Ratones de casa,
Xosé Manuel González "Oli".
Natalia Colombo,
kalandraka, 2015
Un buen día, una familia de ratones decidió emprender un viaje hacia una casa para buscar comida y pasarlo bien, aunque no contaba con un inconveniente: la presencia del gato. Ese viaje ocurrente, luminoso y excéntrico es lo que, en forma de coplas, nos cuenta "Oli", su autor. Es un viaje que dura un día, desde la mañana hasta la otra mañana y que nos trae imágenes muy delicadas ("La montaña, / con hijo muy fino, / subiendo y bajando / dibuja el camino", al lado de juegos cercanos a la poesía oral ("Los ratones, / aquí y en la China, / cuando tienen hambre / van a la cocina") o situaciones divertidas ("La señora / dice muy bajito: / Abajo hay ladrones, ¡Despierta, marido!").
Lo importante de Ratones en casa no es la llegada a la casa, sino todo lo que envuelve ese viaje especial. A menudo, en la vida, lo que que importa no es llegar, sino caminar y crecer mientras se hace el camino. Esa es la verdadera meta.
Los ratones se instalan en la cocina, el gato se alarma, la señora llama al marido y el marido hace levantar a su hijo. Por fin, el gallo canta y todo vuelve a su origen. Por lo tanto, se trata de una estructura encadenada que facilitará a los más pequeños la comprensión del relato y les permitirá comenzar a extraer sus propias consecuencias porque, con Ratones en casa, el niño o la niña, disfrutará dando nombre a las cosas, acompañando a estos ratones y comprobando que, por suerte, no les pasa nada al final, aunque se les erice un poco el pelo porque, eso sí, antes, se han pegado el gran festín.
Las imágenes que emplea "Oli" son directas, como ya hemos dicho, fáciles de entender, aunque de alcance poético puesto que abunda la personificación y eso enriquece mucho el relato: "La mañana / trae el primer rayo, / y al salir el sol / quien canta es el gallo". Se sigue, por lo tanto, una estructura cíclica, el relato acaba y empieza en la mañana, pero ha pasado todo un día y, con seguridad, los ratones ya no son los mismos ni el niño ni siquiera el gato.
Las ilustraciones de Natalia Colombo son bellísimas. Con sus ceras y lápices de colores consigue contagiarnos la alegría de vivir porque son dibujos llenos de colores, de matices, de vida. Son dibujos que van de lo cotidiano a lo mágico, de lo real a lo imaginario, del juego a la seriedad, de la magia a la ilusión. Realmente, son ilustraciones potentes, cargadas de matices que encantarán a los lectores.
En definitiva un álbum divertido, bien construido, con una historia cercana a la oralidad y con unas ilustraciones riquísimas. ¿Quién no se montaría en el autobús con estos ratones? A ver... que levante la mano.
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