sábado, septiembre 28, 2019

"El lobo de arena",
Åsa Lind (texto)
María Elina (ilustraciones),
Kalandraka, 2019

Zackarina es una niña de unos 8 años que vive con su padre y su madre en un lugar precioso, cerca de la playa. Como les sucede a todos los niños, a ella le gustaría que sus padres no trabajasen tanto o que no se buscasen ocupaciones complementarias porque lo que ella necesita es su compañía. No es que sus padres sean distantes, en absoluto, a menudo están con ella, la escuchan cantar, se ríen de sus ocurrencias, le dejan espacio suficiente para soñar, pero Zackarina quisiera más. Siempre es "ahora no tengo tiempo" o "espera un momento". A veces, incluso, es peor. Los adultos hacemos ver que nos estamos enterando de todo, cuando no captamos nada. Eso le sucede a Zackarina quien es una niña feliz, por supuesto, pero que anhela más la presencia de sus padres. Eso es. Ni más ni menos.
Un buen día, con su padre leyendo el periódico, Zackarina hace un descubrimiento que le cambiará la vida. Conoce al lobo de arena que es un ser atemporal que va acompañarla mientras ella crece. Gracias al lobo de arena, nuestra niña entenderá qué es eso de trabajar, superará el miedo a la oscuridad, empezará a captar la relatividad del tiempo y, en suma, reforzará su autoestima. Con el lobo de arena, Zackarina vivirá muchas aventuras. Es un ser paciente que nunca se enfada, que tiene una memoria prodigiosa aunque no recuerde lo inmediato, es un ser que sabe todo acerca de la tierra y del cielo. Con él tomará té, con él montará en bicicleta, con él perderá los miedos a hacer el ridículo; gracias a él aprenderá a ser más paciente con sus padres y, por lo tanto, con los adultos en general. 
El lobo de arena es un personaje maravilloso, propio de los cuentos de hadas, un amigo necesario en la infancia; pero también es un verdadero filósofo que introduce a la niña en cuestiones trascendentes como cuando le cuenta que, en realidad, nada desaparece, sino que se transforma: "El universo es todo, ¡todo lo que existe! Es aquí y ahora, y entonces y allí. Es la luz y la oscuridad, las galaxias y las estrellas, los planetas, los cometas, las trompetas y las águilas y los osos, y esos pequeños caramelos rojos con pelusas que a veces se encuentran al fondo del bolsillo de los pantalones".
La acción trascurre durante un verano y se organiza en distintos capítulos. Cuando llega el otoño, la niña ha de volver más pronto a casa y el lobo de arena le hace ver que el tiempo sigue siendo el mismo, aunque los días acorten.
Un momento muy emocionante en el relato es cuando Zackarina habla con su abuela y descubre, en la playa, una piedra grabada por su bisabuela Brita en la que hay dibujado el lobo de arena. Ese descubrimiento le produce vértigo a la pequeña que en un momento ve que la madre de su abuela también fue pequeña y que ella misma un día será abuela. Son unas reflexiones llenas de calidez y de profundidad.
El texto, muy conocido en Suecia, de donde es la autora, está escrito de manera sencilla, pero no exenta de poesía. El diálogo es particularmente importante porque es así como Zackarina aprende. Diálogo entre ella y su nuevo amigo, pero también entre ella y sus padres que la quieren y la miman, aunque no siempre tengan ni las respuestas ni todo el tiempo del mundo.
No debemos olvidarnos de las ilustraciones, cálidas y doradas, como la propia arena, como el verano, que nos trasladan a un lugar donde la imaginación es la reina y donde el tiempo transita lentamente, como ha de ser en la infancia.
"El lobo de arena" es, en suma, un relato tierno y realista, que profundiza en el alma infantil. Su autora, Åsa Lind, conoce muy bien ese universo y entiende muy bien cómo se siente Zackarina, su a veces soledad, su a veces frustración, pero también entiende a sus padres y sus limitaciones. Cuando los adultos crecemos, aunque, por fortuna no todos, nos olvidamos de nuestro lobo de arena. Ojalá este texto nos lo devuelva íntegro y perfumado de recuerdos y haga que los ojos adultos aprendan, de nuevo, a ver el mundo de otra manera, más sencilla, más auténtica, más noble. Bienvenida sea esta traducción, hecha por Mónica Corral y Martín Lexell, que encantará a los lectores ya autónomos y hará reflexionar a sus padres y profesores.

martes, septiembre 24, 2019

"El collar de lágrimas",
Franca Perini - Anna Pedron
Kalandraka, 2019

Alguna vez a todos nos gustaría que alguien nos desbrozase el camino y nos lo despejara de dolores y de sinsabores; alguien que, como la protagonista de "El collar de lagrimas", recogiera todas las lágrimas negativas y se las llevase lejos, muy lejos, donde a nadie estorbasen y, a cambio, nos dejara las lágrimas de alegría. Ahora bien, ese personaje enigmático cuya misión es atesorar, con mimo, las lágrimas carga con un peso emocional que no le corresponde, aunque acaso haya asumido como propio.
En el texto, de finísima elegancia, se alude a todo tipo de sinsabores, al paso del tiempo, a la ausencia de palabras de afecto, a las injusticias, a los regalos que nunca se hicieron, a los amores frustrados, a las enfermedades, al dolor de la naturaleza, al hambre, al desarraigo y a la soledad. No se juzga de ninguna manera ni se cuestiona, no, simplemente se mencionan estas lacras que se filtran por las vidas de las personas y las corroen. No parece que quien recoja estas lágrimas y se haga un collar con ellas, se sienta mal por hacerlo o crea que es el salvador del mundo, no, más bien lo hace de forma anónima, con armonía y serenidad.
Si todos, de alguna manera, ensartásemos algunas de estas lágrimas y las cambiásemos por otras de felicidad, sería mucho mejor este mundo en el que vivimos. El texto nos alerta acerca del sufrimiento, de los males actuales de esta sociedad nuestra, aunque lo hace, insistimos con serenidad y fe en el ser humano.
"El collar de lágrimas" no es un libro pesimista, no, en absoluto, ya que nos habla de la esperanza, de la capacidad que todos tenemos de enjugar las penas y convertirlas en alegrías.
Las ilustraciones son tan evocadoras y sugerentes como el texto. La simbología se adueña de las páginas del libro y nos conduce a lo más hondo del ser humano, allí donde no se puede fingir, donde las emociones son reales y donde es imposible esconderlas.
En suma, un viaje al interior del alma con pulso sensible y una gran carga poética. Se destina a lectores a partir de 8 años, pero, sin duda, una mirada adulta puede y debe acompañarlos.
Xosé Ballesteros es el traductor del relato que también puede leerse en gallego e italiano.
¿Quién nos secó las lágrimas cuando éramos pequeños? ¿Quién nos desbrozó los caminos? ¿Somos capaces de ser conscientes de ello? Y nosotros, ¿a quién evitaremos las lágrimas? ¿Podremos  hacerlo?