"Las palabras heridas",
Jordi Sierra i Fabra,
Siruela, 2017
Jordi Sierra i Fabra,
Siruela, 2017
Li Huan es un joven muy prometedor. Él quería ser escritor, pero lo desechó por una gran causa: seguir las directrices que marcaba el Gran Padre de la Patria. Por eso, ante Li Huan se alza un futuro muy ambicioso como soldado. Es un honor que lo manden a una de las cárceles de seguridad en donde, en condiciones durísimas, cumplen su pena los disidentes, aquellos presos políticos que han cometido la osadía de pensar de una manera distinta. Li Huan es un joven sensible, pero se deja llevar por los patrones establecidos, por las fórmulas gloriosas, por la parafernalia de la dictadura. Así, cuando le hablan del preso 139, el peor de todos, muestra curiosidad, pero también extrañeza. El preso 139 es Wang Zhu, un profesor que lo único que ha hecho toda su vida es enseñar a pensar con criterio independiente. Entre ambos personajes hay un pulso, las consignas totalitarias frente a las palabras libres.
Li Huan es solo un muchacho, con muchas contradacciones, que teme pensar por sí mismo. Cuando lo nombran censor de las cartas de los presos su inquietud se eleva porque no entiende unas palabras hermosas a las que él quiere dar un sentido críptico. No entiende que detrás de un poema exista solo eso, poesía y sensibilidad. No lo entiende o, mejor aún, teme entenderlo, teme caer del otro lado. Él no ha vivido otra realidad que esa y cree que es la verdadera. Sus padres, cuando les pregunta, callan por miedo. Li Huan se tambalea y duda, teme estar equivocado y eso le enfurece y le haxce actuar con precipitación.
"Las palabras heridas" es una parábola de cualquier dictadura, aunque la podamos identificar con la cultura china por los nombres, pero los pensamientos, las formas, las actitudes son las cualquier régimen totalitario en donde solo hay un pensamiento y todos los demás se abortan.
Li Huan tiene tiempo de arrepentirse, tiene tiempo de ver como esas palabras que tachó con saña aún pueden decirnos algo, son las palabras heridas, las palabras que nos hablan del ser humano, de qué es ser persona, de la libertad, de la disparidad de ideas, del pensamiento múltiple y, sobre todo, del amor porque no hay otro mensaje en las cartas censuradas que el amor.
Li Huan acaba en casa del viejo maesttro, ya fallecido, dándole las letras heridas a su viuda y, de alguna manera, empenzando una nueva vida. Sin familia ya, con un norte incierto, con los principios que parecían inamovibles rotos, Li Huan es el ejemplo de la persona que evoluciona, que crece, aunque, por el camino, muchas sean las heridas.
La novela se organiza en capítulos con las letras del abecedario y está escrita con un estilo directo, no diría que sencillo, porque no lo es, sino esencial, minimalista. El texto es atemporal, por eso no hay muchos detalles que nos distraigan, aunque sí descripciones y diálogos que nos hacen pensar y reflexionar. Li Huan no es una mala persona, aunque a veces se comporte como tal; no es un asesino, aunque a veces esté al punto: Li Huan es una persona a la que han aniquilado con un pensamiento único, aunque, a menudo, él mismo duda, siente alguna comezón que le hace dudar y eso todavía lo enfurece más porque necesita creer en lo que hace y eso es imposible porque el Gran Padre de la patria es una gran mentira, un gran engaño, una inmensa patraña.
"Las palabras heridas" es, sin duda, uno de los libros recientes de Jordi Sierra i Fabra más emocionantes, más hermosos y más comprometidos con el ser humano.
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