domingo, marzo 23, 2014








Un gato en el colegio
LEWIS, J. PATRICK - BUSBY, ALICE
Adaptación de Ana Mª Romero Yebra
SM, 2014



Un buen día, el conserje del colegio encuentra un gatito abandonado y decide llevarlo al aula, para alegría de todos los niños. Este gatito es singular, porque, como dice la maestra, es "un gato escolar". Todos los niños quieren estar con él y a todos les gusta. La señorita aprovecha para hablarles de su vida y sus costumbres. El gato no sabe leer ni sumar, pero sí sabe contestar miau. Es un gato feliz que ha encontrado un lugar en el mundo: el colegio será su casa.
Un gato en el colegio es un tierno cuento destinado a los niños desde 3 años, es decir a aquellos que aún no saben leer; por lo tanto, está escrito para ser leído en voz alta. J. Patrick Lewis opta por el verso lo cual permite mantener mejor este tono oral del cual estamos hablando. Nadie mejor que Ana María Romero Yebra para hacer la adaptación al castellano. La poeta escoge los versos octosílabos y mantiene, a menudo, la rima aguda. Precisamente, esta rima ayuda a que los niños memoricen mejor los versos. 
Con seguridad el libro puede ser una buena ayuda para las clases de P3, por ejemplo, aunque la historia gustará a lectores más mayores y, por supuesto a los primeros lectores.
Las ilustraciones de Ailie Busby son, asimismo, tiernas, y nos muestran a un gatito pequeño, a Rubito, que es el nombre que le ponen los niños, muy despierto y sociable. Destacan las miradas de todos los personajes y la calidez con que contemplan al gato.
La vida en una clase del ciclo infantil, con sus rutinas y costumbres, se dibuja, no solo mediante los poemas, sino gracias a las ilustraciones.
Un gato en el colegio es un texto asequible, muy cuidado y absolutamente recomendable para los más pequeños.

sábado, marzo 22, 2014



Hace algún tiempo, publiqué la siguiente reseña, que hoy cobra de nuevo actualidad porque el burrito universal que creó Juan Ramón Jiménez celebra su centenario. No es mal momento para releer el libro o leerlo por primera vez.




En la Navidad de 1914, ediciones de La Lectura, de Madrid, publicó en la colección Juventud Platero y yo, de Juan Ramón Jiménez. No se trata de un libro estrictamente infantil, aunque los niños se lo han apropiado, como tantos otros clásicos. El propio autor afirmaba que los niños podían leer de todo, con las consabidas excepciones y añade, en la advertencia que incluye en su edición de Platero y yo, sabedor de que su lectura se orientaba hacia el público infantil: “… no le quito ni le pongo una coma”.

Juan Ramón Jiménez suele calificarse como un poeta difícil, pero de fina sensibilidad. Destinaba sus obras “a la inmensa minoría” y buscaba siempre la perfección. El poeta andaluz fue galardonado en 1954 con el Premio Nobel de Literatura, como escritor “soñador e idealista”.

Para Juan Ramón, que fue un aristócrata del verso, el arte es algo selecto que ha de orientarse a la perfección, la cual se logra, no con artificios, sino empleando palabras sencillas y naturales. El poeta fue un artista exigente consigo mismo y con los demás.

Este andaluz universal, tuvo una salud delicada, presidida por distintas crisis espirituales. Sus inicios pueden calificarse de modernistas, aunque no con un Modernismo rutilante, sino con ese otro Modernismo más íntimo y sobrio, muy en la línea de Bécquer. Precisamente a esta primera etapa corresponde el libro que hoy estamos recomendando

Platero y yo, subtitulado “Elegía andaluza”, puede calificarse de poema en prosa, ya que contiene un ritmo y una candencia que así lo atestiguan. Se trata de un libro traducido y publicado en varios idiomas. Es un texto que ha sido muy empleado en los colegios de este país para introducir a los niños en la lectura. Los que ya tenemos unos años, aprendimos, en las páginas de lecturas escolares, a amar a este borriquillo suave como el algodón.

