Este artículo lo publiqué en CLIJ (”Todo puede ser real o no serlo” (Análisis de la obra de Laura Gallego)”, año 18, número 188, diciembre 2005, pp. 7-25). Pienso que es un buen momento para retomarlo y celebrar así el Premio Cervantes chico de este año
“TODO PUEDE SER REAL O NO SERLO”
(ANÁLISIS DE LA OBRA DE LAURA GALLEGO)
Anabel Sáiz Ripoll
Doctora en Filología.
Profesora IES Jaume I (Salou)
“... ERA MEJOR CREER EN ALGO, EN CUALQUIER COSA, QUE NO CREER EN NADA” (INTRODUCCIÓN)
Con Laura Gallego García, nacida en Quart de Poblet, Valencia en 1977, la magia, lo maravilloso y la fantasía se convierten en ingredientes propios, que crecen al lado de lector y se instalan en su mente y en su corazón. Con Laura, y gracias a ella, nada no extraña, todo nos conmueve y somos capaces de entrar en un mundo lleno de sugerencias, de voces, de fenómenos, de seres extraños, pero también de amistad, de amor y de superación personal.
Laura Gallego cultiva –o mejor dicho, crea una simbiosis entre géneros- el relato fantástico, el maravilloso y también, ocasionalmente, el de ciencia-ficción.. Recordemos, antes de seguir adelante, aunque sea de una manera superficial, como podemos definir este tipo de relatos. El relato fantástico sería “aquella narración en la que lo extranatural (sobrenatural o sobrehumano) aparece como una ruptura de la coherencia universal que da la explicación científica y racionalista de la naturaleza y sus fenómenos, y que suele producir cierta perplejidad. (...) Lo fantástico está ligado en cierta medida al escándalo que nos produce la vacilación de aceptar lo inaceptable y creer lo increíble. En sentido estricto, pues, lo fantástico requiere el advenimiento de un elemento sobrenatural en un mundo regido por la razón, de modo que si esta irrupción de lo sobrenatural no transforma nuestra cómoda seguridad racional provocando unos instantes de vacilación y perplejidad ante lo insólito, es que dicho relato, propiamente hablando, no tiene cabida en la narración fantástica” . El relato maravilloso, por su parte, podría definirse como “Aquel cuyo argumento, acontecer y personajes se sitúan donde la ruptura de la lógica cotidiana, la transgresión de la coherencia de las leyes que rigen nuestro universo (encantamientos, magia, metamorfosis, brujería, lo invisible, las alteraciones, de la causalidad espacio-temporal...) son aceptados como fenómenos tan normales y naturales que mueven a aceptar esta irrupción de lo sobrenatural sin la menor sombra de vacilación o incertidumbre” . Roger Caillois apostilla un poco más y nos diferencia entre ambos: “El mundo de las hadas es un universo maravilloso que se añade al mundo real sin atentar contra él ni destruir su coherencia. Lo fantástico, al contrario, manifiesta un escándalo, una rajadura, una irrupción insólita casi insoportable en el mundo real. Dicho de otro modo, el mundo de las hadas y el mundo real se interpretan sin choque ni conflicto... El cuento de hadas sucede en un mundo donde el encantamiento se da por descontado y donde la magia es la regla. Allí lo sobrenatural no es espantoso, incluso no es sorprendente puesto que constituye la sustancia misma de ese universo, su ley, su clima. No viola ninguna regularidad: forma parte de las cosas, es el orden o mejor dicho la ausencia de orden en las cosas... En lo fantástico, al contrario, lo sobrenatural aparece como una ruptura de la coherencia universal. El prodigio se vuelve aquí una agresión prohibida, amenazadora, que quiebra la estabilidad de un mundo en el cual las leyes hasta entonces eran tenidas por rigurosas e inmutables. Es lo Imposible sobreviniendo en un mundo de donde lo imposible está desterrado por definición... En una palabra, nace en el momento en que cada uno está más o menos persuadido de la imposibilidad de los milagros” .
La literatura de Laura Gallego, atendiendo a las definiciones anteriores, más bien se puede considerar maravillosa, aunque es difícil delimitarla, ya que muchos de sus personajes sí se escandalizan ante la maravilloso y no lo admiten; en cambio sí lo admite el lector. Haciendo un juego de palabras diríamos que es una literatura “maravillosamente fantástica”. Es más, como decíamos, aunque, hasta ahora aún sea pocas veces, también acude al relato de ciencia-ficción. No obstante, ella misma siente la añoranza de no haber sido amadrinada por algunas hadas, al estilo de “La Bella Durmiente”, y así nos lo cuenta: “Cuando yo nací, hace 21 años, no hubo hadas madrinas que me auguraran un futuro prometedor; tampoco hubo estrellas fugaces ni terribles tormentas que anunciaran que yo me había asomado al mundo por primera vez; y nada hacía presagiar que durante mi infancia yo sería una niña rara sin más amigos que los libros y un compañero imaginario del que todavía no he tenido el valor de desprenderme” .
“NO SE TRATA DE DAR RESPUESTAS, SINO DE PLANTEAR PREGUNTAS” (ALGUNOS DATOS SOBRE LA AUTORA)
Laura Gallego es licenciada en Filología Hispánica y, en la actualidad, prepara su tesis doctoral sobre las Novelas de Caballerías. No obstante, la literatura se ha cruzado en su camino y aventuramos que tratará de compaginar su tarea como filóloga con la actividad creativa, aunque es posible que venza ésta última. Su producción es ya amplia y cada vez más interesante en cuanto a contenidos y planteamientos. Entre sus muchos títulos, que podemos consultar en su página web , cabe mencionar, sin hacer la lista exhaustiva, Finis Mundi, La leyenda del Rey Errante, Crónicas de la Torre (formadas por El Valle de los Lobos, La maldición del Maestro, La llamada de los muertos y precedidas por Fenris, el Elfo), El coleccionista de relojes extraordinarios, La hija de la noche, Las hijas de Tara, Memorias de Idhún. La resistencia y la recientísima –y novedad editorial muy esperada- Memorias del Idhún. La tríada . Ha escrito y publicado también para los más pequeños, aunque aquí no aludiremos a esta faceta.
Es una autora muy joven, y que quizá deba estar ya harta de que se le recuerde esa juventud como si fuera una enfermedad, un defecto o un lastre, cuando debería ser todo lo contrario. No obstante, con 21 años, en 1998, ganó el Premio Barco de Vapor con Finis Mundi y eso le abrió muchas puertas, es evidente, aunque si no hubiera tenido nada qué contar, aquí se habría acabado su incipiente carrera. No obstante, Laura Gallego volvió a ganar este premio en el año 2001 con La leyenda del Rey Errante y entonces sí que se empezaba a asentar su universo creativo. La propia escritora así nos lo cuenta: “El primero (refiriéndose al Premio) me pilló completamente por sorpresa. Cuando todo volvió a la normalidad, empecé a preguntarme si no habría sido todo un espejismo... Porque seguía publicando cosas, pero la gente me decía que Finis Mundi seguía siendo mi mejor obra. No importaba cuánto me esforzase, nunca lograba escribir nada mejor. Así que volví a presentarme al concurso. No era para demostrar nada a nadie, sino para probarme a mí misma y asegurarme que no había sido casualidad, de que puedo seguir escribiendo porque es lo que realmente se me da bien. Estoy en una edad en que empiezo a plantearme si hay vida después de la Universidad. Podría decirse que este premio ha respondido a muchas de mis preguntas al respecto” .
