lunes, enero 08, 2018

Postales coloreadas,
Ana Alcolea,
Contraseña Editorial, 2017.

Ana Alcolea es uno de los referentes más importantes de la literatura infantil y juvenil en castellano en la actualidad. Su obra, muy leída y valorada, y sus premios así lo atestiguan. No obstante, en esta ocasión, Ana Alcolea escribe cambia de registro y se dirige, en primer lugar, al adulto, aunque, sin duda, el lector joven sigue siendo un lector en potencia de este magnífico relato. 
Postales coloreadas , sin dejar de ser una novela, recoge también elementos biográficos de la propia autora y, sobre todo, de su familia. Es un homenaje, en última instancia, a las mujeres que la han predecido, a su bisabuela, Agustina, a su abuela, Mercedes y a su madre. 
A finales del S. XIX, un joven de casa bien, decide abandonar su Almería natal para entregarse a un sueño, el sueño de los ferrocarriles. Es Juan, el bisabuelo de Ana Alcolea, un hombre culto, con sentido de clase, liberal con él mismo, aunque no tanto con su familia. Juan ocupa distintos puestos en estaciones españoles, hasta que en una aldea gallega conoce a la que será su mujer, Agustina, Esta lo acompaña en esta aventura insólita que los lleva a Madrid y a distintos pueblos de Teruel, hasta que acaban en Zaragoza. Agustina es madre de siete hijos, un varón y seis chicas. Es una mujer de tierra, de valores anclados en la tradición, noble, acostumbrada a sufrir y a callar, pero capaz de sacar adelante a su casa, pese a que Juan, más dedicado a sus escaceos personales y a su propia vida, no le ayude demasiado.
Postales coloreadas nos da una visión de la historia española, a través de unos personajes que fueron testigos de la misma. Lo hace, como diría Unamuno, desde la intrahistoria, desde las personas que la sufrieron o que la disfrutaron, que te todo hay en  la novela.
A menudo, la mujer que es hoy Ana Alcolea se asoma a las páginas de su novela con el afán, no de moralizar o excusar, sino de explicarse a sí misma el devenir familiar y de entender por qué es cómo es y no de otra manera. Son muchos los momentos en que la autora se convierte en observadora de su propia familia, en testigo de unos hechos de los que, con cariño, con mucha ternura, extrae algunas conclusiones.
 Postales coloredas es un libro emocionante porque está escrito desde dentro, no es ficción, no es invento, es verdad como lo son todas las historias que se entremezclan de unas personas que, gracias a la pluma de Ana, ya son personajes literarios. Entrañable es Agustina, de una pieza es Mercedes, distinta es Pilar a todos los modelos de la época, por poner solo unos ejemplos.
La vida y la muerte se dan la mano en la novela, como el presente y el pasado, la evocación y la realidad, lo conocido y lo imaginado, porque Ana Alcolea no puede evitar, cuando así lo necesita y ella misma lo admite, echar mano a sus dotes narrarivas y hacer de una vida anónima una obra de arte porque eso es, ni más de menos, Postales coloreadas.
Son muchos los símbolos que aparecen en el texto. Sin duda, las postales antiguas que su abuela guardaba como un tesoro forman el hilo conductor de la novela, pero también algunas cartas y objetos, como un azucarero medio roto, la talla de San Antonio, dos bastones, un agujón,  un gramófono, unas muñecas con las que no se podía jugar... Son objetos reales, que existen aún y que tienen el poder de hacer crecer, a su alrededor, de nuevo la vida de quienes los usaron.
Decíamos que el texto es un homenaje a las mujeres, porque es el mundo de las mujeres, intimo, limitado por el de los hombres, sin muchos recursos, el que sobresale, el que se nos antoja más real y humano porque el es el mundo también de nuestras abuelas y nuestras madres. Unas mujeres que hubieran querido aprender a leer y a escribir pero que les fue vedado hacerlo por su condición de tales. Unas mujeres ingeniosas, hábiles, fuertes, valientes y capaces de enfrentarse con su propio destino. Así la portada hermosa, de Alberto Gamón, recoge la imagen de una mujer que quisiera escribir. ¡Cómo habría cambiado nuestra historia si estas mujeres se hubieran podido formar!
En suma, Ana Alcolea nos regala un fragmento de su propia historia, con total generosidad y consigue que sea también nuestra. Es, sin duda, su novela más personal y la que sigue un registro diferente, lo cual demuestra la versatilidad de esta escritora aragonesa con sangre andaluza y gallega en las venas.

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