martes, febrero 28, 2012

El artista que pintó un caballo azul,
Eric Carle
Kalandraka, 2012



Los niños, cuando se inician en el dibujo, son muy imaginativos y, poco a poco, por desgracia, esa imaginación se les va coartando porque la hierba no puede, por ejemplo, ser roja, sino verde y el cielo ha de ser siempre azul y el sol en ningún caso puede ser rosa. ¿O pueden serlo? El artista que pintó un caballo azul huye de cualquier convención y permite a los niños, prelectores y primeros lectores, seguir sus propios criterios a la hora de entender la propia creación.
El libro, con texto e ilustraciones de Eric Carle, es espectacular en cuanto a su formato, tipo álbum, con tapas duras y en cuanto a sus imágenes. Todos los colores se dan la mano y apuestan por un mundo mejor, más imaginativo y menos represivo. Eso es lo que hace Eric Carle en El artista que pintó un caballo azul. Este artista fue el pintor alemán Franz Marc, precursor del expresionismo. Su cuadro “Caballo Azul I” es, precisamente, el punto de partida de la obra de Eric Carle.
Con un texto muy sencillo, mero soporte para las ilustraciones, el creador se define a sí mismo como “soy un artista y pinto…”. Y pinta un caballo azul, un cocodrilo rojo, una vaca amarilla, un conejo rosa, un león verde, un elefante naranja, un zorro violeta, un oso negro y un burro de colores… y lo hace así porque, ni más ni menos, “¡Soy un artista!”. Aquí está la afirmación de la personalidad más genial y, a la vez, más sencilla que pueda darse.
Los animales que pinta Eric Carle no son los comunes, son los maravillosos, los especiales, los que han surgido de su capacidad creativa; de ahí que el libro sea un canto a la libertad.
El artista que pintó un caballo azul es un libro visual, que impacta a quien lo mire por su colorido y que, por supuesto, supone una lección de arte para los más pequeños. ¿Slo para los pequeños?




Publicado en Pizca de Papel

domingo, febrero 26, 2012


La veritable història de na Blanca-Blancaneu,
Rosa-Maria Colom. Dibuixos: Mabel Piérola,
Alzira, Bromera, 2012, (L`Elefant, 16)


De vegades els contes de fades poden no explicar la veritat o, almenys, no del tot. També pot passar que els llocs llegendaris e imaginaris siguin tan reals o més que aquells on vivim, perquè, ben mirat, la lectura crea unes referències tan intenses que podem creure que, de veritat, han existit personatges com els que crea Rosa-Maria Colom a La veritable història de na Blanca-Blancaneu. El conte va dedicat als lectors a partir d`11 anys i ens porta, de la mà, amb total domini de la narració, al país  de Peronskai on la seva reina, la malaltissa Varinka, desitja, més que res en el món, tenir un fill. I el té. O, millor dit, la té, encara que no de la manera tradicional; és a dir, la somnia, la imagina, la desitja i es mor. Nou mesos després apareix aquesta mateixa criatura, una nena de gran bellesa, però de caràcter egoista. Aquesta nena és la Balnca-Blancaneu i no té res a veure amb l`altra Blancaneus, encara que el mirall sí surt a aquesta història i té un protagonisme gran, com veurà el lector. Ara bé, que no s`engany ningú, perquè aquest mirall no és ni venjatiu ni terrible: només diu la veritat i la diu amb força i, ja ho sabem, la veritat no sempre agrada.
Rosa-Maria Colom ret tribut als relats tradicionals, a les rondalles i crea un conte on el present es dóna la mà amb el passat, on els fets històrics reals no semblen importants al constat de la màgia i dels ensurts que dóna la difunta Varinka a tothom. Tant és així que el rei es torna casar i ho fa amb una dona d`aigua, una dona que irradia llum, encara que ella no sigui ni maca ni bella: Esclarmunda. I aquí comencen els paral·lelismes, d`una forma ben curiosa, amb el conte de la Blancaneus. No és la madrastra que li vol matar, no, al contrari: la bella noia quan el mirall li diu que la bellesa de Esclarmunda és superior perquè ve de dintre, vol, aconsellada pel fantasma de la seva mare, acabar amb la pobra Esclarmunda, malgrat que no ho aconsegueixi.
La narradora té, a més, la gran facilitat de relacionar aspectes actuals, com ara el poder dels diners o la especulació o l`ecologia amb referències històriques antigues com Jaume I i la illa de Mallorca i, per fi, amb elements màgics o mítics, procedents, com ja hem dit, de contes, de tradicions, de rondalles.
La veritable història de na Blanca-Blancaneu està il·lustrada per Mabel Piérola s`estructura en 14 breus capítols que ens porten, d`una manera àgil, però plena de detalls, al desenllaç final. Rosa-Maria Colom fa servir un lèxic rec, ple de matisos, amb un bon sentit de l`humor i un perfecte domini del ritme narratiu. Un conte que ens agradarà a tots i que ens farà pensar molt.