Detrás de los títulos de Laura Gallego hay todo un bagaje de lecturas que han dejado un poso en su manera de hacer, desde sus lecturas infantiles y juveniles (Los Cinco, La historia interminable, El señor de los anillos, Joan Manuel Gisbert...) hasta sus lecturas universitarias (Chrétien de Troyes, las novelas artúricas, las novelas de caballerías y Borges, a quien debe mucho también). Sin olvidar a Claudio Coelho de quien toma una frase para encabezar todos sus libros. Y es que confiesa que “hay mucho de la filosofía de Paulo Coelho en mis libros” .
Laura fue una niña lectora, que no entiende por qué a la gente no le gusta leer y que hace de la literatura una manera de vida: “Yo escribo por necesidad, porque si paso mucho tiempo sin hacerlo me noto nerviosa, con la cabeza llena de ideas que necesitan ser expresadas. Para mí la literatura es un espacio infinito donde todo es posible. Como lectora voraz y escritora precoz, no podría vivir sin los libros” .
Desde 1998, fecha en que ganó su primer Barco de Vapor, Laura Gallego ha adquirido madurez a la hora de escribir. Ahora relee lo que escribe, lo revisa y lo pule con mimo; aunque “las ideas surgen sin más. A veces son piezas sueltas de un rompecabezas que hay que completar. En tal caso las dejo madurar hasta que poco a poco las piezas van encajando. A menudo es necesario reflexionar sobre ello para terminar de construir la trama. Una vez que tengo la idea más o menos clara me siento y hago esquemas de personajes, capítulos... cuando tengo la estructura más o menos definitiva, si veo que vale la pena, simplemente me pongo a escribir... Y luego releo, reescribo y pulo” .
Esta escritora valenciana se dedica a la literatura infantil y juvenil casi de manera natural porque ahí la han llevado sus lecturas y las historias que bullen en su cabeza: “Me incliné por la literatura infantil y juvenil indirectamente; yo siempre he sentido predilección por la literatura fantástica, y el problema que tiene este género es que, al menos en este país, está considerado cosa de niños “ . Para Laura Gallego la literatura infantil y juvenil debe suponer una puerta a la esperanza, aunque “no se trata de pintarlo todo de color de rosa, sino de hacer ver a los niños y jóvenes que hay cosas que se pueden cambiar; que tenemos el poder de la acción y la fuerza del futuro; que juntos podemos hacer un mundo mejor, pero no conseguiremos nada si nos quedamos en un rincón lamentándonos de lo mal que va todo” . No obstante no se ve con fuerza para adoctrinar ni lo pretende: “... no soy quien para “sentar cátedra”, y supongo que mis libros plantean más preguntas que respuestas. No tengo la solución a estas preguntas, si hay algo de “mensaje” en mis libros es una invitación a la reflexión. De alguna manera, para mí escribir supone buscar la respuesta a las preguntas que yo misma me planteo. Si hay una interpretación final es sólo eso, una interpretación, una conclusión a la que yo he llegado, pero que es perfectamente discutible. De hecho puede que la lectura de mis libros plantee aún más interrogantes, pero eso no es malo, dados los tiempos que corren” .
“SOMOS COMO SOMOS, Y EN MUCHOS CASOS NO PODEMOS LUCHAR CONTRA NUESTRA NATURALEZA” (PERSONAJES IMPORTANTES)
Laura Gallego crea unos personajes muy sugestivos. No siempre los protagonistas son niños o jóvenes, aunque sí tienen un papel dominante. Da la sensación de que la autora escribe aquellas historias que a ella le hubiera gustado leer y que, conforme ella madura, lo hacen sus personajes, puesto que nunca son criaturas planas, sino que manifiestan una evolución continuada en sus obras. Son seres que se contradicen, que a veces se equivocan, pero que se nos antojan muy vivos. Ella misma nos habla de cómo construye los personajes: “Lo cierto es que la mayoría de las veces surgen de la propia historia, o con la propia historia. Es sí, intento que parezcan “vivos”, y eso implica que cambian y evolucionan a lo largo de la novela, porque se supone que los acontecimientos que viven influyen en su personalidad. Otras veces es al contrario: escribo algunos libros expresamente para mis personajes. Algunos de ellos, de hecho, los inventé cuando era niña y ando buscándoles una historia desde entonces. Finis Mundi es el caso más representativo. Mattius el juglar existía antes que la idea de la novela (de hecho ya había aparecido como secundario en Retorno a la Isla Blanca), mientras que su compañero Michel, el monje, lo inventé junto con la historia. También escribí El Valle de los Lobos para Kai, otro personaje que era anterior a la historia. Y sin embargo a lo largo del proceso de la creación de la serie surgieron otros personajes interesantes e inquietantemente vivos, como Fenris, el elfo. En el caso de las Hijas de Tara, incluí también un personaje mío, Chris, que, sin embargo, no es el protagonista. La idea de incluirlo surgió a posteriori, pero él era anterior al proyecto” .
La narradora nos va dando pistas continuamente de los personajes, aunque a veces es el propio personaje quien se da cuenta de su cambio. De Michel, el monje que tiene la misión de conseguir los tres ejes del tiempo para salvar la humanidad antes del año 1000, en Finis Mundi, leemos hacia mitad de la historia: “El monje tímido y apocado era ahora un joven de dieciséis años, bastante alto, y con un asomo de bigote, y había perdido aquella voz infantil que temblaba cuando se podía nervioso” (pág. 156).
En La leyenda del Rey Errante, al principio se describe al príncipe de Kinda de manera ponderativa: “El príncipe de Kinda, por tanto, no solo era joven, apuesto, gallardo, generoso, discreto, inteligente, valiente y hábil como guerrero, sino que, además, era una persona culta” (pág. 14). No obstante, la ambición por ser un buen poeta y, sobre todo, la soberbia lo ciegan y lo vuelven injusto y así deja de cumplir las expectativas de su pueblo. Por la tanto, la historia personal del príncipe queda abierta: “Walid ibn Huyr no resultó ser el rey que todos esperaban. Al principio se esforzó en seguir manteniendo sus costumbres principescas, pero se le notaba ausente en las reuniones diplomáticas y distraído en las expediciones por el desierto” (pág. 80). Este personaje sigue una peripecia personal enriquecedora que lo hace, casi, desdoblarse de personalidad y así dejar atrás el egoísmo. Otro personaje le dice, queriendo tapar el pasado y apostando por el futuro, “Yo conocí a Walid ibn Huyr y era un príncipe soberbio, egoísta y cruel. Pero tú eres Malik, el sluk, y eres valiente, generoso, leal y, ante todo, honorable” (pág. 109).
