendo una semana. En la iglesia se habrá formado una gotera que caerá justo encima de San Estanislao. Éste se constipará y dará unos estornudos tan tremendos que apagará las velas de San Jenaro. Al final tanta agua caerá que todo se inundará, y el alcalde tendrá que llamar a los bomberos” (Seráse una vez, pág. 33).
Y, aunque podríamos mencionar otros personajes curiosos como el osito Mone o el Mono Imitamonos, nos detendremos en el último título hasta la fecha de la autora, Marabato. Pues bien Marabato es otro tipo estrafalario, al que le gusta comer zapatos y que es de difícil descripción: “Marabato es como un perro con manos, solo que no tiene rabo, y de cara, ¡vamos!, es que no les parece nada. Su cuerpo también es diferene. Ahora, todo lo demás es igual.” (Marabato, pág. 122). Ahora bien, por si fuera poco: “Marabato tiene tres amigos: uno rojo, otro verde y otro amarillo” (pág. 7).
III. “AL INSTANTE SALIÓ LA FOTO DE UN NIÑO” (PERSONAJES HUMANOS)
Por las páginas de los libros de Consuelo Armijo también desfilan niños y adultos –en especial ancianos- aunque no se trata tampoco de seres cotidianos que nos podamos encontrar, por ejemplo, en una esquina, en absoluto. Ahí están Mercedes e Inés que protagonizan las más deliciosas aventuras. Inés es una niña e Inés es su vecina, medio bruja o bruja del todo. Las dos se lo pasarán muy bien haciendo de las suyas.
El Pampinoplas nos cuenta las vacaciones de Poliche en casa de su abuelo. Lo que parecía que iban a ser unos días aburridos, se convierten en mágicos de la mano del abuelo que sabe como divertirse y del Pampinoplas que no para de enredar, aunque, al final, acaba descubriéndose y viviendo como un vecino más en el pueblo. En un momento del cuento, los vecinos –casi todos mayores- deciden dar una fiesta para el niño y resulta conmovedor ver cómo todos vuelven a ser niños: “Pero Poliche no tuvo tiempo de contestar porque en ese momento apareció Anacleta vestida con un delantalito rosa y saltando a la comba. Detrás iba el abuelo vestido de marinero y con el pelo pintado de negro, igualito al niño de la foto. Luego venían Luis y doña Rufina (esta última con un aro) y el alcalde y don Luciano y otras cuantas personas más, todos vestidos con trajecitos cortos de alegres colores, y se pusieron a jugar al corro, la mar de retozones” (El Pampinoplas, pág. 71-72).
En Viriví se combinan los humanos con los seres mágicos, así llegan las hadas que ayudan a la gente o las brujas que deshacen las camas. En Viriví vive don Rilito que tiene una máquina que hace cosas –como pintar todo el pueblo de rosa-, también doña Botines –que quiere un vestido de volantes aunque así se ve muy gorda- y su marido, Celestino, que siempre se disfraza. Están el perro Mamarracho y su dueño, Salustiano. También la gata Natillas y su dueña Natalia, que olvida preparar las rosquillas y todo el pueblo se queda sin merendar.
Y dejamos para el final a Aniceto, que nos parece un personaje de gran interés. Aniceto es un héroe completamente atípico, una especie de antihéroe porque no concentra en sí ninguna cualidad especial, siempre tiene muchos miedos absurdos que casi le impiden actuar (“La clase quedó en silencio. Aniceto sumó con los dedos y le salieron cuatro, pero como nadie decía nada él también calló. ¡La pregunta debía de ser dificilísima! ¡Seguro que se había equivocado!” (Aniceto, el Vencecanguelos, pág. 10). Aniceto (“¡Huy, qué nombre tan feo!”, pág. 5) no tiene –a simple vista, no nos engañemos- ningún matiz positivo: sus compañeros se ríen de él, tiene un extraño miedo al ridículo y se inventa aventuras imaginarias que sólo él resuelve:
-sólo se dedica a ganar carreras y así es fácil ser el vencedor: “Jugó a que hacía una carrera de saltos con todos los demás niños del parque. Saltó por encima de los armarios, pasó rozando las lámparas y, naturalmente, ganó. La gente aplaudía y sus compañeros se pusieron verdes de envidia” (pág. 6).
