Al otro lado,
Maurice Sendak,
Kalandraka, 2015 (libros para soñar)
Maurice Sendak,
Kalandraka, 2015 (libros para soñar)
Hay algo de enigmático en Sendak, algo que no se acaba de percibir, que flota en sus textos y en sus ilusyraciones. Sendak crea criaturas extrañas, con un punto de extravagancia y,en algunos casos, grosería, pero siempre hay un niño quien, saltándose las normas, logra darle la vuelta a la situación y, con dudas e imperfecciones, sale airoso.
Los niños de Sendak no son niños modelos, no son niños de exposición, son niños con sus particularidades, con imaginación, con ganas de jugar, con pensamientos encontrados y, sobre todo, con miedos y dudas. Contra esos miedos y dudas lucha Sendak quien, de alguna manera, luchaba contra sus propios demonios interiores y lo hacía de la mejor manera: escribiendo y dibujando.
Al otro lado es la tercera parte de la trilogía sobre los sentimientos, formada por La cocina de noche y Donde viven los monstruos, ambos también reseñados en "Voces de las dos orillas". En esta ocasión, hay una particularidad porque el protagonista no es un niño, sino una niña, Aida. Aida tiene una vida complicada porque su padre "estaba en el mar" y su madre "bajo la pérgola" y es Aida quien tiene que cuidar de su hermana pequeña, un bebé regordete que le impide jugar, puesto que Aida la cuida con prisa, mecánicamente, hasta que el bebé desaparece y comienza, para Aida, una aventura que la llevará a conocerse a sí misma. Eso sí, parte de un error: sale "por el otro lado" donde todo es al revés, donde nada es lo que parece. Aida se enfrenta a sus propios miedos y sale victoriosa, regresa con su hermana, justo a tiempo para escuchar como su madre le lee una carta del padre ausente en la que le pide que cuide de su familia.
La responsabilidad de Aida es enorme y no debería recaer sobre ella, sino sobre su madre que se muestra ausente y contemplativa. En el fondo, el mismo Sendak confiesa que se inspira en él mismo y en su hermana porque, a veces, las relaciones entre hermanos, no son plácidas y tienen momentos oscuros.
Se me permitirá una nota personal que me acerca al relato y me conmueve. Mi madre, que tiene 74 años, es la segunda de seis hermanos y le tocó cuidar de los menores. Cuenta, entre nostálgica y melancólica, que, a los seis años, mientras su madre trabajaba en el campo o en casa, ella llevaba siempre en brazos a su hermano, al que ahora adora, pero buscaba cualquier excusa para irse a jugar porque... era una niña y los niños, no lo olvidemos, como no lo olvida Sendak, tienen unos intereses distintos a los de los adultos y necesitan jugar.
Aida convierte su propia vida en ese juego que tanto anhela y, siguiendo muy de cerca los cuentos de hadas, logra vencerse a sí misma y protagonizar una aventura digna de la mejor heroína.
Sendak no renuncia a ser fiel consigo mismo, no busca soluciones fáciles, no es edulcorado ni toma al niño por inútil, al contrario. Sus ilustraciones son espectaculares. Uno no se cansaría nunca de conteplarlas. Se nota la influencia de los pintores románticos alemanes en las mismas. Los vestidos, los detalles, la luz que se advierte, esa especial atmósfera en la que Aida se mueve son piezas fundamentales en el libros. Por otro lado, hay distintos símbolos, el cuerno mágico que Aida siempre toca para entretener a la niña a la que no mira nunca, el bebé que se convierte en un bebé de hielo, la pérgola, la carta y la voz de su padre, la capa amarilla de su madre, el arroyo, la música, el mar...
Al otro lado no es un relato fácil, pero es rotundo y hermoso en su conjunto. Es un relato que merece una lectura atenta y que hará pensar mucho a los adultos y permitirá a los niños sumergirse en un mundo mágico, cercano a los cuentos y a sus propios sentimientos.
Nos parece un acierto retomar este álbum ilustrado, escrito en 1981, y ofrecerlo a los pequeños lectores, desde 8 años, del S. XXI. Al otro lado sigue habiendo monstruos para cualquier niño, pero es posible vencerlos. En este caso, son duendes bebés, que, como una pesadilla, invaden la vida de Aida, pero ella, igual que el niño de Dónde viven los monstruos, logra superar y, lo que es más, importante, engañar para alcanzar y reconocer el cariño real que siente por su hermana.
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