La mayoría de los jóvenes protagonistas –y no tan jóvenes- lo que pretenden es aprender, encontrar su lugar en el mundo, responder a las preguntas que más les inquietan. Michel se da cuenta de que el viaje no ha sido en balde y así se lo cuenta a Mattius: “Estoy aprendiendo. Es algo demasiado difícil de explicar. Pero en serio me gustaría que lo comprendieras, y que supieras tú también todo lo que yo he aprendido” (Finis Mundi, pág. 176). Hammad, el tejedor de alfombras que, por despecho de su príncipe, acaba siendo el archivero de palacio, acepta este cargo y se prende de él de manera fascinante: “Aprendió muchísimo. Durante su juventud había viajado, pero el conocimiento de la Historia, narrada en el impecable y preciso estilo del viejo Ibrahim, abrió su mente de forma extraordinaria. Se sumergió de tal modo en su tarea que los escasos días que se tomaba libres para visitar a su familia en al-Lakik se le antojaban irreales, como si estuviese viviendo un sueño” (La leyenda del Rey Errante, pág. 52). No obstante, es el propio príncipe, quien crece humanamente y se da cuenta de lo injusto que ha sido y de lo egoísta de sus actos: “No hay muchos hombres como tú. No todos admiten que son capaces de aprender, evolucionar y ver más allá. No todos entienden que tienen el poder de decidir y de actuar; y la mayoría de los que lo entienden no aceptan después la responsabilidad de las propias acciones (pág. 198). Ni Fenris ni Dana ni Salamandra ni Kai, en las Crónicas de la Torre, son seres como todos los demás. Fenris esconde un pasado traumático como elfo-hombre lobo hasta que aprende a vivir con ello y a superar, no sin angustias, las pruebas a las que se le somete cada Plenilunio. Dana y Salamandra, por su parte, han sido niñas distintas, marginadas del resto de la sociedad que han crecido con una extraña sensación. Dana acaba siendo la señora de la Torre de magia del Valle de los Lobos y Salamandra, que casi muere en la hoguera acusada de bruja, se demuestra una maga poderosa con el fuego. Kai, por su parte, no tiene un cuerpo en el mundo y lucha por ser como los demás, aunque de él hablaremos más adelante. Kim, en Las hijas de Tara, es reacia a creer en la magia y ni siquiera confía mucho en sus propias posibilidades, más allá de la Duma y, sin embargo, para completar su círculo vital y curarse necesita creer en sí misma y encuentra el camino hacia su crecimiento personal en la amistad: “Sí, creo en mis amigos –murmuró, esta vez con voz firme serena-. Y, por extraño que parezca, ellos creen en mí. Entonces, ¿por qué no iba yo a creer en mí misma?” (pág. 257).
Jack, en la segunda parte de las Memorias de Idhún resume muy bien la sensación de estos personajes que crecen y que van dejando atrás distintas experiencias mientras encuentran otras pruebas que superar: “Es... como si fuera un niño que hubiera permanecido largo tiempo lejos de casa –murmuró-. Como si hubiera regresado, al cabo de los años, y hubiera descubierto que todo es muchísimo más pequeño de lo que recordaba. Y que las cosas que antes me daban miedo o consideraba muy grandes e importantes ya no son más que menudencias” .
Son, a menudo, criaturas que levantan las sospechas de los demás, porque no son “normales”, sino especiales. Mattius porque es un juglar y vive como quiere. Isabelle, en La hija de la noche, tiene problemas porque vuelve a su pueblo y no explica a nadie qué planes tiene. Dana porque es maga. Fenris porque es hombre lobo. Y así iríamos desgranando una serie de obstáculos que todos estos personajes deben superar. Ahora bien, sí hay personajes que andan confusos buscando su lugar en el mundo son, sin duda, la tríada protagonista de Memorias de Idhún: Victoria, Jack y Kirtash. Los tres están unidos por una profecía y los tres están llamados a liberar a Idhún para que se cumpla la Profecía y, sin embargo, no dejan de hacerse preguntas. Jack, por ejemplo, es un humano (aparentemente) que ve de la noche a la mañana cómo su mundo se viene abajo con el asesinato de sus padres y cómo aparecen una serie de enigmas que él no sabe contestar: “También me gustaría descubrir cuál es, exactamente, mi relación con Idhún, porque necesito saber quién soy, por qué soy así, y por qué...” (Memorias de Idhún, I, pág. 55). Victoria es también una niña que no encaja en su mundo: “Yo no conocí a mis padres. Me crié en la Tierra, en un orfanato. Ahora vivo con mi abuela, es decir, la mujer que me adoptó” (pág. 45). Más adelante se dice de ella que “Victoria era rara, todas lo sabían. No tenía amigas en el colegio, y no parecía que las necesitase. Era silenciosa y pasaba el día encerrada en su propio mundo. Incluso como si no le gustase la compañía. “ (pág. 58). A Victoria le gusta ir a Limbhad, la Casa de la Frontera, en donde se agrupa la resistencia que piensa acabar con el poder de Ashran, el Nigromante. A Victoria “en el colegio no le costaba nada sacar buenas notas porque era inteligente y aprendía rápido, pero tampoco se esforzaba todo lo que podía. Se limitaba a cumplir con su trabajo y a hacer lo que se esperaba de ella. A cambio, solo pedía tiempo, espacio silencio para soñar” (pág. 58). Kirtash es, de los tres, quien sufre una mayor transformación. Enviado por Ashran a la Tierra para capturar y matar a los magos exiliados de Idhún, acaba enamorado de Victoria , aunque sin soportar a Jack, y eso le hace vivir entre dos mundos, el oscuro del Nigromante y el luminoso de Victoria. Kirtash se une a la Resistencia, aunque siempre en la cuerda floja. Los tres, aún no lo habíamos dicho, son híbridos, es decir, criaturas con parte humana y parte especial. Victoria encarna al último Unicornio, Jack al último Dragón y Kirtash es mitad humano y mitad shek, serpiente alada. Él es quien más sufre el lastre de su parte humana, aunque se salva también gracias a ella. En la segunda parte de las Memorias, vemos, al principio, a un Kirtash debilitado por los sentimientos. Cuando actúa como humano, recibe el nombre de Christian, que le puso la propia Victoria, aunque él se siente extraño sintiendo emociones: “Estoy sintiendo cosas que no había sentido nunca. No solo amor, sino también... dudas, angustia, miedo... dolor. Soledad. Me siento... cada vez más perdido, más confuso. Es como si estuviese enfermo. Estoy perdiendo poder...” (Tríada, I, pág. 62).
Hay otros muchos personajes que surgen de la imaginación de Laura Gallego y que merecerían mayor detenimiento, sin duda. Pensemos en Allegra, la abuela de Victoria, que resulta ser una poderosa hechicera de Idhún. O Shail, el mago que ha salvado al último unicornio y que tan unido está a Victoria-Lunnaris. O Alsan, el valiente príncipe que instruye a Jack y que sufre un hechizo que lo transforma brutalmente al convertirlo en hombre-lobo. Esto sería en el plano de lo positivo, aunque, evidentemente, el camino de los protagonistas, su misión, está sembrado de obstáculos y de impedimentos, que ponen los antagonistas. Ya sea la malvada Alinor en Finis Mundi o el hada Gerde en Memorias de Idhún o el Maestro en las Crónicas de la Torre. Uno de los personajes más malvado, más estremecedor es Ashran a quien en la primera parte de las Memorias de Idhún se describe así: “Ashran era un hombre muy alto, de cabello gris plateado y rostro frío, perfecto y atemporal como una estatua de mármol. Podría haber resultado atractivo, de no ser por sus ojos, cuyas pupilas eran de un extraño y desconcertante color plateado, como si fuesen metálicas, y de una intensidad que producía escalofríos. Y, sin embargo, era humano, Victoria podía percibirlo, de alguna manera, aunque había algo maligno y poderoso que se agazapaba en algún rincón de su alma” (pág. 485). En la segunda parte descubrimos qué eso tan terrible que se esconde tras su mirada de hielo. La encarnadura de Ashran es humana, cierto, pero lo que la habita no, ya que es, ni más ni menos, el Séptimo Dios de la Profecía, el malvado y perverso que osó enfrentarse a los Seis dioses de Idhún. Ashran es quien se hizo con el poder del Planeta y quien se enfrenta a la Tríada en la segunda parte.