La obra, organizada en 138 breves capítulos, mantiene un breve esquema argumental, la amistad del poeta con el borriquillo de Moguer. No obstante, es mucho más que eso, porque, gracias a estos cuadros poéticos, el poeta refleja sus propias vivencias, su mundo íntimo, tan delicado y profundo, sus anhelos, sus pesares. Juan Ramón llena de poesía cualquier elemento y nos ofrece un retablo poético lleno de ternura, melancolía y nostalgia. No es un libro alegre Platero y yo, sino que es un texto reflexivo, sobrio, cuajado de añoranza. No obstante, la presencia del borriquillo ha hecho que se destine a los más pequeños. No nos parece mal, no obstante, ha de haber un adulto cerca para orientarlo, para hacerle entender algunas escenas, para ayudarlo a adentrarse en el mundo en donde la vida y la muerte van de la mano, porque Platero muere y eso hace que el delicado entramado que ha tejido el poeta sufra un hondo revés.



Cabe añadir una particularidad conocida de todos y es que Juan Ramón no empleaba la letra “g” cuando se refiere al sonido “j”. Conviene explicárselo a los niños antes de iniciar la lectura.

Platero y yo, en suma, es un libro que contiene historias sencillas, historias cotidianas de Moguer. Juan Ramón, con una especial mirada, convierte los aspectos cotidianos en trascendentes. La metáfora y la poesía hacen de este texto un auténtico festín para la sensibilidad.


 De Platero y yo se pueden encontrar múltiples ediciones y adaptaciones. Queremos destacar dos de estas últimas, la de Concha López Narváez, Mi primer Platero, publicado por Anaya y Platero y yo contado a los niños, de Rosa Navarro Durán.







Para ampliar 

viernes, marzo 21, 2014



La cocina de noche,
Maurice Sendak.
Traducción Miguel de Azaola
Kalandraka, 2014.

Es difícil encontrar un libro tan completo como La cocina de noche. Su autor, el estadounidense Maurice Sendak (1928-2012) es un referente indispensable en la literatura infantil. Publicó este texto en 1970, aunque fue censurado porque el protagonista, el pequeño Miguel, aparece desnudo en algunas imágenes y la sociedad norteamericana, al menos el sector conservador, no lo consideraba moral. Hoy, La cocina de noche se considera un clásico de la literatura infantil.

Sendak parte de un recuerdo de su infancia; esto es, de la impresión que le causó el escaparate de la pastelería Sunshine Bakers y, sobre todo, su eslogan: “Nosotros horneamos para ti mientras tú duermes”.

El relato nos cuenta un sueño especial, lleno de elementos surrealistas, propios de una imaginación desbordada y absolutamente libre y genial. Miguel se cae de la cama y aterriza en la masa de una cocina muy singular porque la regentan tres cocineros con cara Oliver Hardy que, medio enloquecidos, no paran de trabajar. Confunden al niño con la leche y lo mezclan con el resto de la masa para meterlo en el horno y conseguir, así un pastel. Miguel consigue liberarse y les explica, indignado, que ni es leche ni masa ni pastel, porque él es Miguel. Se confecciona con la masa una avioneta y, en un momento estelar del relato, sobrevuela Nueva York, un Nueva York sugerente, festivo, propio del nonsense, lleno de elementos que le eran muy familiares al autor, porque estaban en su propia cocina, en donde todo puede ser verdad y, a le vez, fantasía. Los cocineros le piden leche y Miguel encuentra una enorme botella, se sumerge en ella y consigue leche para que los cocineros puedan seguir trabajando. Feliz, grita un kikiriquí victorioso y se desliza, plácidamente, por la botella hasta que llega a su cama y allí sigue durmiendo sin rastro de masa. Gracias a Miguel, queda dicho, todos podemos desayunar pastel

Escrito en verso, La cocina de noche es un relato disparatado, vivaz, enérgico, luminoso, onírico y absolutamente actual. El sueño de Miguel es contagioso y muestra que, para un niño, no hay nada imposible. Quizá el sueño de un adulto estaría teñido de otras connotaciones, en cambio Sendak deja a Miguel libre. Es elemento lúdico es esencial en el texto, de ahí que siga siendo una lectura especial para los niños más pequeños porque recrea la manera que ellos tienen de ver el mundo, sin cortapisas, sin censuras, sin límites.