-cree que lucha contra un dragón, que no es otro que su propio miedo y lo vence con obstinación.
-cree que su profesor de química es un brujo porque él no entiende nada, hasta que se da cuenta de que lo que le falta es estudio.
Y así se suceden más aventuras, contra los salvajes (los vecinos de arriba), contra sus tíos (hasta que descubre que son personas normales), contra un león, contra el Parrisclisclás... Gracias a su poderosa imaginación, que él utiliza como bandera, consigue vencer los obstáculos, las dificultades y deduce cosas muy importantes como que hay que luchar contra la adversidad, aunque no siempre se gane: “Se había dado cuenta de que ser un niño que piensa es mejor que ser un loro de repetición. Aunque a veces se equivoque uno, ¡caramba!” (pág. 19).
Aniceto representa una especie de desdoblamiento de conciencia y se dedica a crear tipos con los que luchar o enfrentarse; los mismos seres reales son vistos desde la óptica fantástica (Manuel: rata de dos patas, profesor: brujo). Aniceto, héroe y oponente en uno mismo, vence al final porque él es el señor de sus sueños, porque el oponente –la vergüenza, el temor, el miedo a hacer el ridículo, el sentirse inferior- irán desapareciendo conforme él se haga mayor. Él mismo, al final de cada capítulo, concluye que no hay que tener miedo a ciertas cosas. Los canguelos, sus únicos oponente reales, serán vencidos al final, como ocurrirá seguramente, con los canguelos de todos los Anicetos del mundo, que son legión, aunque se sientan solos e incomprendidos muchas veces: “-¡Ni dragón ni canastos! –dijo la madre-. Vete al parque a jugar. En casa no haces más que estorbar” (pág. 7).
Y es que Aniceto, con sus 10 años, es un niño que cae bien desde el principio, aunque siempre esté en la luna, aunque sea un aventurero imaginativo, aunque sueñe despierto. Es un niño con el que resulta fácil identificarse porque va al colegio, porque rompe cosas en casa, porque tiene problemas con la química, porque imagina cosas raras. Es un pequeño quijote y, como tal, representa la otra cara de lo humano: la de los soñadores, la de los pensadores, la de los idealistas y sensibles. Consuelo Armijo conoce muy bien la psicología infantil y conecta bien con los niños porque es fácil identificarse con un héroe que no lo es, que sólo es un niño al que, alguna vez, se le caen los canapés y las cosas.
Aniceto es la historia de un niño normal, que no hace nada de extraordinario, que no corre mil aventuras, que no es valiente ni arriesgado, que no tiene problemas familiares, que, simplemente, se esfuerza por crecer, hasta que un día se convierte en hombre: “Sintió, bueno, sintió, sintió que ya no era niño. Que empezaba a ser un hombre” (pág. 155).
IV. “ES QUE NI PARECIDO” (USO DEL IDIOMA)
Consuelo Armijo, acaso como pocos escritores dedicados a la literatura infantil, sabe jugar con las palabras, las lleva de la mano y les da una nueva forma, una nueva función, un brillo inusual y distinto. A este uso sorprendente y llamativo, el Dr. Juan Cervera lo llamó “efecto tropezón” (15) ya que el lector no queda al margen de la lectura; es más, se extraña y ha de volver a leer porque algo le llama la atención y le provoca risa. Y es que Consuelo Armijo echa mano del absurdo, de las fórmulas que, aparentemente son ilógicas; pero que, si las miramos bien, no carecen de coherencia, dentro del mundo mágico en el que se mueve. Así, “puesto que uno y uno eran dos, una y una tenían que ser “das”, aunque esto último había muy poca gente que lo supiera” o “Te haré primer ministro, Buu [...] –Y yo a ti, menestra –dijo, pues esa palabra le sonaba mucho” (Los Batautos, 45, 52). Pero veamos más ejemplos:
-en Más Batautos: Don Ron dice que prepara manzanilla ¡apretando una manzana!, “que pasa de manzana a manzanilla” pág. 12) o va a conseguir cosecha de arroz con leche porque ha plantado varias semillas de arroz mojadas con leche (pág. 13).