“NOS RESISTIMOS A DEJAR LA VIDA. QUEDA MUCHO POR HACER” (EL VALOR DE LA EXISTENCIA Y LA PRESENCIA DE LA MUERTE)
En todos los libros que hemos leído de Laura Gallego hay una idea poderosa y esperanzadora. La narradora y sus personajes nos dicen que, pese a todo, pese a los conflictos, pese a las dificultades, la vida es lo más precioso que tenemos y hay que vivirla y aceptar la existencia como un don. Michel encarna, más que ningún otro personaje, este mensaje porque se obstina en que no acabe la humanidad y pide una segunda oportunidad para el hombre: “Necesitamos más tiempo para aprender, para evolucionar. Para que la paz y el amor lleguen al mundo, para que llegue el día en que todos los hombres seamos hermanos. Estoy seguro de que la humanidad puede conseguirlo, y que mil años bastarían” (Finis Mundi, pág. 33). Mattius se deja contagiar de esta idea y, pese a su dureza, cree que “Días como aquél resquebrajaban su dura capa de escepticismo. Días como aquél le hacían pensar que valía la pena seguir viviendo, a pesar del hambre y la guerra, a pesar de las epidemias y del odio..., a pesar de la época que le había tocado vivir.” (pág. 41). Ahora bien la enseñanza más solidaria es la de Michel quien acepta morir para responder frente al Espíritu del Tiempo de toda la humanidad: “Hay una nueva esperanza con cada niño que nace”, respondió Michel. “Una sola muerte es un precio muy bajo por tantos miles de millones de nuevas esperanzas” (pág. 246).
En La leyenda del Rey Errante se esconde toda una filosofía de la vida en las palabras que el rey dirige a su hijo, el príncipe: “Escúchame bien: todos somos responsables de nuestras acciones, tanto de las buenas como de las malas. Y la vida siempre devuelve lo que tú das. No lo olvides nunca, hijo. No olvides que la vida nos hace pagar un precio...” (pág. 75).
El Maestro le da esta enseñanza a Dana: “La vida es el único fin de toda criatura. Y toda criatura hará lo posible por prolongarla, la suya y la de sus hijos. Una vez comprendas esto, comprenderás el mundo y te será más fácil controlarlo”. (El Valle de los Lobos, pág. 60). Kai, quien vive en un cuerpo prestado, añora la vida real “... orque la vida tiene algo de mágico e irrepetible...” pág. 151). Es Kai quien le da un hermoso consejo a Dana: “Vive –le pidió-. No trates de acortar tu existencia para reencontrarte conmigo antes de tiempo. Vive muchos años, vive intensamente, vívelo todo. Vive por mí la vida que no puede vivir yo...” (pág. 213).
El Oráculo en La llamada de los muertos nos recuerda que la vida por sí misma no es nada, si no va acompañada por la muerte, su compañera: “No comprendes que cada cosa tiene su tiempo y su edad, y que, si bien la vida es algo maravilloso, también la muerte es necesaria para toda criatura” (pág. 31). En El coleccionista de relojes extraordinarios es la propia muerte quien le da este consejo al Jonathan Hadley: “Limítate a vivir; ese es tu trabajo. Cuando llegue tu hora, yo vendré a buscarte. Ese es mi trabajo. Nos veremos entonces... Jonathan Hadley” (pág. 154). Y es que no se puede huir de la Muerte por mucho que nos empeñemos. Y para ejemplificarlo transcribimos este hermoso párrafo de hondas influencias borgianas. Nadie se ha pasado la vida intentando dar esquinazo a la Muerte y en ese espacio de Tiempo ha ido perdiendo la propia Vida: “Según los médicos, debería haber muerto hace ya meses, pero no me resigné, ¿entiendes? Soy joven y me queda aún mucho por hacer. Cuando los más prestigiosos médicos me dieron por desahuciado, consulté a magos, videntes, curanderos y charlatanes. Me relacioné con alquimistas varios y busqué en vano la Piedra Filosofal. Recorrí medio mundo persiguiendo el manantial del Agua de la Vida, mientras la enfermedad corroía mis entrañas y la Muerte acechaba mis pasos. Sí, llevo huyendo de ella desde hace mucho tiempo. Le di esquinazo en Samarcanda, la burlé en Teotihuacán, escapé de ella en la Antártida y por poco me alcanzó en el Kilimanjaro. Pero nunca lograba perderla de vista” (El coleccionistas de relojes extraordinarios, pág. 149). Mientras uno vive debe aferrarse a su existencia, no hay mejor opción: “... debes decidir qué vas a hacer con tu vida. No soporto verte así, no me gusta ver a un hombre dejarse morir de esta manera” (La Leyenda del Rey Errante, pág. 152).
“LOS SENTIMIENTOS SON LIBRES Y NO SIGUEN NORMAS DE NINGUNA CLASE” (AMOR, ODIO, AMISTAD)
Los sentimientos hacen que los personajes de Laura Gallego sean reales, ya que se emocionan, lloran y sufren, ríen y aman, aunque no siempre tengan una naturaleza del todo humana. El amor es el sentimiento rey, aunque a menudo confundido con la amistad –o hermanado con ella- y en ocasiones desvirtuado por el odio. Hay muchos momentos en los que el amor parece que va a poder con todo como es el caso de Mattius, enamorado de Lucía, aunque le ha costado mucho descubrirlo: “Se fundieron en un abrazo. Mattius apenas se atrevía a tocarla, y se preguntó por qué era tan especial, tan diferente, tan maravilloso. Antes había habido otras mujeres, cosa de una noche o dos. Ahora tenía la sensación de que sólo existía Lucía” (Finis Mundi, pág. 248).
El Príncipe de Kinda se queda estupefacto cuando quiere saber cuál es la hermosa mujer que se esconde en la casida del tejedor del alfombras y éste le contesta que es su propia mujer porque “La amo. La mujer que yo veo cuando la miro es la mujer de mis versos, porque no la miro con los ojos de la cara, sino con los ojos del corazón” (La leyenda del Rey Errante, pág. 54). El Príncipe reacciona con odio porque no entiende nada del corazón y sin embargo vivirá bastante para entender que su vida está al lado de la mujer que ama: “... cualquier parte será mi hogar, si tú estás allí” (pág. 209).
Ahora bien, a veces entre el amor y el odio hay sólo un paso. Shi-Mae, en Fenris, el elfo, le dice a Fenris: “Nunca pensé que diría esto. Pero me he enamorado de ti, chico-lobo” (pág. 80). Y, sin embargo, cuando descubre que es un licántropo reacciona con todo el odio de su corazón: “No es el elfo con quien pensaba casarme. El Ankris que yo conocía no existe. Fue todo una mentira. Una ilusión” (pág. 112).
La ternura va unida al amor, sin duda, y así lo vemos en la relación especial que se establece entre Kai y Dana a lo largo de las Crónicas de la Torre. Kai es un fantasma, por lo tanto nadie puede verlo, sólo Dana, pero entre los dos se establece un amor tan profundo que vence a la propia muerte y los hermana en el más allá: “Dana y Kai cruzaron una mirada, sonrientes y ebrios de felicidad, y las siguieron. Aún cogidos de la mano, dejaron atrás la vida para adentrarse en el que iba a ser su nuevo mundo para siempre. Dieron la espalda a la vida sin importarles lo que sucedería después, porque por primera vez eran iguales, y ya nada podría separarlos. Y estarían unidos para siempre” (La llamada de los muertos, pág. 236). La propia Isabelle, en La hija de la noche, no duda en ofrecerse a sí misma por amor a Philippe, su marido convertido en vampiro quien, poco a poco, está acabando con su vida.