sábado, febrero 25, 2012

Pedro Villar – Miguel Ángel Díez,
Kalandraka, 2012, (7 leguas)


Nino es un niño soñador, es un niño que no se conforma con el pequeño mundo que trata de inculcarle su padre, porque Nino sabe que más allá del mundo gris, más allá de lo llamado urgente y necesario, está lo que realmente importa. Están las palabras. Y con ellas todo el universo. Todo.
Pedro Villar en El pastor de nubes escribe una hermosa alegoría acerca de la capacidad del ser humano de soñar, de la capacidad de fabular, de crear historias y de perseguir su propio camino. Nino quiere ser pastor de nubes y, de alguna manera, lo logra porque acaba coleccionando palabras en tarros de cristal y persiguiendo la estela del contador de cuentos.
Nino representa el anhelo que todo ser humano lleva en su interior de asir lo inasible, de no conformarse con lo que ven los ojos, que, como ya sabemos, nos lo dijo un sabio príncipe, solo muestran limitaciones. Y Nino vuela, vuela y es feliz y aprende a buscar más allá de las apariencias. Su padre, que cambió el oficio de pastor por el de agrimensor, fue el que, sin saberlo, le inculcó ese ansia al decirle que el mar estaba más allá de las montañas, pero nunca quiso llevarlo. Solo cuando se da cuenta de su error: “Recorrió siete leguas de inquietud, seis lágrimas de angustia, cinco montañas de silencio, cuatro caminos del aire, tres temblores de orgullo, dos manos que ofrecer y, por último, un abrazo que entregó a Nino cuando al fin lo encontró”. Por fin verán el mar. Y el padre, de una forma simbólica, recupera el oficio de pastor y, con él, la capacidad de asombro y la ilusión. Acaso, detrás de ese oficio esté la huella del pastor de Orihuela, de Miguel Hernández, quien sí fue, más que nadie, pastor de nubes.
Pedro Villar escribe en prosa esta conmovedora historia en donde las palabras saben, huelen y tienen cadencias propias porque es la historia del origen de todas las cosas. Y dije pan y el pan existió. Así le pasa a Nino, que se convierte en un pequeño demiurgo, en un hacedor de historias, como el propio Pedro Villar.
El libro está ilustrado por Miguel Ángel Díez, con unas ilustraciones realmente bellas y llenas de matices en las que el azul de los sueños y del cielo y de las propias nubes preñadas de agua es el color esencial. La mirada de Nino, en la portada, con esa sonrisa plácida, la mirada al viento, es ya, de por sí, un poema visual.
El pastor de nubes es un relato destinado a los más pequeños, un relato que podríamos calificar de iniciático porque acompaña a los niños en su crecimiento emocional, a la vez que Nino sigue su camino. El libro, por otra parte, es un homenaje a ese oficio tan antiguo como el mundo, el del contador de historias. Sin duda, otro de los que podemos llamar libros sin edad.

Publicado en Pizca de Papel

martes, febrero 14, 2012


La flaca y el gordo,
José Luis Olaizola,
1994, Madrid, SM. El Barco de Vapor, 60.