-en Seráse una vez “estará ya llegando la secon-vera, que es la que viene después de la prima-vera” pág. 21) o la vaca Robustiana se pregunta: “¿Cuándo llegará el vea-sí?” (pág. 43) o “A lo que pasará ese día lo voy a llamar la incursión, pues en vez de irse las vacas del prado, resultará que vendrá gente a él” (pág. 63) o “las vacas son pacientes porque pacen y producen paz” (pág. 92)
-en Marabato, su tía se iba a pasar este fin de “mesemana” (pág. 31) y Marabato no tiene pesadillas, sino “peladillas” que “están encerradas en nuestra cabeza sin que nos demos cuenta, y por la noche se escapan y flotan” (pág. 63)
Consuelo Amijo da distintos usos a las palabras, las cambia o modifica según su intención: “a Erito le había dado un ataque de iriostincracia” (Los Batautos en Butibato, pág. 53), “Y como Marabato pesa muy poco, pero que muy requetepoco, pero que muy requetepoquísimo, el viento se lo lleva lejos, pero que muy requetelejos, pero que muy requetelejísimos” (Marabato, pág. 11) o “su cumpleaños era dentro de dos meses, el día bifertino” (Los Batautos en Butibato, pág. 79) o “soy un tonto-retonto, un borrico.mulo”, se insulta Erito a sí mismo (Los Batautos en Butibato, pág. 62). Acude también a expresiones muy coloquiales cuando lo precisa: “remilgás”, “urdinarias”, “preñás” (en Seráse una vez) o frases: “¡Jesús, qué despendolo!” (El Pampinoplas, pág. 22).
Es muy dada también a las rimas que intercala en distintos momentos para imprimir un tono más musical al texto: “... el conquistador, a quien todo el rato le está latiendo el corazón. Y el dragón se puso tan contento que corrió a ponerse un sombrero” (Guiñapo y Pelaplátanos, pág. 98 y ss). Las rimas favorecen también el efecto cómico, así lo vemos continuamente en Marabato: “Y se dice que su tía se fue de turista a la Argentina , se gastó el resto de la lotería y lo pasó de maravilla” (pág. 36).
Sin duda, la onomatopeya es también muy empleada por nuestra autora (ay, cucú, tristrás, bub, tararí, pon pon, huy...) o exclamaciones: “¡Zambombas y panderetas!” y nombres y palabras raras: requetebrustispático, escalamochar y muchas más.
El idioma que emplea Consuelo Armijo es rico en imágenes. Así, se halla muy cerca de la greguería porque utiliza creaciones metafóricas llenas de gracia y de humor:
“El sol es una moneda de oro cayendo en una hucha” (Marabato, 76), “¡Las personas son plantas en libertad!” (ibid, pág. 77), “La noche es un mar negro sobre el que flotan las estrellas y los sueños” (ibid, pág. 60). La metáfora no es infrecuente en sus textos (“Saldrán las misteriosas estrellas, esos puntos que son inmensos mundos” (Seráse una vez, pág. 53; “La lluvia que caía ese día era una lluvia de colores, una lluvia de emociones, una lluvia de vida” (se refiere al confeti en Marabato, pág. 46) . No es infrecuente la comparación (“se cayeron rodado cual croquetas por la montaña hasta llegar abajo” (Los batautos, 28), “estaba tan negro como una mora madura, o un señor de África o un traje de luto (sólo que sin botones) (El Pampinoplas, pág. 46). Tampoco son ajenas a Consuelo Armijo las derivaciones y los juegos de palabras: “beberse algo que gusta da gusto” (Los Batautos en Butibato, pág. 78) ni las antítesis, hipérboles, personificaciones o concatenaciones. Tampoco es raro encontrar pequeños poemas o cancioncillas en sus páginas.