Las Memorias de Idhún, tanto en su primera parte como en la segunda, se cierran en torno al amor que siente Victoria por dos chicos, por Jack y por Kirtash. Bien, hacia Kirtash al principio siente odio, pero éste, poco a poco, la va atrayendo hacia un mundo enigmático y, cuando la besa por primera vez, Victoria siente que se ha enamorado y, sin embargo, también ama a Jack. Así vive continuamente un dilema, no puede dejar a uno por el otro. Entre los dos muchachos – híbridos- se establece una relación de odio –los dragones odian a los sheks y viceversa-. Tanto es así que en la segunda parte, Kirtash parece haber matado a Jack, en su forma de dragón, Yandrak, y entonces Victoria reacciona sintiéndose morir y pensando que debe matar a Kirtash para vengar a Jack. Vemos, pues, que se establece un delicado equilibrio y ambos muchachos acaban tolerándose –bastante mal- porque los dos quieren lo mejor para Victoria. Y la propia Victoria acaba brindándose a sí misma ante el Nigromante porque es incapaz de escoger entre ninguno de los dos. Laura Gallego se defiende ante posible críticas diciendo: “Si algún crítico provecto con mucha sapiencia dijera desde algún suplemento literario serio que los lances amorosos de esta novela resultan pueriles, quizás habría que darle la razón: ¡es que los protagonistas tienen 13 años!” . Bien, en la segunda parte ya no son tan pueriles, todo hay que decirle y se afianzan mucho más los lazos de afecto entre Victoria y los dos jóvenes, que darían la vida por ella, porque ambos son conscientes de que “son los hombres de su vida”. Recordemos que Victoria, en realidad, es el último Unicornio y como tal sólo es capaz de dar luz y amor. Y como ella misma resume: “Si os matáis el uno al otro, me mataréis a mí también”( Tríada I, pág. 257).
“LOS DIOSES NO PERMITIRÁN QUE LA MAGIA MUERA EN EL MUNDO ” (MAGIA Y MAGOS)
El mundo de la magia y de lo mágico es cotidiano para los personajes de Laura Gallego quienes, en su mayoría, han aprendido a vivir con ello. Ya en Finis Mundi hay alguna alusión a las meigas y a su poder, así como a la reunión de brujas en los aquelarres.
La magia se aprende en las Torres de magia y una de las más poderosas está en el Valle de los Lobos, la que fuera regentada por Aonia, aunque luego sufrió la traición de su discípulo y el Valle quedó maldito hasta que llegó Dana, la nueva señora de la Torre. Hay una máxima importante para los magos y es que no deben rebelarse ante su maestro recibirán su maldición, que es lo que pasa en alguna de las historias que forman las Crónicas de la Torre.
La Magia se aprende, aunque es un aprendizaje largo que pasa por muchas pruebas. Los magos han de estudiar cuatro libros, el Libro del Agua, el Libro de la Tierra, el Libro del Aire y el Libro del Fuego. Cada prueba conlleva un color de túnica distinto y si se supera la Prueba del Fuego, la más difícil, se es mago de verdad, aunque hay distintas categorías como archimago o mentalista o magos negros. Ahora bien, la visión que nos da la escritora no tiene nada que ver con Harry Potter, aunque a alguien se le haya ocurrido asociar ambos universos. La magia a la que alude Laura Gallego, por así decirlo, está más cerca de los orígenes, de la naturaleza, nos lleva directamente a la Tierra, a Tara: “La luz de la runa envolvió su cuerpo por completo, mientras su alma volaba libre para unirse, como una nota más, a la canción de tara, la canción de la Tierra, y vibrar al mismo son que toda la energía vital del universo” (Las hijas de Tara, pág. 259).
Sea como sea, la magia se nos define como “La magia no es más que eso: la comprensión y control de la energía que mueve el mundo. El hechicero sabe en todo momento cómo fluye esa energía y la aprovecha para sí, para cambiar el mundo a su antojo. Cuanto más contrarios sean sus deseos a las leyes naturales, más energía necesitará” (El Valle de los Lobos, pág. 60).
Es más, al hilo de lo que estamos resumiendo, no debemos confundir magia con brujería, ya que en absoluto son lo mismo: “Los magos nunca se habían llevado bien con los brujos; estos no poseían auténtico poder mágico, pero conocían como nadie los secretos del mundo natural, y por ello la mayoría de la gente prefería confiar en ellos antes de hacerlo en un mago consagrado, cuyos poderes resultaban inexplicables a los ojos de los no iniciados” (Fenris, el Elfo, pág. 108).
La magia, en suma, se pasea a sus anchas por los libros de Laura Gallego. Y los magos, como tales, tienen sus atributos y sus objetos mágicos, como puede ser el báculo de Ayshel, que tan bien maneja Victoria, el anillo de Kirtash Shiskatchegg, su propia espada o Domivat, la espada de Jack, por poner unos ejemplos, o el espejo de Shi-Mae o la runas que aparecen en Las hijas de Tara. Toda la novela es un intento de unir las cinco runas y cuando se unan la Naturaleza, Mannawinard, habrá ganado la gran batalla frente a las Dumas, las ciudades del futuro. Cabe señalar que en esta novela se mezclan elementos de ciencia-ficción con elementos del relato maravilloso. Leamos, por fin, el fragmento: “Kea, la Gran Sacerdotisa de Tara, los miraba, sonriente. En torno a ella giraban, como mágicos planetas alrededor de un sol, cuatro Piedras Rúnicas Elementales: Luz, Aire, Agua y Fuego; Sowilo, Anzus, Laguz, Fehu. La quinta Piedra Rúnica, Berkano, que condensaba los poderes de la Tierra, relumbraba en la frente de la sacerdotisa, vibrando al son de las demás” (pág. 259).
Ahora bien, la documentación de Laura Gallego es extraordinaria y no deja de mencionar otros aspectos relacionados con la magia como son los chamanes, los druidas –y el muérdago-, los djnns, espíritus del desierto, y distintos elementos o fuerzas que nos conectan con la otra dimensión. No nos extrañan también las alusiones a profecías, la consulta a oráculos o la presencia de fantasmas o espectros que nos llevan al otro mundo y las conexiones con éste, en La llamada de los Muertos Sin ir más lejos, la propia Dana es una kin-Shannay, es decir: “Son seres extraordinarios, en todo el mundo sólo existen un puñado de ellos. Sus poderes pueden llegar a ser ilimitados, porque ven mucho más allá, porque su mirada llega más lejos que la del resto de los mortales. Porque son una puerta abierta a otra dimensión” (El Valle de los Lobos, pág. 133). También hay que destacar las descripciones de los hechizos como los de vinculación o la teletransportación o la creación de círculos mágicos. Es, no nos cansamos de decirlo, un mundo fascinante el que nos descubre Laura Gallego donde todo puede ser real, aunque nunca nos lo hubiésemos imaginado.
Allegra, la supuesta abuela de Victoria en las Memorias de Idhún, es una poderosa maga idhunita llamada Aile que tiene la misión de proteger a la muchacha. Hay, por ejemplo, un pasaje en la segunda parte, que describe un duelo de magia entre Allegra, el hada limpia, y Gerde, el hada renegada. Shail, el amigo y mentor de Victoria, es también un mago, aunque humano. Victoria, por su parte, es el canalizador de la magia porque, como unicornio, puede otorgarla a quien mire, de ahí que sea tan importante salvar al último Unicornio porque, si él muere, la magia se perderá. Transcribimos un fragmento hermosísimo que narra cómo el Unicornio otorga la magia al primer mago en Idhún durante el dominio dictatorial del Nigromante: “El unicornio sonrió e inclinó la cabeza sobre ella. La rozó con suavidad, deslizando su cuerno espiralado sobre la piel de ella. La energía fluyó a través del unicornio, a través de su cuerno, pura, limpia y vivaz como un arroyo de las altas montañas, llenando a Kimara por dentro (...). Victoria cerró los ojos, aún sonriendo. Era hermoso, era una experiencia maravillosa la que estaban compartiendo las dos y supo que en aquel momento se había creado un vínculo entre ambas que nada podría romper”(Tríada, I, pág. 185).