La flaca y el gordo, de José Luis Olaizola, es una historia tan fresca, brillante y bien narrada, que merecería una reedición. El relato va destinado a los niños desde 7 años y presenta todos los ingredientes que pueden “enganchar” a un niño a la lectura.
Mateo es un niño gordo y su madre, que también está gorda, decide poner a régimen a toda la familia. Y aquí no acaban los sobresaltos de Mateo. Pese a su corpulencia teme mucho a los perros y cada día ha de pasar delante de uno que le ladra como si quisiera comérselo. Mateo inventa argucias para ir deprisa y acaba descalabrado. Y aún le sucede algo más: una nueva niña, Ana, empieza el colegio y la sientan a su lado. Ana es tan flaca y Mateo tan gordo que pronto los llaman “la flaca y el gordo”. De ahí, claro, el título. No obstante, la trama va mucho más allá ya que se centra en la evolución de este niño quien va reflexionando y aprendiendo una serie de lecciones importantes para la vida.
En el relato se dan la mano distintos ingredientes, la risa y el humor son los más apreciados. No se puede leer el texto sin que una sonrisa se instale en el rostro del lector. La madre de Mateo, con sus neuras y su padre, un hombretón, y el propio Mateo, en sus actuaciones, nos provocan la risa y, sobre todo, la alegría.
No obstante, el texto también aborda un tema muy serio, como es la leucemia. Ana está recuperándose de esa enfermedad, de ahí que esté tan flaca. Además lleva un gorro que oculta la ausencia de pelo. Y es una niña delicada que nunca tiene hambre. Mateo, al principio, cree que es contagioso, pero, poco a poco, aprende a admirar la valentía de la niña, la entereza y sus ganas de vivir. Ana disfruta con las pequeñas cosas de la vida y hace que sus amigos las aprecien porque las ven con nuevos ojos.
También el relato incide en los temores, como el que Mateo tiene hacia los perros. El autor parece decirnos que los temores tienen que superarse, que no se puede vivir con ellos. Y Mateo, después de varios lances divertidos, acaba haciéndose amigo del perro que, al fin y al cabo, solo quería jugar con él.
La flaca y el gordo está narrado en tercera persona y se lee, como dijimos al principio, con facilidad. Es uno de esos libros que se disfrutan desde el principio y que invitan a seguir pasando las páginas. Olaizola narra de manera sencilla, con diálogos llenos de humor, con palabras conocidas, pero apelando al fondo de las cosas. De ahí que la novela sea, además, un relato lleno de ternura. Las ilustraciones de Jesús Gabán inciden en este aspecto, ya que se fijan mucho en las miradas y en los rostros de los personajes, llenos de ilusión, como el de Ana; llenos de sorpresa, como el de Mateo.

domingo, febrero 12, 2012

Siete noches con Paula,
Patxi Zubizarreta-Juan Cruz Iguerabide,
Barcelona, Edebé, 2002. (Tucán, 165).


Paula ingresa en el hospital de manera urgente. Tienen que hacerle unas pruebas porque hay un problema con sus glóbulos blancos. Paula se siente triste y lo pasa mal. Tiene ganas de llorar, pero hay algo que la anima. Su madre se queda con ella la primera noche y le cuenta una historia. A partir de ese día, y durante una semana, Paula ya no va estar sola porque la acompañarán otros personajes que la ayudarán a sobrellevar su hospitalización. Su padre, que es marino, le manda un telegrama cada día y su madre se desvive por estar con ella; pero por las noches Paula ya se queda sola. ¿Dónde está el misterio? En los cuentos y las historias que le cuentan otras personas que, por un motivo u otro, también están en el hospital como ella. Por un lado, un abuelo hospitalizado que le hace una visita cada noche; la enfermera que decide quedarse a escuchar y ella misma cuenta un cuento, la doctora que, aunque no sabe relatos, sí sabe adivinanzas, el cocinero que se apunta también y, por fin, el propio narrador que sabe mucho más de lo que aparenta.
Siete noches con Paula es un libro luminoso, festivo; un libro de crecimiento humano que ayuda a Paula, y a los lectores, a entender un poco más algunas cuestiones, como el amor, la tolerancia, el respecto a las diferencias y la solidaridad. Gracias a los cuentos que, como en una especie de Las mil y una noches, se escuchan en la habitación de Paula, aprendemos la historia especial de Titanick, el gran músico, y Mary Landford, la mujer que vive en Central Park y que arrastra un pasado doloroso; aprendemos por qué los tigres tienen rayas; averiguamos el origen de las Pléyades; aprendemos tantas cosas como la propia Paula, quien olvida su enfermedad y es capaz de trascenderla.
Siete noches con Paula está escrito por Patxi Zubizarreta y Juan Cruz e ilustrado por Elena Odriozola. Va destinado a los lectores desde 8 años, quienes seguro que disfrutarán con la historia.
Por otro lado, la estructura del relato merece un momento de atención. Se estructura en siete noches y, previamente, el lector ya ve, por así decirlo, el “menú”. Noche a noche se incorporan nuevos contadores de historias hasta lograr un grupo variopinto. Tanto es así que, cuando Paula se recupera, los invita a todos a su cumpleaños porque ha aprendido también que la verdadera amistad no sabe ni de edades ni de procedencias. El relato se ambienta en Nueva York, cuyas referencias son claras y puede calificarse de relato iniciático, ya que Paula se verá fortalecida por el mensaje de los distintos cuentos. Interesa también el papel del narrador quien pasa a formar parte de la historia casi al final ya que es también un enfermo hospitalizado en el mismo centro donde se encuentra Paula. Poco más sabemos del narrador, pero sí que es él quien realiza el manuscrito de la historia, aunque Paula se la pasa al ordenador.
Siete noches con Paula es, en definitiva, un ramillete de historias distintas y de muy diversa procedencia, unidas por la enfermedad de Paula y su duración temporal. Una buena excusa para deleitarnos con la magia de los cuentos.