El relato presenta una estructura circular y juega con los tiempos y los espacios. En una noche, Miguel duerme, en apariencia, pero vive la aventura de su vida y es capaz de observar, desde una perspectiva poco usual, su ciudad.

Las ilustraciones, también de Sendak, constituyen un homenaje a las tiras cómicas y al Little Nemo in Slumberland.. Empleó, para realizarlas, la tinta, la pluma y las acuarelas. Son ilustraciones llenas de detalles que permiten al niño contagiarse de la excitación de Miguel en ese viaje a la cocina de sus sueños. Destaca el cielo estrellado, de un azul oscuro, que es acaso el símbolo de esa libertad de la que hablábamos porque, la noche, es el momento más mágico del día, aunque no todos lo vivimos así ya que es también el momento de descansar. De ahí que Sendak, trasgrediendo las normas, permita a un niño trasnochar, pero, eso sí, en sueños.

Es un acierto que Kalandraka publique el libro en castellano, gallego, catalán, euskera y portugués. Varias generaciones de niños se lo agradecerán.

Ahora, silencio ya, porque, si nos estamos callados y prestamos atención, alguien empezará a contarnos un cuento: “¿Os ha contado alguien la historia de Miguel?”. Abramos el libro y la conoceremos. Eso sí, no podremos dar marcha atrás e igual acabamos pringados de masa como Miguel. Ojalá.





sábado, marzo 15, 2014






La princesa Shiro,
Blanca Álvarez - Daniel Montero Galán
Editorial SM, 2014, (Barco de Vapor, 136).


La pequeña Kumiko se pregunta si algún día dejará de nevar y llegará la primavera. No sabe que la respuesta le llegará de una manera mágica. Una noche, en su habitación, aparece la princesa de la nieve, Shiro, y le pide ayuda. Shiro es la encargada del invierno, pero, a causa de una insensatez, ha perdido sus tres dones y puede llegar a desaparecer. Si Shiro desaparece, nunca llegará la primavera.
Estos tres dones se representan en forma de tres gotas de sangre que Kumiko ha de buscar en el bosque para que Shiro pueda recuperarse. Estos tres dones tienen que ver con el agua y su continuo fluir, con los recién nacidos y su primera sonrisa y con los cuentos de los ancianos.
Kimiko desmuestra su valentía y recupera estos tres dones. A cambio, verá colmado su mayor deseo: tendrá un hermanito.
La princesa Shiro es un delicioso relato, ambientado en la cultura oriental, aunque inspirado en un cuadro de Joan Miró, "La danse des coquelicots" ("La danza de las amapolas"). Va destinado a los primeros lectores y contiene todos los ingredientes necesarios para despertar su curiosidad. Es un texto bien escrito, lleno de lirismo e imágenes poéticas, aunque asequible para los pequeños. Además, Blanca Álvarez tiene la habilidad de unir infancia con experiencia, ya que la abuela de Kumiko es una anciana y la propia Shiro es un personaje atemporal.
 
 "La danse dels coquelicots", Joan Miró. Museo Reina Sofía

Por otra parte, la aventura que vive Kumiko en la nieve la fortalece como persona y la convierte en una niña más consciente de lo que tiene, de los dones que ella misma ha recibido al nacer.
El cuento está ilustrado por Daniel Montero Galán con unas imágenes bellas y diáfanas que logran, sin duda, seguir despertando la imaginación y la ilusión en los lectores.



En definitiva, La princesa Shiro es un cuento luminoso, atemporal y muy vinculado a los orígenes, a la vida y a sus misterios. Esas tres gotas de sangre son, en definitiva, las tres amapolas de la vida, las amapolas que recrea Joan Miró y que luego retoma la escritora y Daniel Montero Galán. Son los tres puntales de la vida: el fluir constante, la sonrisa de un recién nacido y  la palabra, fruto de la experiencia.

miércoles, marzo 05, 2014

  

Críctor,

Tomi Ungerer,

Kalandraka, 2011.