“PERO SEGUÍA SINTIENDO MIEDO A ALGO INEXPLICABLE” (ZOOLOGÍA FANTÁSTICA)
El bestiario que maneja Laura Gallego es riquísimo. Al lado de criaturas fabulosas como el unicornio o el dragón e, incluso, el ave fénix surgen otras más oscuras como el licántropo o el vampiro, que trataremos en el siguiente apartado, pero también, sobre todo en Memorias del Idhún. Tríada, nos muestra toda una serie de animales, desconocidos en la Tierra y que campan por Idhún tranquilamente. El unicornio y su papel como dispensador de la magia ya se deja ver en las Crónicas de la Torre. La búsqueda del unicornio, desde la antigüedad, es sinónimo de quimeras, de sueños, de esperanzas. Leamos como se nos describe a esta criatura hermosa: “El unicornio bebía agua del arroyo. Era blanco como la nieve y como la espuma del mar, no mucho más grande que un poni, pero infinitamente más bello y elegante. Sobre su largo cuello se desparramaba una crin blanca suave, que parecía reflejar la plateada luz de la luna. Su larga cola de león batía el aire con calma, y su delicado cuerpo se sostenía sobre cuatro finas patas que acababan en pequeños cascos hendidos, como los de una cabra. Pero lo más hermoso era su cuerno; largo y firme, parecía estar hecho de una aleación de plata, cristal, marfil, rocío y luz de luna. Emitía un suave resplandor argentino que alumbraba la penumbra y desafiaba las tinieblas de la tierra” (El Valle de los Lobos, pág. 97). Victoria, en Memorias de Idhún encarna el último unicornio, el que salvará a Idhún, según la profecía. Victoria se caracteriza por una mirada hermosa que emana luz (como el unicornio) y por una especie de estrella en la frente (que sería el trasunto del cuerno), aunque cuando conoce su naturaleza es capaz de transformarse también. Leamos el momento en que se nos desvela quién es Victoria: “Victoria nació ya siendo Lunnaris, ¿lo entendéis? Los unicornios no emplean la magia y, por tanto, Lunnaris no podía camuflarse bajo un hechizo. En este mundo no hay unicornios. Para sobrevivir, la esencia de Lunnaris tuvo que encarnarse en un cuerpo humano. En el cuerpo de Victoria, para ser exactos. Ambas son una misma criatura y, sin embargo, las dos esencias conviven en su interior” (Memorias de Idhún. La resistencia, pág. 494). Por eso es particularmente doloroso cuando, en la segunda parte, Ashran le amputa el cuerno y la deja en un estado de semiinconsciencia del que esperamos que se sobreponga en la tercera entrega.
El dragón es la otra criatura de la que habla la profecía. Laura Gallego también alude a los dragones en las Crónicas de la Torre puesto que Kai consigue vivir en el cuerpo de un dragón dorado; pero cobra protagonismo también en las Memorias de Idhún, puesto que, como ya se ha dicho, Jack es el último dragón. De ahí que su temperatura corporal siempre fuera alta y que fuese capaz de provocar el fuego. Sólo cuando admite que es capaz de transformarse en dragón empieza a entender su auténtica naturaleza. Jack debe ir a Awinor, el hogar de los dragones, en donde fueron masacrados, para comprenderse a sí mismo. Cuando descubren los restos de las crías de esos animales poderosos Jack y Victoria sufren una conmoción: “Restos de huevos, pequeños esqueletos de dragones en miniatura... aquello era como una versión reducida de lo que habían contemplado fuera, pero peor, mucho peor. Al fin y al cabo, los dragones eran seres poderosos, y ver sus restos inspiraba tristeza y respeto. Pero aquellas criauras, muertas nada más salir del huevo, no habían llegado a ver la luz de los tres soles” (Tríada,I, pág. 178).
Kirtash, por su parte, es un híbrido de humano y sheks, serpientes aladas y, en palabras, de Alsan, “las criaturas más mortíferas de Idhún. Los únicos seres que podrían enfrentarse a los dragones y salir victoriosos” (La Resistencia, 102). Entre los dragones y los sheks se establece, por genética, un odio visceral que es ingrediente básico de toda la narración y suponemos que seguirá siéndolo en las próximas entregas.
Sería muy hermoso que algún ilustrador se atreviese a poner de forma gráfica los animales que maneja Laura Gallego: los torkas, los pájaros haai, los terribles insectos swanit, los sheziss y tantos otros seres de características desconocidas para nosotros, los humanos.
Hay un ser singular en la producción de Laura Gallego y es Adam, el biobot de Las hijas de Tara, quien, traspasado por lo mágico, demuestra que la parte humano siempre será más poderosa que la robotizada: “Había cambiado. Su cuerpo de metal, un rompecabezas hecho de piezas de diversas procedencias, había adoptado las formas suaves y perfectas de un auténtico cuerpo humano. Sin embargo, el metal palpitaba, como si estuviese vivo, y su pecho subía y bajaba. Milagrosamente, estaba respirando” (pág. 267).
Capítulo aparte merecería la botánica fantástica como pueden ser las flores lelebin, capaces de crear un escudo protector a su alrededor o toda la vegetación que crece en el bosque de Awa, el bosque de las hadas, con la que se construyen los templos dedicados a Wina, que tienen una particularidad: se forman con árboles y especies vegetales vivas.
“LO IMPORTANTE ES LO QUE SOMOS POR DENTRO” (SERES DISTINTOS)
Siguiendo con el tema, la figura del licántropo es básica también en la producción de nuestra escritora. En torno a ella se teje la historia de Fenris, el elfo, uno de los protagonistas de las Crónicas de la Torre quien sufre el exilio de su tierra por esa causa y trata de encontrar el equilibrio en su vida. Otro personaje al que le pasa lo mismo, aunque por un encantamiento, es a Alsan, el Príncipe, que luego se hace llamar Alexander, quien se siente torturado todos los plenilunios e incapaz de gobernar a la bestia que hay en su interior. Los pasajes que describen estas transformaciones son admirables, aunque nos limitamos a un solo ejemplo para no alargarnos en exceso. “Alsan gritó de nuevo, en plena agonía. Su cuerpo llevaba un buen rato sufriendo horribles mutaciones. El joven había sentido cómo le crecía el pelo por todo el cuerpo, cómo se le alargaba la cara hasta convertirse en un hocico, cómo sus dientes se volvían afilados colmillos, sus manos garras y su voz un gruñido. Los cambios iban y venían, y el vello crecía y desaparecía, y su rostro, contraído en una mueca de dolor, mostraba rasgos humanos o lobunos” (La Resistencia, pág. 180). A estos personajes les duele no poder dominar la bestia que llevan dentro porque saben que cuando se supere su parte humana, esa bestia será capaz de matar y eso les aterra, aunque, cuando sucede, les da libertad. Es el dilema de estas criaturas.
Otra bestia singular es la que se nos describe en La hija de la noche, una especie de vampiro. Philippe de Latour ha sufrido una mordedura y se ha transformado en ese horror, que su mujer, Isabelle, trata de cuidar de la mejor manera a la espera de un posible antídoto: “Aquel ser que una vez había sido el hijo del marqués de Latour era ahora una extraña mezcla entre bestia, demonio y ser humano. Su rostro estaba pálido como el mármol, y sus incisivos eran anormalmente largos y brillaban bajo la luz del candil. Su cuerpo, encogido sobre sí mismo, estaba cubierto por ropas que no hacía mucho habían sido nuevas, pero que, probablemente, él mismo había destrozado a base de mordiscos y arañazos. Sus manos parecían garras más que extremidades humanas” (pág. 162).