sábado, febrero 11, 2012

Ana Bergua y Carme Sala.
Editorial Proteus, 2010.


La pequeña Maite quiere mucho a su abuela María; pero no entiende por qué le ha de prestar su habitación ya que la abuela tiene una casa grande. ¿Qué la pasa a la abuela María?
En primera persona, de una manera realista, pero tierna e inocente, ya que es una niña quien explica la historia, La abuela necesita besitos sitúa a los más pequeños frente a una realidad difícil de explicar: las enfermedades asociadas a la pérdida de memoria, como la demencia senil o el alzheimer.
No obstante no es un texto triste, sino esperanzando, positivo y lleno de viveza. Maite y su hermana mayor Laura entienden que deben ayudar a su abuela y tratan de hacerle la vida más fácil. Llenan la casa de carteles, como si fuera una escuela, y aceptan los cambios que se producen, hasta entienden que su abuela se está haciendo cada vez más niña y la peinas con pincitas como ellas mismas. La abuela a veces está triste y tiene la mirada perdida y sus nietas acuden a ella y la colman de besos. Todos sabemos que los besos de las madres tienen un poder curativo, pero, en este caso, la abuela, que tanto ha dado en su vida, también necesita ese cariño. No se trata de entender la enfermedad, sino de aceptarla y tratar a la persona como hacen en casa de Maite, con naturalidad e infinito cariño.
La abuela necesita besitos, escrito por Ana Bergua, e ilustrado por Carme Sala, es un álbum delicado y precioso. El texto es claro, está lleno de reflexiones infantiles conmovedoras porque hace falta ser un niño para entender del todo a estos enfermos, como lo demuestra Maite. Las ilustraciones, por su parte, juegan con el color rojo y son directas, reflejan muy bien las miradas, los rostros y la cotidianeidad de los personajes.
Maite y Laura llegan a la conclusión de que su abuela las necesita y ellas le pintan los objetos, la ayudan a vestirse, la guían y la observan en su vivir actual. Por fin, Maite entiende por qué la abuela vive con ellos: “… es mejor que la abuela viva con nosotros, y me hace feliz que duerma en mi habitación. Seguro que su corazón rejuvenece por dentro viendo esos colores tan alegres. Ahora sé que la abuela necesita besitos, por la hacen reír”.
La abuela necesita besitos es un libro destinado a los primeros lectores que les ayudará a entender mejor el mundo de las personas mayores y sus enfermedades; pero también a valorar a los abuelas y a verlos como seres imprescindibles en esta sociedad actual del “usar y tirar”. Es uno de esos libros mágicos que te hacen sentir bien contigo mismo y que a los lectores adultos les vendrá muy bien leer y entender, ya que el mensaje de Maite está clarísimo: la abuela necesita besitos. Lo demás… es secundario.

martes, febrero 07, 2012

En el bicentenario de Charles Dickens

Hoy 7 de febrero de 2012 se cumplen 200 años del aniversario del nacimiento de Charles Dickens; uno de los autores ingleses realistas más reconocidos.


