Mi hermana es una mofeta,
Berta Piñán – Francesca Assirelli,
Asturias, Pintar Pintar, 2011
“Nadie me avisó antes, nadie me dijo nada, pero desde el principio, desde que nació y yo la vi, supe que mi hermana era una mofeta”. Así, de esta manera directa, en primera persona, arranca el relato “Mi hermana es una mofeta”, escrito por Berta Piñán, originalmente en asturiano, e ilustrado por Francesca Assirelli.
La pequeña narradora cuenta, de una forma entre inocente y extrañada, como solo los niños pequeños pueden hacer, la sorpresa que supuso para ella tener una hermana que no respondía para nada a sus expectativas, puesto que, de alguna manera, los celos nublaron su visión y entendimiento.
De repente, perdió la intimidad con su madre y pasó a ocupar un segundo plano porque todos sus familiares, absolutamente todos, se sentían arrebatados por la hermanita. Es más, la llamaban cosas cursis e inexplicables.
Ahora bien, el secreto que la niña comparte con sus lectores es demoledor: su hermana es una mofeta. Gracias a sus clases de inglés con su profesora Luisi, aprende algunas características de las mofetas que aplica a su hermanita recién nacida porque nadie negará que los bebés no siempre huelen bien y ésa es la cualidad que escoge la narradora para metamorfosear a la hermanita: el olor de la recién nacida cuando se ensucia la aproxima a una mofeta. Y lo que le sorprende es que nadie sepa verlo. Es más, cuando le pregunta a su madre, en uno de esos momentos en que, por fin, están solas, si “la mofeta se quedará en casa”, no entiende por qué todos se enfadan con ella. No lo entiende pero tampoco quiere provocar tristeza en su familia porque es una niña sana y noble.
“Mi hermana es una mofeta” aborda, por lo tanto, el problema de los celos, de la llegada de un hermanito de una manera distinta y novedosa puesto que la autora se camufla tras la narradora y le da voz a una pequeña quien, de forma directa y sin barreras, cuenta cómo se siente. Es más, el juego tipográfico, con letras de distinto tamaño, contribuye a que se entienda la desazón de la pequeña. Nos parece un acierto el empleo de la primera persona que permite romper las barreras entre la protagonista y sus lectores.
Cuando, una noche, su padre pone las cosas en su sitio y le muestra que cada uno tiene su propio lugar, la pequeña decide ir a ver, en secreto, a su hermana y entonces, ya relajada, observa que la mofeta se va convirtiendo poco a poco en una niña que encandila, con su mirada, a la hermana mayor. Desde ese momento todo volverá a ser como antes; mejor, incluso. Se ha producido, por lo tanto, la aceptación de la hermana mayor hacia la pequeña. Se han superado los celos. Ha nacido la complicidad.
“Mi hermana es una mofeta” es un álbum precioso, tierno y muy apropiado para que los padres y madres que tengan o esperen un segundo hijo lo lean con los mayores. Trata de desdramatizar la llegada del hermano y eso que ha dado en llamarse la pérdida del trono. En esta ocasión, la princesa destronada acaba dándose cuenta de que ella también quiere a su hermanita.
El libro está ilustrado con dibujos que envuelven cada una de las páginas con su mensaje positivo y vital. El lector casi piensa que de verdad el bebé es una mofeta y casi es capaz de asistir a su transformación, de la mano del texto y, sobre todo, de las ilustraciones.
“Mi hermana es una mofeta”, en suma, es un título metafórico que ahonda en los problemas que pueden tener todos los hijos que dejan de ser únicos y trata de que los mayores nos pongamos en su lugar para comprenderlos y apoyarlos en ese proceso de cambio que supone hacer sitio en la casa, en la habitación y, por supuesto, en el corazón a un ser tan diminuto y desprotegido como un bebé, huela o no como las mofetas.
Publicado en Pizca de Papel
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