Versos con alas,
Antonio García Teijeiro. Ilustraciones Manuel Uhía,
Barcelona, Lynx, 2006, Alas de Papel, 2.
“Un pájaro en un poema permite que los versos tengan alas”. Así presenta Antonio García Teijeiro este poemario, Versos con alas. El libro está formado por un ramillete de poemas escogidos con un tema común: las aves. Ahora bien, Teijeiro no nos da una lección de ornitología. No es ésa su misión. Hace algo mucho más difícil: permite que los lectores jueguen con las aves, vuelen con ellas, gracias a la imaginación. Las palabras se convierten en aves y las aves en palabras: “palomas / y/ palabras/ mil veces/ mil, pintadas”.
En Versos con alas, el amor es un sentimiento que, de alguna manera, transmiten los pájaros. Así, las golondrinas se van de la ciudad, pero llevan en su pico un recado amoroso. No ocurre como con las golondrinas de Bécquer que se iban… para no volver. El ruiseñor canta también melodías de vida y de amor. El poeta, por ejemplo, en otro poema se pregunta por el mirlo enamorado que se perdió.
Las aves se enlazan y juegan entre ellas, se preguntan, se contestan, se enredan en perpetuo vuelo, el gorrión, el herrerillo, el estornino, el zorzal, la alondra, el verderón, el petirrojo, el gorrión, la gaviota, el búho, el pinzón, la corneja y el ruiseñor. Todos traen más de un secreto y el poeta es capaz de transmitirlo: “Oigo sus voces / Siento sus risas,/ Pájaros tiernos / como la brisa”. No hay aves mejores que otras, todas son mágicas a los ojos del poeta.
Las aves, a veces, nos sorprenden con sus cualidades. El milano se sabe poeta, porque es sensible al paso de las estaciones. A veces, incluso, las aves y las personas interactúan, como cuando la niña toca la flauta y el gorrión la escucha extasiado.
El poeta acude a la primera y tercera persona en sus versos. En primera comparte sus ansías de libertad. El poeta, como una garza, quisiera ser libre, quisiera volar. El poeta, además, se acerca a otros personajes, a la niña, a “su tío”, a la luna y al sol.
Muchos de los poemas son puros juego, goce de escribir y de sentir. En el poema dedicado al colibrí, el poeta se extasía preguntándole y provocando su respuesta, pero el colibrí nunca para de volar, de ahí que los versos se acorten y adquieran esa especial rapidez de las alas del ave: “dime, dime, / colibrí/ dime, dime, / ¿no es así?”.
El libro se divide en dos partes. En la primera, Antonio García Teijeiro escribe poemas originales dedicados a un sinfín de aves. En la segunda parte incluye un homenaje a varios poetas que, en algún momento, escogieron al pájaro como objeto de sus versos. Son poemas, por así decirlo, eco de otros, poemas que responden a los poetas, como el que dedica a Alberti y su “Se equivocó la paloma”: “Si se vuelve a equivocar / ¿alguien lo querrá salvar?”, concluye nuestro poeta. Hay otros poemas dedicados a Juan Ramón Jiménez, a Lorca, a Machado y a Serrat, que, con pericia, ha musicado los versos del poeta sevillano.
Los versos de Antonio García Teijeiro se adelgazan o se alargan al compás de las alas del ave que, en ese momento, nos ofrezca su vuelo. Gusta del arte menor, sobre todo, y, en cuanto a la rima, asonancias y consonancias se dan la mano en el poemario.
Manuel Uhía, con sus ilustraciones, ilumina aún más, si cabe, esa manera de entender el mundo a través de sus aves. Acaso el ave, en su vuelo, simboliza la libertad, pero también, son sus trinos la música. El sentimiento de amplitud, las melodías, la magia… el juego son constantes en los versos del libro y permiten que el lector vuele, vuele, cada vez más lejos y se sienta cercano a un mundo en el que los gorriones son buenos amigos y… siempre encuentran su canción.
El libro se completa con una serie de datos más científicos sobre las aves y un pequeño abecedario. De alguna manera, los conocimientos de la naturaleza no han de estar reñidos con la poesía.
Versos con alas se destina lectores desde 10 años, pero, como decimos siempre, la buena literatura no tiene edad y la poesía de Antonio García Teijerio, fresca y musical, atrapa a cualquier lector.
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