Arroz, agua y maíz.
Berta Piñán. Ilustraciones Elena Fernández
Oviedo, Pintar Pintar, 2010.
Arroz, agua y maíz es un poemario que ofrece el lector múltiples visiones de la realidad, como si de un caleidoscopio se tratara. Niños de diversas procedencias geográficas, desde Sierra Leona a México, desde Chernóbil a El Sahara, desde Japón a Manila, desde Madrid a Almería, desde Bagdad a Damasco… se asoman a las páginas de este libro para contarnos sus anhelos, sus realidades y, sobre todo, para tendernos una mano, porque, en todos los poemas, se encierra el deseo de conocer al otro, de no estar encerrado en el yo, sino de trascender al “tú”. No es el pronombre “conmigo” el más importante, sino el “contigo”.
En los poemas hay también elementos que se repiten y que dan unidad al poemario. Así, son frecuentes las antítesis o contrastes que se aprecian en los versos para describir una doble realidad, la del país de donde procede el niño y la del país al que quiere llegar o que imagina en sus versos. El “aquí” y el “allí” se cogen del brazo y bailan juntos una hermosa canción. Y es que la música es otra presencia importante en los versos de Arroz, agua y maíz, como lo es el ritmo y las imágenes evocadoras, sobre todo la metáfora.
Hay otras realidades que aparecen en los poemas, como la emigración y la dureza de la misma o los deseos de mejorar de vida (ahí la fuente o el pozo son símbolos importantes), pero también la belleza de la propia realidad, con su fauna especial y sus olores y sabores; sobre todo sus sabores. Arroz, agua y maíz recoge en tres palabras todo el universo ya que alude a dos alimentos básicos y a otro esencial, como el agua. La vida en todas sus variantes, pues, se ofrece al lector.
El juego poético va más allá, ya que los versos se extienden o adelgazan según sea su procedencia, tienen unas cadencias u otras. Así, por ejemplo el poema que alude a Habana sabe a canela y el que tiene que ver con Sierra Leona rezuma dolor y guerra, porque el libro no evita la denuncia y, de una manera indirecta, los poemas dejan ver algunas realidades infantiles muy duras como son los niños de la guerra.
El arte mayor y el menor se unen, las rimas agudas con los versículos, el haiku con el poema-canción, la luz con las sombras… para ofrecer a los niños, a los que van dirigido el poemario, un mundo distinto, pero a la vez cercano, porque, como dice el niño del Nepal, en su poema, “A mil millones de kilómetros de aquí, / hay niños y niñas que juegan en los patios / y se tiran la pelota / y se esconden y se asustan / y se ríen. / Exactamente como aquí”.
Berta Piñán es la autora de tan hermoso conjunto de poemas y es la creadora, por lo tanto, de esa ficción que el lector tiene como cierta, ya que, de verdad parece que los poemas sean escritos por niños y no por lo autora, dada la gracia, las frescura y la disparidad de registros que maneja. No en balde fue Premio de Literatura Infantil y Juvenil María Josefa Cabellada 2008.
No hay que olvidar, por supuesto, a la ilustradora, Elena Fernández, quien ajusta sus pinceles al poema; es más, da la luz exacta y el tono al texto. Con ello queremos decir que no son ilustraciones sin más, sino ilustraciones que recogen el alma del poema, su especial temperatura por así decirlo. Elena Fernández fue Diploma Premios Visual 2009 de Diseño Editorial con estas muestras plásticas.
Arroz, agua y maíz es un libro coral, para todas las edades, que nos permite conocer muchos lugares y, sobre todo, a muchas personas, que nos permite crecer y tener una visión más amplia y global del mundo. La casa de todos. Aquí y allí.
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