Resulta divertido observar como, por ejemplo, los batautos consideran los idiomas conocidos por nosotros como secretos. Veamos la cita que vale la pena: “Y Peluso empezó a pensar en todos los idiomas secretos que sabía existían: el alemán, el ruso, el japonés, que eran hablados por los alemanes, rusos y japoneses para que los extranjeros no los entendieran...” (Los Batautos en Butibato, pág. 52).
Consuelo Armijo, como ya dijimos en otra ocasión (16), emplea un léxico normal en su forma pero no en su uso. Constantemente interviene la función metalingüística, ya que algunos términos han de explicarse otra vez porque domina la arbitrariedad –nunca como hasta ahora se demuestra que el signo lingüístico es arbitrario-. Por ejemplo, en Los Batautos hacen batautadas los meses no son de 30 días, existe una flor que se llama zazal, las calles se cuentan por pinos y se conocen las vitaminas P y T.
V.“ESTO QUE OS VOY A CONTAR...” (ESTRUCTURA Y FORMAS DEL DISCURSO)
Una característica de los libros de Consuelo Armijo es que suele dividirlos en breves capítulos que se pueden leer de forma independiente, que presentan, por así decirlo, un universo semántico cerrado. Estos capítulos tienen un título propio y sólo se relacionan con el resto por los personajes que intervienen. Por lo tanto, no se trata de relatos clásicos –en la mayoría de las ocasiones-; de ahí que, pese a tener un argumento completo, no pueda hablarse de su división en planteamiento, nudo y desenlace.
El tono oral es importante en estos relatos, como lo es también la presencia de la autora que aparece continuamente, en primera persona, para explicarnos, para contarnos, para mostrarnos aquello que le interesa que sepamos o que conozcamos: me refiero, yo tampoco, no sé muy bien,... Hay también interpelaciones a los lectores: “si supierais, y os tengo que decir, te lo iré, os voy a contar, en secreto os diré, como habréis adivinado”... La interacción con el lector es continua: “Quizá, si sigues leyendo esta historia, halles la verdad. Si has acertado, pídele a tu madre que te compre un chupa-chups de recompensa, y si no, pídeselo también, porque eso siempre sabe bien” (Más batautos, pág. 94).
Los Batautos en Butibato nos ofrecen un caso curioso porque los batautos saben de la narradora y se vuelven algo orgullosos y pretenden que siga escribiendo sobre ellos. Es algo como lo que sucede con otro de los personajes de la literatura infantil actual, Manolito Gafotas: “Le podríamos mandar uno a esa que escribe nuestros libros, a ver si espabila” (pág. 13) , “Bueno, no es que yo esté enfadada, pero creo que los que debían espabilar son ellos, y darse cuenta de que en días de viento es muy peligroso mandar un globograma, porque se puede desviar. Y que si sé todo lo que os estoy contando, no es porque haya recibido su mensaje (que vaya usted a saber dónde ha ido a parar), sino porque, como ya os dije en otro libro, hay noches que se me llena la cabeza de batautos y veo todo lo que les está pasando” (pág. 17).
Ahora bien, el colmo de la narración lo tenemos en Seráse una vez donde se cuentan distintas historias en futuro porque no han ocurrido aún; ésa es la transgresión absoluta. Ya no se trata del “hace muchos años ocurrió” o “en tiempos antiguos” o esas fórmulas de apertura de los cuentos que todos conocemos, sino que es al revés: “Esto que os voy a contar no pasó hace muchos años, como la mayoría de los cuentos. ¡Qué va! Pero lo más extraordinario es que tampoco pasó hace pocos años. ¡Ni hablar! Esto que os voy a contar está por pasar, o quizá no pasará nunca jamás. ¡Vaya usted a saber! Pero lo que yo voy a hacer es empezar de una vez” (pág. 13).
