domingo, diciembre 07, 2014

Uno de los cuentos más populares de todos los tiempos es, sin duda, Caperucita roja, del cual se han hecho tantas versiones y adaptaciones que sería imposible compararlas todas.
 El cuento de Caperucita nunca pasa de moda. Buena prueba son los tres títulos que comentamos -y recomendamos- a continuación.






Caperucita roja / La Caputxeta Vermella
Meritxell Martí - Xavier Salomó
Combel, 2014.

El texto editado por Combel es una versión resumida del cuento original, aunque muy cercana a sus orígenes. Meritxell Martí, en verso, nos habla de una niña que ha de superar varios obstáculos, como es el del lobo, para conseguir su fin que es llegar, sana y salva, a casa de la abuela, aunque allí le espere otra sorpresa que, por suerte, acaba bien para la niña.
Aparte de la musicalidad del texto de Meritxell Martí, las ilustraciones de Xavier Salomó convierten el cuento de Caperucita en cinco escenarios pop-up para que los primeros lectores disfruten con una representación del cuento cargada de plasticidad y detalles (la gran boca del lobo, el bosque enmarañado, el lobo con el camisón de la abuela...). Destaca la ventanita por la que el niño puede asomarse también al mundo exterior.
El cuento, en definitiva, une texto e ilustración y consigue una buena adaptación del cuento tradicional que puede servir como primera versión para los niños y niñas que empiecen a conocer el cuento.


 Caperucita y el lobo bobo,
Enrich Lluch -Jorge del Corral
Algar, 2014.

Caperucita y el lobo bobo es un cuento destinado para los niños que conocen el original y que podrán establecer las comparaciones oportunas y pasar un buen rato con los cambios que Enrich Lluch ofrece en esta versión. El cuento, por otra parte, pertenece a la colección "Descuentos" que muestra otra manera de entender los cuentos clásicos, más divertida, más cercana a nuestros días y, por supuesto, llena de humor e ironía.
En esta ocasión el lobo es, como dice el título, un poco bobo. Es un lobo patoso que se mete él solo en problemas y decide, al fin, cambiar el cuento y aconsejar a sus hijos que se dejen de historias con la Caperucita.
Caperucita va a casa de su abuela, pero no a llevarle comida, como cree el lobo, sino a llevarle unas gotas para los ojos que el médico le recetó. La abuela no está en casa cuando llega el lobo, sino en la huerta y el lobo se mete en la cama esperando a Caperucita. La niña cuando le ve los ojos "hichados como pelotas de tenis" decide ponerle el colirio y el pobre lobo se desespera de dolor. El cazador y la propia Caperucita lo acompañan al veterinario que lo acaba vendando "de arriba abajo" y el lobo decide no meterse en más líos.
Las ilustraciones de Jorge del Corral, por su parte, muestran a unos personajes modernos, vestidos de manera actual (destaca la horquillita que lleva Caperucita en el pelo y los pantalones de la abuela) que se apiadan del lobo y tratan de ayudarlo. El lobo, por su parte, sigue mantiendo el rol de "lobo feroz", aunque frustrado, eso sí.
El cuento, insistimos, gustará -y mucho- a los niños y niñas acostumbrados a leer y que ya pueden hacerlo de manera autónoma.



Cadavercita
Luis Murillo - Emi Ordás,
Algar, 2014.

Han pasado los años y Caperucita no es la dulce niña que todos pensamos, porque ha muerto y ahora es un zombi. Eso sí, no nos lo han dicho para no disgustarnos. El caso es que los padres de Caperucita, que también han fallecido, tienen un plan perverso y quieren matar a la abuelita para poder construirse un mausoleo y estar a gusto eternamente. No cuentan con que Caperucita los ha oído y tampoco imaginan la abuelita, además de ser una dulce mujer, tiene unas armas fabulosas, ya que pelea como una ninja.
El argumento anterior podría parecer disparatado y excéntrico, no obstante se trata de un texto divertido que desmitifica el clásico de Caperucita y le da una visión terrorífica, aunque apta para cualquier público.
El lobo -Lupito-  juega un papel importante también, aunque el pobre se asusta al ver a Caperucita convertida en Cadavercita y no sabe tampoco que la abuela es una mujer de acción; de ahí que salga tan mal parado (tanto que es asado a la brasa).
Al final, abuela y nieta acaban compartiendo la eternidad, pero para nada aburridas como verá el lector.
Cadavercita es una versión macabra del cuento de Perrault, pero no excenta de gracia aunque el lector, que conoce el original, no da crédito a lo que está leyendo y, sin embargo, se deja seducir por un argumento cómico y muy alejado de los convencionalismos propios de los cuentos tradicionales.
Los dibujos de Emi Ordás, por su parte, se adaptan muy bien a la oscuridad del relato y escogen los tonos negros, grises blancos y, por supuesto, rojos. Son ilustraciones que invaden las páginas del cuento y que nos sumergen en un ambiente tétrico pero, a la vez, festivo, porque seguimos sin dar crédito al ver a la abuela blandiendo una espada como una ninja o a Caperucita en plan zombi. Sin las ilustraciones, por supuesto, nos sería muy difícil seguir la historia y quizá no la comprenderíamos del todo. Así, texto y dibujos juegan con el lector y se permiten incluso escandalizar a los más conservadores para alborozo de muchos, por supuesto.
Cadavercita se presenta como un ábum ilustrado. La tipografía, por otra parte, es básica en el relato ya que se mezcla el texto del narrador, con el diálogo ocasional de los personajes y algunos términos que aparecen resaltados en amarillo. Choca que un libro de este formato (negro, con una Caperucita zombi en la portada) se dirija a los primeros lectores, pero, quizá no le venga mal a Caperucita una desmitificación como la de Cadavercita. Eso sí, el niño o niña que lo lea, necesitará alguna explicación de un adulto. O eso pensamos. Sea como sea, el personaje de Caperucita sigue su transformación y va enfrentándose a toda clase de retos para alcanzar su autonomía personal. Ese es uno de los objetivos del clásico.


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