lunes, febrero 22, 2016

Una fiesta sorpresa
Pat Hutchins, Kalandraka, 2016 (Libros para soñar)

Todos hemos jugado alguna vez al juego del teléfono y nos hemos reído con las ocurrencias que se escuchan al final de la cadena y que, habitualmente, no tienen nada que ver con el mensaje inicial. Esto puede provocar la risa si es un juego, pero puede ser causa de malos entendidos si se trata de la vida real. 
No siempre sabemos guardar los secretos y, lo que es peor, no siempre los entendemos.Es más, no siempre merecemos ser los depositarios de los mismos.  Es el caso del conejo que, entre susurros, le confía al búho un secreto: "Mañana daré una fiesta. Es una sorpresa". El búho no solo no lo entiende, sino que se dedica a difundirlo al siguiente animal, una ardilla y este a otro y así sucesivamente. El mensaje suena igual, porque mantiene la misma rima y la misma estructura sintáctica, pero ya no forma parte de la intención de nuestro amigo conejo. Unos entienden que dormirá la siesta, otros que viajará con su maleta, que volará en avioneta, que montará en una mofeta, que entrará en la caseta y, finalmente, la rana, entiende que quiere ser poeta. La coletilla "Es una sorpresa", milagrosamente, se mantiene en todos los intercambios. Acaso todo se habría solucionado si el conejo hubiera hablando más alto y claro y el búho hubiera mantenido el secreto.
Esta sería la primera parte del cuento. La segunda equivaldría al retorno, es decir, cuando conejo quiere desvelar su sorpresa y empieza por el último animal que recibió el aviso, la rana, pero esta no lo deja ni acabar, convencida de que no le gustarán sus poemas. Lo mismo pasa con el resto de animales. Cada uno le responde según lo que ha entendido; pero nadie deja que termine sus explicaciones. Así, conejo vuelve a ver al búho, confundido y extrañado, y dice, muy alto que celebra una fiesta. En esta ocasión, todos se enteran y añaden, para colmo: "¿Por qué no lo has dicho antes?". El contraste entre el susurro inicial y el grito final es evidente.
Una fiesta sorpresa es el libro ideal para los prelectores y los primeros lectores. Como ha quedado demostrado, se trata de un relato acumulativo y encadenado que va de un personaje a otro hasta que retorna, a la inversa, hasta el final. En clave de humor, el cuento nos habla de la comunicación y de los problemas que pueden presentarse, en un grupo, si dan crédito a los rumores o a las falsas informaciones. Por lo tanto, hay que saber muy bien qué decimos antes de decirlo. Esa es una buena enseñanza para todos y, en Una fiesta sorpresa, se plantea con humor y mucha diversión.
Las ilustraciones, muy coloristas y llenas de pequeños detalles, se centran en los animales protagonistas, en sus aspectos, en la textura de sus pieles o plumas, en los primeros planos. Finalmente, el conejo, el búho, el pato, la ardilla, el ratón y el zorro aparecen unidos, en medio de una vegetación espléndida, dispuestos, por fin, a celebrar la tan cacareada sorpresa. 
Una fiesta sorpresa es un texto directo, fácil de entender, con elementos recurrentes que propician la memorización y, por lo tanto, la dramatización en clase. Sin duda, una obra teatral basada en el libro sería un éxito en infantil e, incluso, en los primeros cursos de primaria.
Por encima del humor y de la fuerza de las imágenes destaca la importancia de la comunicación. Esta vez entre animales; pero, sin ningún problema, se podría aplicar a las personas. Para que el intercambio de información fluya debemos comprender muy bien qué nos quiere decir el emisor y, si no, le volvemos a preguntar. No nos vaya a pasar como al buen conejo que si se descuida se ve obligado a escribir poemas, a salir de viaje o a montar sobre una mofeta.

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