Líneas biográficas y narrativas

Charles Jonh Huffam Dickens nació en Portsmouth, Inglaterra, el 7 de febrero de 1812. Murió en Gads Hill Place, también Inglaterra, el 9 de junio de 1870. Se le considera el autor más importante de la era victoriana. Ocasionalmente empleó el seudónimo de Boz.
 Imprimió a sus obras narrativas un especial sentido del humor no exento de crítica social. Dickens es un maestro de la descripción humana.
Dickens tuvo una infancia muy difícil, lo cual se refleja en sus obras, ya que, a menudo, se centra en niños y niñas huérfanos o maltratados por la vida.
Se trata de niños que han sufrido en su casa y en la escuela, niños que viven en orfelinatos,  niños víctimas de una sociedad injusta y, demasiado a menudo, cruel.  Dickens insiste en estos ambientes y en la denuncia social, aunque de una manera suave y emotiva. Oliver Twist, David Copperfield o La pequeña Dorrit son títulos protagonizados por personajes que han sufrido una infancia muy triste, semejante a la del autor. No obstante, son niños que, afortunadamente, logran triunfar en la vida.
Y es que Dickens muestra un sentimiento humanitario a favor de los seres humildes y desvalidos, maltratados por la impiedad de los poderosos.
Dickens, en su obra, aparte de niños, también retrata una galería de ladrones, asesinos y mendigos para hacer una crítica social y luchar contra la miseria infantil. Un ejemplo, sin duda, sería Grandes Esperanzas.
En el aspecto literario, Dickens se dedica a escribir novelas por entregas que tuvieron una gran acogida entre el público.
 Dickens no escribía para niños, sino para adultos. Sus personajes fueron famosísimos entre los lectores.
“Así –en palabras de Martín de Riquer y José María Valverde- se llegaba a crear una sostenida expectación: cuando algún barco inglés amarraba en Nueva York, ya le preguntaban a gritos desde el muelle qué pasaba con la pequeña Dorrit [...]. Y, sobre todo, el público y los amigos piden al autor que los personajes simpáticos acaben siendo felices: la pequeña Dorrit iba a terminar mal, pero Bulwer –Lytton –y el clamor popular- impusieron a Dickens la ley del “final feliz”.
La obra de Charles Dickens se distingue por dos rasgos principales: la viveza de estilo y el humorismo bondadoso. El autor inglés siente especial ternura por los seres humildes.       
Dickens relata fielmente una realidad que le es familiar y describe con claridad y transparencia personajes y costumbres de los barrios londinenses. Su estilo, por otra parte, está lleno de vivacidad y riqueza expresivas.
Las obras de Dickens, después de mil avatares –y, a veces, por exigencias del público o editores- el final es feliz. Sus novelas fueron muy leídas en su tiempo. Hoy en día también se siguen leyendo con gusto y desazón, ya que, en muchos casos, el lector se siente impotente ante las penalidades que  nos narra.
Dickens es autor de obras tan emblemáticas, además de las citadas,  como Cuento de Navidad –imprescindible e inevitable en las fechas navideñas-, Los papeles del Club Pickwick, Tiempos difíciles, Historia de dos ciudades o El grillo del hogar.
Como dato curioso, cabe añadir que Dickens coincidió en tiempo cronológico y en amistad con otro gran autor: Hans Christian Andersen (1812-1875). Como se observa, los dos autores  nacieron en fechas muy próximas. Además, se conocieron y mantuvieron una amistad continuada, aunque uno fuera inglés y el otro danés.
Ambos vivieron una infancia muy difícil que los marcó para siempre, ambos se dedicaron a realizar grandes viajes y ambos, en definitiva, han logrado renombre y fama universal.
Dickens, en suma, trata de mostrar que, pese a las dificultades, se puede escapar de la miseria con tenacidad.

