El sueño de Lu Shzu,
Ricardo Gómez. Ilustraciones: Tesa González
Edelvives, 2011.
El sueño de Lu Shzu corrobora la afirmación célebre de Juan Ramón Jiménez de que los niños pueden leer “de todo”. El relato que narra Ricardo Gómez es estremecedor y, sin embargo, va destinado a los primeros lectores. ¿Cómo se ha logrado dar este salto? Sin duda, gracias a la calidad literaria y a las ilustraciones, sencillamente espectaculares, de Tesa González.
Narra el cuento la vida de una niña “dagonmei”, esto es una niña china esclavizada haciendo juguetes. Una niña que se llama Lu Shzu y que, a lo largo de su corta vida, fue ocupando distintos lugares en el montaje de las muñecas. Cuando sus deditos sirvieron la hicieron colocar ojos, luego pasó a colocar brazos y piernas y, cuando ya no pudo hacerlo, se la puso a empaquetar las muñecas y entonces sí, entonces la pequeña Lu se quedó hechizada por lo que hacía y soñó como todas las niñas del mundo, soñó en voz alta, soñó hacia adentro y hacia fuera… y quiso hacer su sueño realidad: conseguir una muñeca de verdad, como las que empaquetaba. La vida de Lu y la de tantas otras niñas es terrible y más aún cuando pensamos que se les hurta la infancia.
Ricardo Gómez resuelve con habilidad el momento dramático en que la niña descubre que ella no puede soñar ¿o sí? Su abuela le cose una muñeca, no tan perfecta, pero sí más real porque es esa muñeca, y nadie más, quien cuenta la historia. Es esa muñeca quien explica cómo Lu, de alguna manera, siguió viviendo.
El relato destila magia y es una joya creativa. Ya su aspecto, un álbum de grandes dimensiones, invita a acercarse y, cuando se contempla la portada, la alegría se desborda porque las ilustraciones de Tesa González irradian luz, ternura, afecto. Son ilustraciones que fluyen, que hacen que el lector piense que puede, realmente, acariciar la muñeca, que puede entrar en el relato. Por otro lado, las letras también son juguetonas y trazan caminitos y se mueven y forman nuevas perspectivas… todo para favorecer la imaginación y la ilusión porque todas las niñas, se llamen como se llamen y hayan nacido donde hayan nacido, tienen derecho a una infancia feliz. Los colores, las formas, las letras y las imágenes… son una pura delicia para la vista y una invitación a la lectura. La textura de las páginas propicia este acercamiento físico entre el texto, la imagen y el lector.
El cuento es un pequeño tesoro, digno de figurar en la biblioteca de los más pequeños y, por supuesto, supone un aldabonazo en la conciencia de los mayores. ¿Acaso las muñecas que regalamos a nuestras niñas las han hecho otras niñas? Esa una pregunta que invita a la reflexión. Valoremos qué es el comercio justo y tratemos de llevarlo a cabo.
Ricardo Gómez es un autor comprometido que, en esta ocasión, sabe jugar con el relato y la melodía de las palabras, dado el público al que se dirige, pero que no evita abordar temas duros, como éste.
Una historia muy triste pero narrada con magia, arte y corazón, tal como la describes Anabel, ha de quedarse escrita para siempre en las páginas del alma
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