martes, enero 15, 2013



Cuaderno de tierra firme,
Anjel Lertxundi
Alfaguara-Serie Roja, 2001.
 

Anjel Lertxundi, en “Cuaderno de tierra firme”, nos ofrece en forma de muy breves capítulos algunas piezas importantes para entender la vida de un hombre, en este caso la vida de Román Corta. En una tercera persona muy diluida, el narrador nos cuenta cómo Román, un escritor, encuentra, paseando por la playa de Zarauz, una botella con un mensaje dentro. Este hecho anecdótico no tendría nada de especial si no fuera porque tropieza con una persona meticulosa, de imaginación asombrosa y herida por la enfermedad. Román ha sufrido un infarto recientemente y debe cuidarse, por eso pasea y por eso tiene tiempo para reflexionar más allá de lo que los ojos ven.
El relato nos habla de una pasión, la pasión por conocer, pos saber, por entender que hay más allá de las apariencias. Román se siente atrapado por el mensaje de la botella y, de forma obsesiva, trata, con todos los medios que tiene a su alcance, de encontrar quién es el tal Pata de Palo que firma el mensaje.
“Cuaderno de tierra firme” no es una novela regular porque no interesan mucho las cosas que pasan, sino las que se recrean en la mente de Román. Sus lecturas, sus afectos, sus frustraciones, sus miedos y sus pequeñas victorias todas salen a la luz, salen a su encuentro conforme trata de profundizar en ese mensaje.
El texto está escrito de forma natural, asombrosamente diáfana, pero también poética porque Román puede ser cualquiera de nosotros. Sufre las miserias que sufren los cuerpos, pero no deja que su corazón interfiera y, sin saberlo, va construyendo una crónica emotiva y emocionante de su propia vida, de sus fantasmas interiores, de la mujer que siempre ha amado y que no le correspondió, Pilar; de esas pequeñas cosas, en suma,  que hacen que la existencia sea distinta siemre y, a la vez, tan igual.
En “Cuaderno de tierra firme” hay  un homenaje claro a la literatura, a la “Isla del tesoro” y a las novelas de aventuras, pero también a los cronistas de Indias e, incluso, a los conquistadores. Es también un tributo a los marinos vascos, aunque repasa fragmentos de historia cercana y antigua. Porque una vida, como la de Román, como la nuestra, no va en línea recta, sino que está formada por muchos cristalitos, como un caleidoscopio.
La vida de una persona puede cambiar por un azar, por algo breve y casi imperceptible, la vida de Román cambió por una botella que contenía un mensaje, aunque el mensaje, bien mirado, era lo de menos, ya que lo que importa, lo que le importa al lector, es asistir a la crónica de una pasión, la pasión por existir, por ser… aunque sea por poco tiempo.
El libro, escrito inicialmente en vasco, está traducido al castellano por Jorge Jiménez Bech.
Excelente novela, intimista, tierna, llena de humor y algunas pinceladas de ironía. Una buena compañía para cualquier tarde de invierno. ¿Por qué no ésta misma?

1 comentario:

  1. Hay que reivindicar las novelas donde no pasa nada, tan defenestradas por el gran público. El lirismo, las pausas, lo sugerente, la hondura, son elementos que pueden contribuir a hacer de una novela, una magnífica novela, más que todas las novelas instalada en la vorágine acelerada de la acción argumental. Gracias por la recomendación, Anabel.

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