domingo, diciembre 04, 2011


Besos,
Txabi Arnal Gil,
Oviedo, Pintar-Pintar, 2010.



“Sin besos no tengo nada,
solo un dolor
que no lo cura
la mejor pomada.”
Con estos versos, Txabi Arnal Gil, deja clara su intención en Besos. Gracias a los besos, a la ternura y al cariño nos llega la vida; si no… no hay nada. Y, por supuesto, la gama de besos es tan amplia como pueden serlo las personas, las cosas, los animales y los sentimientos. No hay ni buenos ni malos, porque incluso la bruja, puede ofrecer besos, “lo que pasa –añade el poeta divertido entre paréntesis- es que tiene mala fama”. Hay, en fin, besos musicales, salados, mojados, de papá, de mamá, de liebre (son los besos que calman la fiebre). Hay besos de puré, de biberón, de chocolate, de araña y hasta de gato.
Besos es un poemario que irradia luz y alegría, que muestra la cara hermosa de la vida y la presenta a los más pequeños envuelta de las ilustraciones de Julio Antonio Blasco, tan características. Y es que, ocurra lo que ocurra, siempre habrá un beso en nuestras vidas para consolarnos, para decirnos lo guapos y listos que somos, para recordarnos que todo tiene remedio y, en fin, para hacernos crecer. Los poemas de Besos son juguetones, suben y bajan, tienen ritmo y atesoran imágenes  (paralelismos, metáforas, aliteraciones, anáforas…). Son poemas directos, alegres, que se cuelan en la mente y en el alma y que, como ocurre con la buena poesía, no son solamente unos poemas infantiles, sino poemas, sin edad. Para todos, con sabor a chocolate, con sabor a sal y con sabor a libertad.
Quisiéramos detenernos aún más en las ilustraciones que juegan con los tonos rojos y blancos y forman el estuche perfecto para los poemas. Texto e ilustración sufren una simbiosis mágica y se convierten en uno solo;  no pueden existir el uno sin la otra.
Julio Antonio Blasco juega con la luz, con las manchas, con las figuras aparentemente caprichosas y las pone al servicio de la poesía, aunque, sin duda, en Besos las ilustraciones son también “pura poesía”.
Besos forma un itinerario vital, el de un niño, quien, en primera persona, va contando sus gustos, por qué le gustan los besos y por qué duda de aquellos que no suenan. Un niño que presenta a otros niños –y mayores- su particular paisaje sentimental y que llega a la conclusión que hemos copiado más arriba: “Sin besos no tengo nada”. El libro se cierra perfectamente cuando llega el momento de irse a dormir:
“Y ahora…
Si me regalas un beso de rana,
daré dos saltitos
y me iré directo a la cama.
¡Buenas noches!”
Besos es, sin duda, un pequeño tesoro por el formato muy cuidado por parte de la editorial y por esa especial gracia que desprenden los poemas. La poesía, gracias a libros como éste, se convierte en la reina de la alegría y entra en las vidas de los más pequeños quienes, en casa o en el colegio, aprenderán a perderle el miedo y a entender que, incluso en los hechos más rutinarios del día a día… existe, como diría Bécquer, “poesía”.


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