Lejos de los textos con los que los libros escolares ilustraron mi infancia (y, aunque parezca extraño, favorecieron mi gusto por la lectura), el mismo año en que yo nací, 1963, Tomi Ungerer escribía está fábula que rompía esquemas y llegaba, fresca y radiante, hasta nuestros días. Críctor es un cuento amable, que explica que no siempre las apariencias aciertan y que permite que los pequeños lectores tengan una visión positiva de una animal como la serpiente que suele tener muy mala prensa.

Madame Bodot es una anciana atildada y pulcra que un día recibe un paquete en forma de O. Dentro está el regalo de cumpleaños de su hijo: una boa constríctor. Lejos de amilanarse Madame Bodot trata al animal como si fuera una mascota y esta la corresponde con absoluta fidelidad.

Las ilustraciones del propio Ungerer, en las que predomina el color verde, nos sitúan en un tiempo ya pasado, el Siglo XIX y frente a dos mundos distintos, la sociedad parisina de Madame Bodot y el mundo exótico del que procede la serpiente, África.

El texto y la ilustración se armonizan perfectamente y explican cómo Críctor se deja querer, como se muestra dócil igual que un perro. Son divertidas las estampas de la serpiente en la cama o haciendo de comba e, incluso, de tobogán para los niños. Críctor es una serpiente servicial que no duda en ayudar a su ama cuando está se encuentra en peligro. Tanto es así que resulta condecorada y un parque recibe su nombre.

Tal vez podría decirse que el relato contiene elementos surrealistas porque lo que narra no aparece en la realidad, pero eso no importa lo más mínimo. El pequeño lector lo que quiere es descubrir posibilidades insólitas y ver saciada su sed de novedades.

Han pasado casi 51 años desde la publicación de Críctor y el relato no ha perdido vigencia; es más, la ha ganado.

La ironía, los juegos de palabras y los continuos guiños al lector hacen de Críctor un libro sugerente de esos que estimulan la imaginación y crean lectores.




¡Hola! ¡Gracias! ¡Adiós! (Hola! Gràcies! Adèu!)
Elisenda Roca - Cristina Losantos,
Casals-Bambú, 2013. 


Nora y Martín son dos niños normales, alegres, simpáticos... ¿Qué problema tienen? Les sucede algo que es, hoy en día, contagioso: no saben ni saludar ni dar las gracias ni ser amables. No saben ponerse en el lugar de los demás y viven para ellos mismos. ¿Son egoístas? No diríamos tanto. ¿Son maleducados? Tampoco, porque no distinguen entre buena y mala educación. Ellos creen, sencillamente, que así están bien.
Elisenda Roca, de forma lúdica e imaginativa, crea una fábula literaria  en la que estos dos niños comienzan a desaparecer puesto que si no son capaces ni de saludar ni de agradecer nadie los ve. La situación es tan desesperante que se plantean el cambio y, poco a poco, vuelven los colores a su vida.
El mensaje no puede ser más claro y la autora se apresura a hacerlo global para que el lector no crea que es asunto solo de los protagonistas sino de cualquier persona.
¡Hola! ¡Gracias! ¡Adiós! es un libro breve, divertido y ocurrente, escrito en verso que muestra que la buena educación no es algo del pasado, sino bien actual. Las buenas maneras ayudan a que las relaciones personales fluyan mejor y es bueno que el niño las aprenda, no como una imposición pedagógica, sino como una manera de tener presente al otro, al prójimo, sea el padre, el educador, el tendero, el policía...
Cristina Losantos, por su parte, ilustra el texto con composiciones muy coloristas que resaltan los gestos, los rostros, las emociones. En la portada, por ejemplo, ya se observa a Nora y a Martín tapándose la boca como si hubieran olvidado algo: se han olvidado la educación.
Insistimos en que pese al innegable valor didáctico del texto, no nos parece trasnochado ni ñoño, porque tanto el texto como las imágenes son ocurrentes y permiten que el lector imagine algunas situaciones que, con seguridad, le son muy cercanas.
El libro va destinado a los lectores desde 7 años y se presenta en castellano y catalán. Podría ser un texto muy oportuno para padres y educadores aunque, en "eso" de la educación, toda la sociedad debería implicarse.