Al lado de estas criaturas poseídas por un extraño furor, contrariadas en su naturaleza más íntima aparecen otras, también relevantes, en la obra de Laura Gallego. El elfo es una criatura singular, que vive muchos años y que, por lo tanto, no sigue el esquema temporal de los humanos. Ésa es su virtud y su tragedia porque Fenris, por ejemplo, sigue siendo joven cuando sus amigos humanos ya han envejecido e, incluso, muerto. Al lado de Fenris hay otros elfos, mejor dicho, elfas, de interés como puede ser la maga Shi-Mae o la princesa Nawin. Un elfo es un ser que se caracteriza por “los rasgos de su semblante eran delicados, sus ojos eran grandes y almendrados y sus orejas, que sobresalían entre los mechones cobrizos de su pelo, acababan en punta” (Fenris, el elfo, pág. 10). En Memoria de Idhún, de nuevo, vuelven a proliferar estas criaturas propias de la imaginación. Así, nos encontramos con los celestes, que son las hadas o las dríades, las hadas guardianas, o las hadas curanderas o los silfos, aunque no es extraño que aparezcan los enanos (también en las Crónicas de la Torre) o esos otros seres llamados gólem. En Idhún las razas son variadas como leemos a continuación: “Había humanos entre ellos, pero también hadas, celestes, silfs, gnomos, duendes, varios yan, los habitantes del desierto, y dos varu, la raza anfibia que los observaban desde el río, asomando únicamente sus cabezas escamosas fuera del agua. Muchos de ellos eran magos; vestían túnicas bordadas con símbolos místicos y se adornaban con diversos abalorios; pero algunos eran también sacerdotes...” ( Tríada, I parte, pág. 28).
“YO NO CREO QUE HAYA UN DESTINO QUE ESTÉ ESCRITO” (EL DESTINO)
Laura Gallego plantea múltiples preguntas que sus personajes tratan de responder, aunque muchas veces formulan otras cuestiones porque sólo así puede crecer el ser humano, sólo así puede evolucionar el hombre. Pese a lo que parezca, dado que la magia forma parte de estas historias, se lucha contra el destino y se duda de su poder porque la libertad de la persona, a la hora de escoger es más importante que una Profecía o un Oráculo. Así, en La leyenda del Rey Errante, leemos: “No hay destino. No hay más destino que el que uno se forja. Toda le gente del desierto lo sabe. Y todos los hombres valientes lo saben también” (pág. 187). En las Crónicas de la Torre se sigue repitiendo esta idea. Dana así lo espera: “Yo quiero creer que todos somos libres y tenemos plena responsabilidad sobre nuestros actos para hacer de nuestra vida lo que queremos que sea” (La Maldición de los muertos, pág. 37). Y sigue luchando contra este posible destino: “Por una vez quiero ser dueña de mi propio destino. Por una vez quiero tener la posibilidad de elegir libremente...” pág. 75). Y hablando de las profecías, otro personaje, Saevin, apostilla: “... a pesar de las profecías, siempre tenemos nosotros la última palabra. Yo puedo elegir, y tú también. Y a veces el camino correcto no es el más sencillo” (pág. 221).
Una Profecía parece determinar las vidas de Victoria, Jack y Kirtash y, sin embargo, los tres son libres también decidir qué quieren hacer, si enfrentarse a lo que marca el Oráculo o tratar de cambiar esas premisas porque, como dice al principio de la segunda parte un shek, “no existe el destino”. No obstante a la Tríada protagonista sí le pesa haber descubierto qué se espera de ellos; no obstante la parte humana y emocional parece imponerse muy a menudo a la parte más maravillosa o mitológica.
“ES NUESTRO PASADO Y NO DEBEMOS OLVIDARLO” (ESPACIO Y TIEMPO)
Las historias de Laura Gallego cruzan barreras espaciales y temporales y es difícil centrarlas en una época y en un lugar concretos. Finis Mundi está muy bien datado cronológicamente y comienza en el 997, por lo tanto recoge un mundo medieval que está cambiando y nos sumerge en la magia de los juglares y los cantarse de gesta. Transcurre en Aquisgrán, en Santiao de Compostela, en la Bretaña y en el círculo de Stonehenge. La leyenda del Rey Errante se va a un espacio que para nosotros es mágico, al Lejano Oriente, a las tierras cercanas de Damasco, a Kinda, a lugares que nos hablan de las “Mil y una noches” para contarlos una historia atemporal en donde lo que importa es el aprendizaje humano. Las Crónicas de la Torre se desarrollan básicamente en el Valle de los Lobos, presidido por la imponente Torre que se describe, de forma similar, en las tres entregas que forman el ciclo. Las hijas de Tara se va al futuro, a un futuro muy avanzado tecnológicamente, gobernado por las máquinas, que ha perdido el contacto con la naturaleza y que debe destruirse para empezar de nuevo. Así, el mundo natural de Mannawinard se enfrenta al tecnológico para demostrar que sólo lo natural es real, no lo ficticio y lo falso. La hija de la noche se desarrolla en un espacio real, Beaufort, y a finales del S. XIX, según todos los indicios.
Y llegamos a Idhún, que condensa toda la capacidad de fabulación de Laura Gallego. Insistimos que merecería la pena recrearse de manera gráfica. Idhún es un mundo mágico, con una geografía bien delimitada y con unas características propias, quizá destaca porque tiene tres lunas y tres soles: “Las tres lunas de Idhún, el mundo al que acababan de llegar, un mundo que en teoría era el suyo, pero que ella, cuyo cuerpo humano había nacido y crecido en la Tierra, no recordaba ni había aprendido a amar. Era un espectáculo bellísimo, porque los tres astros presentaban sombras y tonalidades que harían palidecer de envidia al satélite terrestre...” ( Tríada, I, pág. 9). En cuanto a los soles: “Sus nombres eran Kalinor, Evanor e Imenor, tres esferas clavadas en el firmamento como joyas refulgentes. El más grande, Kalinor, era una enorme bola roja, casi el doble de grande que el sol que iluminaba la Tierra. Evanor e Imenor eran estrellas gemelas, blancas, y se situaban debajo del sol rojo, de manera que los tres formaban un triángulo en el cual Kalinor ocupaba el extremo superior” (pág. 26).
No obstante, cabe decir, que los tres protagonistas, antes de llegar a Idhún, han vivido en la Tierra en lugares tan reales y cercanos como pueda ser Madrid.
En cuanto al Tiempo, de manera abstracta, es un elemento imprescindible en las novelas de Laura Gallego. Lo vemos en Finis Mundi y también en El coleccionista de relojes extraordinarios. Aquí se nos habla del vórtice, un pedazo de tiempo que han encontrado los inmortales, esas criaturas que velan por nosotros. El Vórtice es muy peligroso porque quien lo tuviera controlaría el Tiempo y eso haría que se destruyese nuestro mundo y todos los mundos. No obstante, nos recuerda que, como dijimos más arriba, la muerte es el contrapunto de la vida. Nadie, por mucho que se diga, desearía ser inmortal... siempre: “Ningún ser humano ha soportado vivir más de un par de miles de años. Todos escogen morir, tarde o temprano. Todos terminan dejando que caiga el último grano de arena del reloj de su vida” (pág. 196).
Hay un lugar especial en donde el tiempo está detenido y ese lugar es Limbhad, “en idhunaico antiguo, significa “la Casa en la Frontera”. Se halla en una especie de pliegue espacio-temporal entre Idhún y la Tierra. Es pequeño; es un micromundo que se acaba donde terminan esas montañas que puedes ver desde la ventana. Aquí el tiempo está detenido; siempre es de noche. Solo algunos magos idhunitas sabían cómo llegar hasta aquí, por eso es completamente seguro” (La Resistencia, pág. 42).