Consuelo Armijo utiliza pocas descripciones, ya que lo más importante es la narración que intercala entre diálogo y diálogo a manera de pequeñas pinceladas a base de fases simples, la mayoría de las veces. Tanto el diálogo como la narración aparecen llenos de dinamismo: “Así que volvió a su casa y para compensar el descuido se tomó tres zumos de naranja, tres tostadas con mantequilla y mermelada y tres tazas de chocolate muy espeso. Después de eso, se sintió tan requetecontento que dio un salto tremendo y se pegó contra el techo” (Los Batautos hacen batautadas, pág. 46)..
VI.“EMPEZÓ A SACAR UNAS COSAS PRECIOSÍMAS” (LA LÓGICA DE LO ABSURDO)
La mayoría de los relatos que estamos analizando, tienen a la propia Consuelo Armijo de observadora, incluso, a veces de protagonista o, al menos, de punto de partida de la obra: “Yo estuve a punto de ponerme también un letrero de frágil en la frente, para que tuvieran cuidado conmigo y no pusieran paquetes en lugares de paso, donde podía tropezar y hasta caerme”. (Guiñapo y Pelaplátanos, pág. 10).
Ella, la narradora es quien recoge, con sus palabras, los comportamientos y las aventuras de un puñado de seres estrafalarios que sólo ella y los niños pequeños e imaginativos pueden ver. Y lo hace así tanto en las narraciones como en las obras de teatro, que siguen un ritmo ágil y contienen unas acotaciones llenas de sugerencias e, incluso, propician la participación del público infantil porque, queda claro, que ella escribe para los más pequeños, para los niños de 5 a 7 años, pero también para todo aquel que tenga curiosidad y quiera participar de la más pura fantasía. Y es que no hay nada imposible para Consuelo Armijo. Es una especie de hada que con su varita mágica, hecha de palabras, transforma el mundo y la realidad. En su propio universo creativo el absurdo, lo más imposible, lo más extraordinario, de repente, adquiere categoría de lógica aplastante en otro lugar, en otra dimensión, en el país donde viven los personajes que protagonizan estas aventuras. ¿O es que nos habíamos creído que sólo lo que ocurre en nuestro mundo es real?
Consuelo Armijo es capaz de darle la vuelta a todo y que las cosas más ilógicas cobren veracidad; incluso se permite alguna trasgresión y muchos guiños al lector espabilado:
-“-La escuela, ¡qué tontería! Es más divertido subirse a un pino y ver a los pájaros en sus nidos” (Marabato, pág. 58).
-“Pero el abuelo entendió la respuesta. Eso quería decir que sí que lo había aprendido en jueves. Pero no le importó, lo cual era normal, dado que la cosa no tenía importancia; lo anormal hubiera sido que le hubiera importado” (El Pampinoplas, pág. 10).
-“Erito no estaba allí, pero en un pedestal en medio de la habitación se hallaba el caramelo. En el pedestal estaba escrito: “Primer Trofeo Partida de Canicas”, y enmarcando el caramelo había una cinta blanca con la siguiente inscripción: “Lo importante es la técnica, la técnica es lo que importa” [...] Ese caramelo es un símbolo” (Los Batautos, pág. 112).
-“Desde entonces, la buena y antigua costumbre de dar volteretas volvió a quedar implantada para siempre” (Los Batautos, pág. 123).
-“Precisamente la corona buena del domingo. Esto me pasa por ponérmela hoy, que es jueves y no tocaba” (Los Batautos en Butibato, pág. 30).
Consuelo Armijo es una narradora irónica que no cree en verdades inamovibles. Así, el pobre Peluso no puede dormir por pensar demasiado: “Estaba casi amaneciendo cuando, por fin, Peluso, víctima de la cultura, logró olvidar su gran problema y dormirse” (Más Batautos, pág. 30). En otro momento, incluso, se cuestiona el propio proceso creativo: “Estaba empezando la primavera, y para los espíritus elevados y poéticos, como el de Peluso, esta época era muy importante. Tan importante, tan importante era, que un día Peluso se levantó antes de que amaneciera, cogió papel y lápiz, se subió a una montaña altísima, desde la cual se dominaba un paisaje maravilloso, y se dispuso a escribir poesías a la luz del amanecer. Pero resultó que, por más que chupaba la punta del lápiz, cosa que otras veces había sido para él fuente de gran inspiración, no se le ocurría nada, y mientras el lápiz iba consumiéndose a fuerza de ser chupado, el papel seguía en blanco. En esto, Peluso dio un salto, luego tres estornudos, y luego empezó a escribir, sacando la lengua para ayudarse” (Más Batautos, pág. 40).
