La luna de Juan,
Carme Solé Vendrell, Kalandraka, 2015.
Carme Solé Vendrell, Kalandraka, 2015.
Carme Solé Vendrell publicó en 1982 el libro que hoy reseñamos y que Kalandraka ha tenido el acierto de incluir en su colección Libros para soñar. La luna de Juan (o La lluna d`en Joan) es un libro mágico y cautivador. La autora, que perdió a su madre cuando tenía 9 años, no ha querido nunca hurtar a los niños sus propias emociones ni los ha alejado de la verdad que pueda causar una pérdida. No nos olvidemos, por ejemplo, de otro de sus libros más emblemático, Yo las quería.
El texto de La luna de Juan es, aparentemente, sencillo y muy claro, aunque esconde una carga simbólica importante. El contraste entre lo íntimo de la historia y la inmensidad del escenario (el mar) es evidente y, pese a ello, Juan no se pierde, sabe muy bien qué debe hacer y confía en su amiga la luna.
El padre de Juan es pescador y, cuando por las noches sale a pescar, Juan se queda en compañía de la luna. Una noche, el padre sufre un accidente y pierde la salud. Es tan grave su estado que Juan se ve en la necesidad de salir a buscar esa salud en el fondo del mar. Y ese es el viaje que realiza, quizá en sueños, a un lugar que no todos creerían apropiado para los niños. Juan acaba en el submundo, en el cementerio de los marinos en donde solo hay "sombras y lamentos". El texto alcanza ahí la más alta hondura literaria que continúa con la descripción, realista, nada edulcorada, de las rocas que "son cuchillos y lanzas que el agua va afilando con paciencia a lo largo del invierno". El paisaje que Juan conoce muy bien, cuando es de día, se vuelve amenazador en la noche. Gracias a la luna y al valor que le contagia, Juan logra recuperar la salud de su padre, que defiende contra viento y marea, y al fin se la devuelve. Se cierra así un ciclo y el padre recupera el color.
La luna de Juan es, de alguna manera, el testimonio de los más pequeños ante la enfermedad. Juan cambia de rol y es el quien tiene que velar a su padre enfermo. Quizá, en esta angustiosa espera, se queda dormido y sueña el hermoso cuento que Carme Solé nos regala. Juan no es un niño valiente, pero, ante la adversidad, no tiene más remedio que parecerlo y se apoya en una imagen tan literaria como es la luna. La luna llena, oronda y feliz, como faro en las noches, como punto de referencia, como reflejo plateado en el mar, es precisamente la encargada de ayudar, de forma simbólica al pequeño.
Los niños crecen, es obvio, pero han de hacerlo acompañados de la verdad. No se les puede engañar y hacer ver que no existe el dolor ni el sufrimiento. Existen y, a menudo, los niños también lo padecen, por desgracia. Es bueno que identifiquen sus emociones, que pongan nombre a sus miedos, que aprendan a conocerlos porque solo así podrán seguir de forma real y transparente con sus vidas. Carme Solé Vendrell sabe cómo acercar esos grandes temas, a veces considerados tabú, y cómo vestirlos con elementos simbólicos y ponerlos al alcance de los más pequeños, pero propiciando la reflexión en los adultos.
Las ilustraciones, por otro lado, soberbias y también simbólicas (la casa sobre el acantilado, el árbol azotado por el viento, el oleaje, el cementerio y el ciprés), acompañan a Juan en ese viaje iniciático que lo lleva desde lo conocido hasta el más allá y le permite reconocer la fuerza del cariño y su propio espíritu de superación. La luna, brillante; el mar encrespado el padre y el niño, pelirrojos los dos; el cuadro de la madre muerta (con un ramito de lavanda de mimosas como adorno); el niño cuidando a su padre, los juguetes en el suelo... La rutina de Juan se ha quebrado y, gracias a su sueño, vuelve a reconstruirse y el puzzle de su vida no pierde ninguna pieza más.
El relato se inicia de forma sencilla, con parquedad de palabras y, poco a poco, conforme avanza la peripecia, llegan también las metáforas, las comparaciones y ese tono entre mágico y onírico, hasta que, de nuevo, al final, como el mar que vuelve a la calma, Juan y su padre recuperan su pequeño mundo, hecho de afecto y de complicidad.
La luna de Juan sigue siendo un texto muy oportuno que conmueve, emociona y también inquieta, de alguna manera, puesto que habla de algo tan importante como es la lucha entre la vida y la muerte.
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