Cuentos de la abuela Amelia,
Ana Alcolea,
Edelvives, 2009, (Ala Delta, 74)
A veces, los adultos ignoramos la opinión de los niños y de los ancianos sencillamente porque nos creemos en posesión de la verdad. ¿Un niño qué sabe de la vida?, nos preguntamos. En cuanto a los ancianos, esta sociedad nuestra, tan avanzada, ha olvidado, demasiado a menudo, que la experiencia es básica y que en las voces de nuestros mayores se halla recogido el rumor de los tiempos, la verdadera historia. Y eso Ana Alcolea, que es adulta, pero tiene memoria y sensibilidad, lo recoge en Cuentos de la abuela Amelia. No creamos que es un texto aburrido ni con afán pedagógico, en absoluto, pero, si sabemos leer bien y despacio, entenderemos los valores que se asoman a las páginas del libro.
Nina acaba de cumplir 10 años. Vive en un pueblo aragonés de los Pirineos de Huesca. En cambio, su abuela paterna, Amelia, vive en una casa soleada, en un pueblo de Sevilla, con un patio fresco y muchos recuerdos acumulados. Las familias se ven poco debido a la distancia, pero, un buen día, emprenden un viaje que a Nina le extraña. Dicen que la abuela está enferma y que hay que llevarla a una residencia. Magdalena, la madre de Nina, es una mujer de carácter enérgico y algo prepotente; Eduardo, el padre, es médico y suele actuar de forma más reposada. Ese sería el punto de partida del relato. Ahora bien, ni la abuela Amelia es una mujer indefensa, ni Nina una niña apocada, ni Magdalena tiene siempre razón ni Eduardo ha pensado bien en las consecuencias de ese viaje.
Cuando llegan al pueblo, ante Nina se abre un mundo que ella tenía olvidado y que la colma de magia, de ilusión y de fantasía. Y es que la pequeña es una niña muy imaginativa y observadora. La abuela y ella refuerzan el vínculo emocional que las une desde el nacimiento de Nina. La abuela, poco a poco, desgrana ante ella un ramillete de relatos que la llevan a lugares exóticos, que la acercan a sus ancestros, que le permiten ser pirata, princesa o flor de azahar. Nina descubre que la abuela no está tan enferma como dicen sus padres. Ellos opinan que se despista, que pierde la memoria, que no puede vivir sola, pero Nina entiende que, en la cabeza y el corazón de Amelia, hay todo un universo que debe seguir fluyendo.
Amelia es una mujer de carácter, aunque también dulce y cariñosa. Tiene algún despiste, pero aún sabe muy bien qué quiere y cómo lo quiere. A Nina le transmite, en forma de cuentos, parte de su saber, atesorado de generación en generación. Y lo hace de tal manera que el lector se olvida de la autora y se sumerge en la narración, cuajada de preguntas, con las interrupciones propias de la oralidad. Una narración que se va haciendo poco a poco, con puntadas finas, mientras la abuela recuerda o improvisa o busca otra respuesta. Todo lo que Nina es y será está en los labios de la abuela.
Además, para la chiquilla, estar en el cortijo, rodeada de naturaleza, es también una novedad. Aprende a ver las pequeñas cosas e, incluso, descubre que el amor empieza a rondarla. Es, de alguna manera, un viaje iniciático.
Finalmente, Eduardo lee los escritos de Nina, en donde ha depositado los cuentos de la abuela, y entiende que, de momento, no hay que llevarla a Madrid a ninguna residencia, que lo bueno para Amelia es seguir en su casa, en su entorno, con sus recuerdos y su vida real.
Cuentos de la abuela Amelia es un libro para niños, a partir de 10 años, que deben leer los adultos, sin ninguda duda.
Las ilustraciones de Violeta Lópiz se centran en las figuras centrales, la abuela y la nieta y las presentan compartiendo momentos de felicidad, llenos de detalles y de esas pequeñas cosas efímeras de la vida que son, al final, las más importantes. La portada, sin ir más lejos, así lo muestra. La figura de la abuela, grande y protectora, y la de la niña, pequeña, confiada y atenta.
Ana Alcolea estructura el texto en 13 capítulos en los que se siguen dos líneas narrativas. Por un lado, el viaje de la familia y la estancia en el pueblo, con los aspectos cotidianos de la vida y, por el otro, el mundo mágico, cuya puerta abre la llave que tiene en su memoria la abuela Amelia. Ambos mundos acaban confluyendo y generando nuevas posibilidades. Como dice Nina: "Las historias reales deberían ser tan hermosas como las leyendas, ¿no te parece, abuela?".
La lectura de Cuentos de la abuela Amelia nos hace reflexionar y nos permite crecer, como lectores y como personas, aunqu, a los adultos, nos deja un regusto de nostalgia en el corazón cuando cerramos el libro. Nina ha crecido y entiende que, en la vida, hay claros y oscuros, pero tiene un secreto, gracias a su abuela y a sus sabias palabras: "Porque a veces los ojos de la realidad y los de la imaginación pueden ver las cosas que no existen. Como en un juego de magia".
Muchas gracias por esta hermosa reseña, querida Anabel. ¡Cómo tienes tiempo para tantas cosas! Besos.
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