"12 poemas de Antonio Machado"
Ilustrados por Pablo Auladell
Kalandraka, 2020
Don Antonio Machado siempre tendrá algo que decirnos porque su palabra, generación a generación, se sigue escuchando pura y nítida. De ahí que sea una idea excelente introducir a los niños de hoy en día en la lectura de un poeta atemporal quien, justamente, defendió que la poesía era "palabra en el tiempo". Nadie como don Antonio para hablarnos de la infancia, del recuerdo que dejó en él, ya adulto, su niñez o del paso del tiempo, siempre cambiante y burlón o de los sueños, de los que nunca se sabe a ciencia cierta si son verdad o no. El poeta sevillano escribió acerca de los limones de su infancia, acerca de la nostalgia de sentirse aún niño en un cuerpo de adulto; pero también supo ver qué había detrás del paisaje, no solo emociones, sino vivencias y personas que lo habitaban. No desdeñó temas más duros como la muerte, la de sus amigos y referentes, la de su amada esposa-niña Leonor, la de Federico García Lorca, la de él mismo, siempre premonitoria.
La selección que presenta Kalandraka está realizada por Manuela Rodríguez y Antonio Rubio. Muy difícil habrá sido para ellos escoger solo doce poemas, pero lo han hecho con soltura y acierto. En el libro hay una evolución marcada desde el Machado de las "Soledades", hasta el de "Campos de Castilla" e, incluso, la elegía dedicada al asesinato de García Lorca. Poemas tan emblemáticos y conocidos como "He andado muchos caminos", "Pegasos, lindos pegasos", "Recuerdo infantil", "Las moscas", "La saeta", "A un olmo seco" o "Retrato", el poema que inicia "Campos de Castilla" y que se ha escogido para cerrar el libro por su fuerte carácter autobiográfico. Son poemas musicales, de distinta métrica, algunos de ellos muy conocidos por las versiones de Joan Manuel Serrat, que se ofrecen, limpios y emocionados, al niño de hoy pues la poesía de Antonio Machado no tiene edad, ya que, como él mismo dejó escrito, "Hoy es siempre todavía".
Nos interesa mucho destacar las ilustraciones de Pablo Auladell que no ocultan la esencia machadiana, ni la desdibujan, antes la dibujan de manera potente y muy directa. Gracias a estas ilustraciones elegantes, de suaves pinceladas y claroscuros, es más fácil entender la atmósfera machadiana, su esencia, esa continua nostalgia del mundo mágico, de su infancia, del sol de su Sevilla natal. Como muy bien nos dice el propio Pablo Auladell, tal vez don Antonio, el poeta bueno por excelencia, siempre estuvo en el Palacio de las Dueñas y desde allí, a través de los sueños, las galerías y la evocación, nos habló del tiempo, del agua que fluye, de las fuentes amigas y hermanas siempre con honestidad, sobriedad y rigor. De ahí que las ilustraciones evoquen, como no podría ser de otra manera, ese lugar al que todo quisiéramos volver algún día y que algún poeta calificó de verdadera patria del hombre. Don Antonio Machado lo sabía muy bien.
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