Una feliz catástrofe,
Adela Turín - Nellia Bosnia
Kalandraka, 2014.
En casa de la familia Ratón todo sigue un orden establecido que ha sido marcado por el señor Ratón. Él es el líder de la familia, él es el único que ha vivido aventuras, él único capaz de grandes proezas y el eje de toda la familia. Lo principal es el bienestar del padre. La señora Ratón, en cambio, es "dulce, modesta y dócil". Parece que lo que haga la señora Ratón carezca de importancia ya que está metida en su rol de esposa y madre. Se calla cuando su marido habla, tiene que preparar buenas comidas y estar atenta a sus menores deseos. Para sus hijos también pasa desapercibida... y eso que tiene ocho, dos ratones y cuatros ratoncillas. Ni más ni menos.
Toda esta situación injusta y claramente discriminatoria se soluciona gracias a una catásfrofe. Un buen día se les inunda la casa y, gracias a la señora Ratón, la aparentemente insignificante señora Ratón, sus hijos salvan las vidas. Ella es quien organiza el nuevo hogar, ella quien emprende grandes aventuras -y reales, no como las de su marido- y ella quien descubre parte de su potencial y el de sus hijos -aprende a tocar la guitarra-. Los ocho ratones reciben una gran lección y entienden que ellos también pueden ser protagonistas de sus vidas, que se pueden divertir con poco y que no necesitan estar callados todo el día. ¡Ah! Y comienzan a valorar a su madre quien, en los malos momentos, reacciona como nunca se hubieran imaginado.
El relato, ahora bien, está abierto porque anticipa futuros problemas que, sin duda, seguirán trastocando el orden en la familia Ratón y propiciando nuevas aventuras.
Una feliz catástrofe se publicó en 1975 con la intención de replantear el papel de la mujer, madre y esposa, en la familia tradicional. Podríamos pensar que esta revisión hoy en día ya está desfasada, pero, por desgracia, nada más lejos de la realidad. La figura femenina sigue necesitando revisiones continuas, sobre todo la figura del ama de casa.
El relato, destinado a los niños desde 5 años, nos habla de igualdad y coeducación, aunque no se acude al registro docto o serio, sino al irónico y divertido. Nos cae simpática la señora Ratón desde el primer momento mientras que el señor Ratón se nos aparece como alguien engreído y fatuo que se humaniza, menos mal, cuando sufre un revés en la vida. De ahí el título del cuento, un oxímoron, que demuestra que las cosas malas no siempre lo son tanto y que, de los malos momentos, pueden salir grandes resultados.
Las ilustraciones, de Nellia Bosnia, recrean ambientes cercanos a los niños puesto que, como en una fábula moderna, la familia Ratón tiene las mismas necesidades que pudiera tener una familia humana y las mismas dependencias. Muy simpáticos son los ocho hijos, cada uno perfectamente caracterizado.
Los primeros lectores de hoy lo pasarán tan bien como los lectores de ayer, aquellos que rondan ya los 50 años. Kalandraka hace muy bien en retomar este clásico para propiciar la reflexión y el cambio en las nuevas generaciones.
No hay que bajar la guardia, es cierto, y hay que continuar luchando contra los estereotipos sexistas que Adela Turín denuncia de forma amable, aunque directa y precisa.
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