martes, septiembre 20, 2011

De Alfredo Gómez Cerdá, Luis Vives, 2008, (Ala Delta, 68)



            Alfredo Gómez Cerdá obtuvo el XIX Premio Ala Delta con esta emocionante novela, “Barro de Medellín”. Novela que, además, fue Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil 2009.
 El libro va dirigido a los lectores a partir de 10 años, pero garantizamos una lectura llena de reflexiones y de intención social para el lector adulto, ya que Alfredo Gómez Cerdá denuncia, de alguna manera, la pobreza en la viven cientos de personas en barrios marginados, en este caso en Medellín, pero no sólo eso, sino que hace referencia al mal trato que sufren los niños y a lo difícil que es salir adelante en una sociedad que te vuelve la espalda. Pese a todo, los dos protagonistas, Camilo y Andrés se sienten a gusto en el lugar en el que viven y son, incluso, felices. Eso aún nos hace reflexionar más porque, a menudo, los que lo tenemos todo nos quejamos por nimiedades y, en cambio, los más desheredados son felices con un rayo de sol.
            Camilo es un niño que sufre los malos tratos de su padre, un alcohólico sin remedio, el cual se acostumbra a enviarlo a comprar aguardiente sin darle dinero, con lo que Camilo ha de aguzar su ingenio y sacar dinero de donde sea para poder volver a casa. Por otro lado, su madre es la única que trabaja y, pese a todo, sufre los continuos atropellos de su marido. Viven en una casa que se han hecho ellos con los ladrillos que robó Camilo de una obra cercana y que resultan ser los mismos con los que se construyó la Biblioteca, el edificio más señorial de todo el barrio. Por eso, su padre, para que no lo descubran, ordena que el niño embarre continuamente la fachada para que no se vea. De ahí el título de la novela, “Barro de Medellín”. Este barro, para los dos amigos, es algo curioso ya que les deja la piel final y a ellos eso de tener la piel fina como las chicas no acaba de gustarles.
            Camila decide ser ladrón y quiere que Andrés lo secunde, pero Andrés se niega una y otra vez, aunque acaba siempre del lado de su amigo, porque son mucho más que amigos. Todo cambia, cuando acuden al Parque Biblioteca y allí conocen a la Bibliotecaria, Mar. Mar es una mujer amable, compasiva que hace la vista gorda cuando le conviene y que decide ayudar a los niños. Tanto es así que le cambia un libro, que Camilo iba a sustraer, por otro y es tanta la atracción que ejerce sobre el pequeño que intuimos que le va a cambiar la vida, ya que se embebe en esa lectura. Y ése es el pequeño milagro al que asistimos, que Camilo olvide a su padre y al dichoso aguardiente y que, aun en las situaciones más adversas, tenga curiosidad por leer y saber qué le pasa al protagonista de esa novela que Mar le ha ofrecido que nada tiene que ver con él, pero que le atrae poderosamente. Alfredo Gómez Cerdá, pues, capta de una manera sutil y hermosa toda la magia que le lectura puede ofrecernos.
            “Barro de Medellín” es un relato hermoso, muy bien construido, que nos sitúa frente a una realidad distinta a la que conocemos y que, como decíamos antes, permite que reflexiones, pero sin dejar de gozar de la lectura, que, por cierto, está ilustrado por Xan López Domínguez.
            Camilo y Andrés son dos niños con un gran potencial que merecerían un mundo mejor y unas mejores condiciones de vida y que, pese a todo, miran con alegría su ciudad y se sienten orgullosos de sus progresos... aunque a ellos no les vayan a llegar nunca.













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