A Consuelo Armijo el tiempo no le importa y a sus criaturas tampoco. Es algo con lo que no cuenta porque esos seres siguen sus propios ritmos interiores: “Yo me acuesto cuando tengo sueño, y me levanto cuando me despierto. Nunca miro la hora”, dice Buu y Peluso añade: “Yo me acuesto cuando acabo de cenar, y me levanto cuando tengo ganas de desayunar. Tampoco miro la hora” (Más batautos, pág. 136-137).
Para luchar contra el tiempo, incluso, puede escribir en futuro, como ya hemos visto, una historia que está por suceder, en Seráse una vez. Pero, ni los batautos ni los otros seres ni la propia narradora lo pueden evitar: “Y mientras, muy despacito, sin hacer ruido, el tiempo pasaba y pasaba” (El Pampinoplas, pág. 90).
Los objetos, las cosas más absurdas cobran vida en sus relatos, bicis que no sirven en las cuestas arriba, máquinas que transforman el mundo, carros tirados de cabras lecheras, casas al revés, dados que marcan el siete, tortilla de zapatos, una casa con orejas y un puñado de objetos más que son el contrapunto perfecto para las aventuras estrafalarias. La hipérbole lo inunda todo, pero lo más curioso es que el lector se adapta y acaba aceptándolo como si fuese lo más natural del mundo. Ahí está una de las claves del éxito de Consuelo Armijo, de su vigencia, que transforma lo absurdo y lo convierte en cotidiano, al menos para sus personajes. Personajes que no desaparecen del todo porque el lector tiene la capacidad de invocarlos y de hacerlos volver a la vida una y otra vez: “¿En qué se convierten los personajes de los cuentos cuando los cuentos se acaban? ¿Serán esas minúsculas partículas de polvo que flotan en el aire y que solo se ven cuando el sol las ilumina? Te lo diré. No, ellos no son polvo, aunque flotan y revolotean por todas partes; y lo que los ilumina no es el sol, sino tú cuando piensas en ellos. Pero lo mejor es que si abres el libro siempre los encontrarás allí, dispuestos a volver a empezar” (Marabato, págs. 121-122).
VII. “¿NO ERES MÁS FELIZ AHORA?” (VALORES)
Las peripecias que narra Consuelo Armijo no sólo nos interesan desde el punto de vista lingüístico –que es de una gran riqueza como hemos visto-, ni de la narración –que es dinámica y ágil-, sino también desde los valores que transmite. Y es que el poso que nos queda tras leer sus obras es de ternura, de amistad, de cariño y de comprensión. Todos los personajes nos dejan una huella de afecto, de buen humor, de risa, de alegría desbordante. Amistad y afecto entre Poliche y su abuelo, entre Poliche y las gentes del pueblo, amistad hacia el Pampinoplas que deja de hacer barrabasadas, afecto de Venurada hacia Guiñapo, comprensión entre las gentes de Viriví y las de Varavá, que acaban decidiendo, tras jugar un partido de fútbol, que los dos han ganado; amistad entre Salustiano y su perro Mamarracho quien le hace perder el temor; amistad entre Inés y Mercedes que transforman las cosas y el mundo; afecto entre los batautos; amistad de la tía de Marabato que proyecta un montón de camas en su nueva casa para todos los que quieran ir a dormir y amistad la que sienten los amigos de Marabato hacia él que, por ayudarle, le traen cosas imposibles: “Y entonces llega el Rojo, con sus rosas tan rojas, y el cuarto de Marabato se convierte en un rosal. Hay rosas rojas encima de la colcha, el armario, las sillas, la mesilla, las paredes, el suelo y hasta el techo. Las rosas brillan por la alcoba. ¡Todo huele a rosas! Qué a gusto se encuentra Marabato y... ¡sus narices se destaponan!” (Marabato, pág. 42).