“MÁNDAME UNA SEÑAL CUANDO JUZGUES QUE ES HORA DE PARTIR” (ASPECTOS NARRATIVOS Y OTRAS CUESTIONES)
Laura Gallego acude, en sus relatos, a la tercera persona narrativa, aunque los diálogos son muy importante también. Suele emplear el recurso de la recapitulación, ya sea en boca de un personaje que recuerda los hechos ocurridos (para ayudar al lector a refrescarle la memoria) o ya sea la propia narradora quien, a menudo, remansa la historia y se para a recordar qué ha pasado hasta el momento. Eso sucede, mucho más, es lógico, en las obras que tienen una continuidad de personajes y de acción. También utiliza un procedimiento que podríamos llamar “pálpito personal”. Muchos personajes cuando están viviendo una gran experiencia, un momento importante, ya sea en lo malo o en lo bueno, alcanzan a ver, de manera clarividente, que eso será trascendental en sus vidas. La narradora entonces suele usar esta fórmula: “Y supo entonces...”. Aunque también sucede de manera retrospectiva, antes de que transcurran los hechos en el presente, la narradora ya se anticipa y le cuenta al lector lo importante que es ese momento para el personaje porque suele decir: “Luego sabría...” o fórmulas similares. Son procedimientos que van atando cabos narrativos, que van dando continuidad a la historia.
En cuanto a las estructuras, Laura Gallego es muy aficionada a los prólogos y los epílogos, que le sirven de puerta de entrada y de puerta de salida, así la transición no es tan brusca entre el mundo del lector y el maravilloso de las historias que nos cuenta. Por lo demás, divide sus obras en varios capítulos y, si tuviéramos que hacer balance, diríamos que le gusta el número 14 (acaso porque es la suma de y 7, números mágicos) porque muchas de sus novelas se dividen en 14 capítulos y eso no parece casual.
Dijimos también en algún momento de este estudio, al principio, que Laura Gallego debe mucho al Borges de “El Aleph” y así lo demuestra es las constantes enumeraciones mágicas y extraordinarias que emplea en sus historias. Los personajes se quedan en una especie de trance y entonces son capaces de ver distintos elementos, ya sean del pasado, del presente o del futuro o de su propia vida. Un ejemplo magistral, sin duda, lo encontramos en las últimas páginas de Finis Mundi que es de antología, realmente hermoso.
Las narraciones de Laura Gallego se llenan de descripciones en donde la autora hace gala de un vocabulario lleno de color, de luz, de ilusión puesto que no duda en parar el ritmo de la acción o en detenerla un momento para describirnos un personaje nuevo o un lugar particularmente sorprendente. Hay también fragmentos que podríamos calificar de épicos como cuando se preparan las batallas en Idhún y se describen los combates y, sin embargo, estos pasajes más trepidantes se alternan con otros sosegados e íntimos. Muchas veces, sobre todo en las Memorias de Idhún, la autora nos sitúa a los personajes en sus distintos espacios, de manera paralela y va alternando las actividades de unos con las de los otros, con el fin de ofrecernos una muestra acabada de todo lo que sucede en un mismo momento.
Laura Gallego crea un mundo mágico, eso está demostrado, pero hace aún algo más, crea su propia mitología y nos permite asistir al nacimiento de nuevos héroes (porque los héroes no han muerto) y de nuevas referencias. En la segunda parte de las Memorias del Idhún, sin ir más lejos, asistimos al nacimiento de una leyenda. Somos los testigos directos y eso nos emociona y nos admira. Victoria ha dado la magia a Kimara, ya lo hemos leído, pero, más adelante, las gentes se hacen eco de ese prodigio: “En aquellos días, Shail había asistido, con sorpresa, al nacimiento de una leyenda entre los yan. Los rumores acerca de la mujer mestiza a la que se le había entregado la magia se conocían ya en todo Kosh. Nadie se atrevía a contar la historia en voz alta, por temor a los szish; pero, aun así, se relataba en rápidos susurros por las esquinas, en el mercado o en la taberna, cuando no había ninguna serpiente cerca” (I parte, pág. 242).
Ya ha quedado dicho que muchas de estas historias retoman a personajes de las anteriores, con lo cual se establece una tupida red entre las novelas que le da al lector muchas herramientas para construir, paralelamente, el mundo que le muestra la escritora. Sea Idhún, sea el Valle de los Lobos o cualquier otro que aparezca en el futuro. Llámense Dana, Fenris, Salamandra, Victoria, Jack o Kirtash. También hay algunos procedimientos estilísticos propios de Laura Gallego, que la caracterizan. Por ejemplo, lo que destaca de sus personajes, en el aspecto positivo, es la ternura. Las miradas de Kai y del propio Kirtash se tiñen de ternura cuando miran al objeto de su amor. Por otro lado, estos dos personajes tienen otras similitudes, una muy curiosa es que suelen sentarse en el alféizar de la ventana o en las balaustradas.
También da mucha importancia la narradora a los idiomas y a la comunicación. Así, se habla del latín (“El latín, esa lengua que se habla en todas partes y en ninguna” pág. 41, Finis Mundi), o del arcano (el idioma de los magos) o del idhunaico y del amuleto necesario para interpretarlo; es más, algunos personajes ni siquiera hablan, sino que se comunican telepáticamente. Todo ello nos habla de lo importante que es establecer relaciones con nuestros iguales, sí; pero también con aquellos que no lo son y en los que, de alguna manera, nos podemos ver reflejados.
En definitiva, mucho más podríamos decir de Laura Gallego, a la que nos gustaría continuar estudiando en el futuro, porque no dudamos que seguirá sorprendiéndonos a cada paso con obras llenas de magia, de duende y de ternura. La segunda parte de las Memorias de Idhún así lo aventura, ya que nos deja con la incógnita de no saber qué le pasará a Victoria y con el terrible indicio de que Gerde, el hada renegada, tendrá un papel maléfico y determinante en la siguiente entrega, porque las fuerzas del mal no han sido, ni mucho menos, derrotadas.
Y, para terminar, quiero cerrar con una hermosa cita que bien puede resumir gran parte de lo que pretende Laura Gallego con su literatura: “Los viejos tenemos el conocimiento. Los adultos tienen la seguridad. Los niños la ilusión. Pero sois los jóvenes los que tenéis el poder para cambiar el mundo...” (Las hijas de Tara, pág. 201).
“CON TRABAJO, TESÓN Y MUCHA VOLUNTAD, SEÑOR” (BIBLIOGRAFÍA)
Obras de Laura Gallego leídas:
-Finis Mundi, Madrid, SM, 1999, (El Barco de Vapor, 117).
--La leyenda del Rey Errante, Madrid, SM, 2002, (El Barco de Vapor, 143).
-El coleccionista de relojes extraordinarios, Madrid, SM, 2004, (El Barco de Vapor, 160).
-Fenris, el elfo, Madrid, SM, 2004, (El Navegante, 22).
-El Valle de los Lobos, Madrid, SM, 2001, (El Navegante, 11). Crónicas de la Torre, I
-La maldición del Maestro, Madrid, SM, 2002, (El Navegante, 15). Crónicas de la Torre, II.
-La llamada de los Muertos, Madrid, SM, 2003, (El Navegante, 19). Crónicas de la Torre, III.
-Las hijas de Tara, Madrid, SM, 2002, (Gran Angular, 225).
-La hija de la noche, Barcelona, Edebé, 2004. (Periscopio, 112).
-¿Dónde está Alba?, Madrid, SM, 2003. (Cuentos de Ahora, 46).
-Max ya no hace reír, Madrid, SM, 2004. (Cuentos de Ahora, 48).
-Memorias de Idhún.I. La Resistencia, Madrid, SM, 2004.
-Memorias de Idhún.II. Tríada, Madrid, SM, 2005.
Nota:
Mi agradecimiento a Ana Prieto, Marta Domínguez y Carmen Palomino, de SM; a la Editorial Edebé y a su presentante en Tarragona. Y, como siempre, a Ángela Marcos, de la Fundación Germán Sánchez Ruipérez, de Salamanca.
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