Conxita Larrull. Ilustraciones Paloma Marchesi,
Serveis Funeraris de Barcelona, 2008.
Hay temas, como la muerte, que, en nuestra sociedad, aún se consideran tabú para los niños. Con frecuencia se trata, equívocadamente, de ahorrar sufrimientos a los pequeños y se les hurta la posibilidad de vivir su propia experiencia. Parece como si el adulto tejiera un muro para que el niño no pudiera ver qué hay al otro lado.
Es importante que se entienda, desde la infancia, el hecho de morir. Ahora bien, también resulta muy difícil hacerlo. Por eso, nos parece muy acertado el texto “Sintiendo su olor” en el que Conxita Larrul, con exquisita sensibilidad, trata, de forma directa y emotiva, este tema.
En primera persona, una niña de 6 o 7 años recuerda el momento en que su mundo se vino abajo. Fue cuando murió su madre en accidente. La pequeña atraviesa por distintos estadios desde la rabia y el miedo, hasta la frustración y la difícil aceptación. Tres hermanas, una adolescente, la narradora y otra de 3 años, viven de distinta manera ese mazazo que la vida les tenía preparado. Su madre ya no está y el hueco que deja es tan grande que nadie podrá llenarlo nunca. La pequeña va de colonias porque así lo hubiera querido su madre y allá descubre la cara del dolor. Una de sus profesoras la ayuda a sentirse mejor o al menos más tranquila. Es así como, la familia cierra filas en torno a la madre que no está en presencia, pero sí en espíritu. Poco a poco, aprenden a vivir de una manera diferente.
“Sintiendo su olor” es un libro hermoso, muy bien narrado, que ahonda en la psicología infantil y, con infinito tacto, trata de hacer entender a otros niños cómo se siente uno ante el vacío que significa la muerte. Las ilustraciones de Paloma Marchesi centran la historia y permiten que el lector conozca al personaje ausente, el de la madre, en torno al cual gira la historia.
El libro se completa con una serie de consejos para padres y educadores que pueden ser de gran utilidad a la hora de acompañar en el duelo. Se incluye una cuidada bibliografía que permitirá ampliar sobre el tema.
Los niños, en suma, no han de sentirse excluidos de nada, porque también sufren la ausencia de los seres queridos y se les debe permitir vivirla y asumirla sin cercenar sus derechos.
El libro debería formar parte de las bibliotecas escolares y, por qué no, de las personales. Es un libro que plantea muchas preguntas, pero que allana algunos caminos.
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