El mundo mágico y sorprendente que Consuelo Armijo ha creado con sus palabras es el mundo donde se confunden los términos, donde no se está seguro de nada, donde es fácil encontrarse con cualquier ser u objeto extraños; es el mundo de la ilusión, de la fantasía; es el mundo de la infancia en donde todo es posible y es el mundo de los que no creen que, para crecer, haya que renunciar a ser feliz, a renunciar a ver el mundo con ojos de sorpresa, a dejar de tener sueños e ideales: “Esos son unos sueños muy bonitos. Son deseos que están encerrados en nuestro corazón y, si por el día no se hacen verdad, por la noche se escapan a flotar por el mar” (Marabato, pág. 62).
Los niños que lean las obras de Consuelo Armijo aprenderán, sin duda, a ser más observadores con las cosas, a mirarlo todo con ojos más poéticos porque todas las aventuras que nos narra, pese a la hilaridad que desprenden, están llenas de afectividad y de ternura.
NOTAS A PIE DE PÁGINA
(1)- “Garbancito”, diciembre 1987. Mes dedicado a Consuelo Armijo. Quiero agradecer a Consuelo Armijo quien me ha facilitado mucha información acerca de su obra, así como algunos de sus libros. De mismo modo, gracias a la profesionalidad de la Fundación Germán Sánchez Ruipérez.
(2). CLIJ, 41, pág. 14. “Celia era la única que me comprendía”, por Consuelo Armijo.
(3). Ibid, pág. 14.
(4). Peonza, nº 2, febrero 87.
(5). CLIJ, 42, pág. 12.
(6) Papeles de Literatura Infantil, nº 3, marzo 1987, pag. 3.
(7). Ibid. nota 4.
(8). Antonio García Teijeiro, “El humor y el disparate como vehículo literario”, en El Faro de Vigo, 22-2-86.
(9). Peonza, nº 2, febrero 87.
(10). Consuelo Armijo. “El nonsense, un arma contra las mentes cuadradas”, CLIJ, 45, pág. 31 (10). CLIJ, 42, pág. 12.
(11). CLIJ, 42, pág. 12.
(12). “Cuatrogatos”, nº 3, julio-septiembre 2000.
(13). Comunidad de Madrid, nº 15, 1994, pág. 37.
(14). En “Ya”, sábado 16 de enero 1988.
(15). Juan Cervera. Teoría de la Literatura Infantil , Bilbao, Mensajero, 1991, pág. 205.
(16). Anabel Sáiz Ripoll, “Literatura infantil en primera persona”, en “Alacena”, nº 27, 1997.
BIBLIOGRAFÍA MANEJADA
-Los Batautos, SM, (6 2001), (El Barco de Vapor, 9).
-Los Batautos hacen batautadas, Miñón, 1984, (Las Campanas, 54)
-Más Batautos, SM, (5 2001), (El Barco de Vapor, 99)
-Los Batautos en Butibato, SM, 1993, (Catamarán, 43)
-Seráse una vez, Espasa-Calpe, 1997, (Espasa Juvenil, 25)
-Aniceto, el vencecanguelos, SM, (11 1989), (El Barco de vapor, 19)
-Bam, bim, bom, ¡arriba el telón!, Susaeta, 1989, (Las Campanas,7)
-A Viriviví, Anaya, 1989, (El Barrufet Verd, 25)
-El Pampinoplas, SM, (34 2002), (El Barco de Vapor, 1)
-Guiñapo y Pelaplátanos, (2 2000), Bruño, (Alta Mar, 77)
-Marabato, SM, 2002, (EL Barco de Vapor, 119)
Muchísimas gracias por este artículo. Es mi autora preferida!
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