Esther Tusquets. Ilustraciones María Hergueta,
Kalandraka, 2011.
La conejita Marcela es un texto del 1979, escrito por Esther Tusquets, que ha sido recuperado por Kalandraka y editado primorosamente en su colección “Libros para soñar”.
En principio es un relato que va destinado a los primeros lectores, aunque, si profundizamos en su lectura, nos daremos cuenta de que el mensaje que contiene nos importa a todos. O debería importar al menos. De alguna manera La conejita Marcela es una fábula moderna que se alza en contra de las injusticias sociales y a favor de la igualdad. Esther Tusquets escoge al conejo como espejo de nuestra propia intolerancia y fanatismo. En un país idílico vivían dos tipos de conejos, los blancos y los negros. Los blancos eran los que comían los mejores pastos, los que caminaban erguidos y los que mandaban, mientras que los negros, sin pasar hambre, se alimentaban con peor hierba y andaban mirando hacia abajo, en señal de sumisión, podríamos decir. Y lo que es peor es que todo el mundo estaba contento porque así había sido siempre. Hasta que nació Marcela, una coneja negra singular porque tenía un ojo saltón que miraba hacia arriba; así se dio cuenta pronto de la situación y no la aceptó. ¿Por qué no podía comer el mejor pasto como los conejos blancos?
Marcela se saltó todas las normas y tuvo que huir de su país. Su nuevo hogar también la decepcionó porque allí era todo igual, aunque al revés; esto es, los conejos negros formaban la clase social principal, mientras que los blancos eran los sumisos. A Marcela no le gusta nada este cambio de papeles y sigue rebelándose con las armas que mejor conoce: los mordiscos y las patadas.
La situación se equilibra cuando Marcela conoce a Federico, un conejo blanco con un ojo estrábico, como ella. Juntos deciden emprender una nueva vida y juntos buscan otro país, en donde poder formar su propia familia; pero… sus conejos ya no serán ni blancos ni negros, sino mezclados. Y eso los hará a todos desiguales y, a la vez, iguales, porque en el mestizaje, nos dice el texto, está la clave de la armonía social.
La conejita Marcela sigue de cerca el cuento breve de Monterroso tan célebre titulado La oveja negra, aunque en esta ocasión, Esther Tusquets dulcifica el mensaje, atendiendo a sus lectores, y propone un mundo en donde todos tengan cabida y en el que nadie se sienta superior a otro y, lo que es peor, se acepten esas diferencias como algo ya establecido contra lo que no se puede luchar. El texto apela a la no discriminación por las singularidades raciales y apuesta por la igualdad y la integración plena.
La conejita Marcela es un relato hermoso, perfectamente construido, que sigue una estructura paralela, en torno a los dos tipos de conejos, los blancos y los negros. Describe muy bien las características psicológicas de Marcela, a la que presenta como una conejita bonita, diferente, que no acepta las injusticias y que, de forma simbólica, es capaz de ver los dos mundos a la vez, ya que, con un ojo, ve lo de arriba y, con el otro, lo de abajo. Y no le gusta nada de lo que observa, de ahí que se rebele y tenga que exiliarse.
En la edición que estamos comentando destacan las ilustraciones de María Hergueta que juegan con el realismo –ya que las figuras de los conejos presentan toda clase matices reales- y los colores, que la ilustradora emplea de una manera libre y muy llamativa. Sin duda, destaca el color amarillo por encima de los demás, un color que unifica las diferencias o aproxima los parecidos, según se mire.
En suma, La conejita Marcela es un cuento que hará las delicias de los más pequeños, por su palabra clara, por su juego estilístico, por sus ilustraciones (la figura de una coneja con gafas es realmente chocante); pero que impactará a los adultos, quienes entenderán mejor el doble sentido del relato y apreciarán la imagen de la portada en donde se ve a la conejita Marcela con el hocico sujeto por una cuerda o un lazo. De alguna manera, esa imagen habla de todas las injusticias sociales e invita a abrir el libro para seguir, de cerca, a esa coneja pionera que se atrevió a acabar con las normas asociadas al color de la piel.
Como cuento revolucionario está bien, luego la vida real pues no es tan fácil. El racismo impera, las diferencias sociales están a la orden del día.
ResponderEliminarPara educar en la igualdad y en los derechos de todos, está bien, estupendo trabajo. Ojalá que los niños que lean estos cuentos, sean capaces de aplicarlos a su vida diaria. La base de la educación lo es todo.