Grandes Esperanzas

Una de las obras emblemáticas de Charles Dickens es Grandes Esperanzas (Great Expectations, en el original). Se trata de un relato que se inserta en la corriente realista y un título fundamental no solo en la literatura inglesa, sino en la universal. Grandes Esperanzas es una novela de madurez. Fue  publicada en 1861 y es, por lo tanto, la penúltima obra de autor inglés.
Nos cuenta las andanzas del pequeño Pip, Philip Pirrip, aprendiz de herrero que, de la noche a la mañana, merced a un benefactor anónimo, se convierte en un caballero. De esta manera parte a Londres en busca de sus grandes esperanzas. Su orfandad y su pobreza quedan atrás, pero también la alegría de la niñez.
Pip lleva una vida elegante y, de alguna manera, se avergüenza de sus orígenes y desdeña a Joe, el herrero casado con su hermana que fue y es el único que de verdad le ha dado cariño.
Vale la pena leer o releer este clásico que ofrece una construcción sin fisuras y un buen ejemplo del pensamiento de Dickens. Aporta un análisis psicológico notable y una ironía sutil y finísima que comienza con el título de la novela. Esas “grandes esperanzas” se desvanecen cuando Pip conoce a su benefactor y cuando, por circunstancias de la vida, ha de regresar con Joe y se da cuenta de quien es su verdadero amigo.
Grandes esperanzas es un libro de autoaprendizaje en el que Pip aprende a valorar que no es la riqueza lo que más importa, sino el afecto y el sentimiento, que no todo puede pagarse con dinero.
Las reflexiones morales, unidas al buen conocimiento que Dickens tiene del alma y la psicología humanas hacen de esta novela un texto lleno de vida, de humanidad y de buena literatura.          
Por las páginas de Grandes Esperanzas  desfilan personajes magistralmente retratados con sus personales historias como la señorita Havisham, por la que el lector siente piedad. También se hallan personajes antipáticos como el señor Pomblochook, o personajes que acaban cayendo muy bien bien como Estella, aunque al principio es realmente perversa. Mención aparte merecen otros personajes como Herbert, el amigo de Pip en Londres, su amigo real o Wenmick, otra figura excéntrica y singular o el tutor de Pip, el señor Jaggers, personaje difícil de definir porque resulta impenetrable, o Provis, el preso fugado que resulta ser el benefactor... En suma, todos ellos, al lado de Pip harán que el lector o lectora pasen un buen rato y reflexionen también acerca de las relaciones humanas.
Leer a Dickens es siempre un placer y una fuente de conocimiento de la Inglaterra del S. XIX que él vivió. Autor realista se muestra siempre a favor de los más desprotegidos; sobre todo de los niños que se veían obligados a dejar atrás su niñez sin haber empezado ni a vivirla ya que trabajaban como los propios adultos. Títulos como David Copperfield, La pequeña Dorrit o Canción de Navidad, entre otros, son una perfecta compañía para los lectores de cualquier edad.
La mayoría de sus obras fueron escritas por entregas y los lectores de entonces leían con avidez los capítulos y esperaban al siguiente con auténtica expectación. Muchas de sus obras se han difundido gracias a las versiones cinematográficas o televisivas.
De la mayoría hay adaptaciones hechas para el público juvenil, aunque siempre es mejor leer la obra tal cual la escribió el autor, en su integridad, aunque, por supuesto, hay buenas adaptaciones que suponen una iniciación a la obra de Dickens.





















lunes, febrero 06, 2012

La mirada de Pablo,
Antonio Ventura, ilustraciones Judit Morales y Adrià Gòdia.
Siruela, 2002.

La mirada de Pablo, de Antonio Ventura, es un relato intimista que recrea un universo cotidiano a través de los ojos de un niño de 9 años, Pablo. Pablo sueña. Pablo juega. Pablo observa. Pablo espera. Pablo vive. Pablo crece.
Pablo añora su país, añora la playa que dejó atrás, su casa, sus juguetes, añora su reciente pasado. Vive ahora con su madre, siempre triste, y su hermana pequeña Clara, siempre enferma, en una casa gris y oscura, en donde no hay luz y en donde los sueños son solo eso, sueños. Pablo añora a su amiga Lucía y echa de menos a su padre. Ahora bien, progresivamente, se nota cómo se va adaptando y como en su universo aparecen nuevas personas, nuevas sensaciones y otros sueños. Pablo, poco a poco, como todos los niños, aun sin darse cuenta, crece y aprende.
En la novela hay muchas referencias al deseo de atesorar, al deseo de guardar objetos para recrearse con ellos. Es lo que hace Pablo, quien colecciona cromos de ciudades con mucho mimo. Es lo que hace Clara quien juega con su puzzle viejo y se alegra cuando su madre le compra uno nuevo. Es lo que hace Inés que guarda hojas de árboles prensadas entre un libro. Es lo que hace el narrador quien nos ofrece, en breves capítulos, momentos de la vida de un niño que, unos al lado de otros, configuran un paisaje humano especial, cargado de emoción y de ternura.
Antonio Vertura escribe de una manera sencilla y transparente, aunque dota a su prosa de una impronta poética importante. El relato no es un texto con un principio ni un final, no es un texto que conduzca a ninguna parte, no, es más bien, la recreación de una atmósfera sutil, la recreación de la infancia. De la infancia de Pablo. De todas las infancias. Porque todo aquel que haya sido niño, se reconocerá en Pablo, en su manera de saltar las escaleras, en el apego que siente por su oso de peluche, en su capacidad de observar, en su mirada inocente. Para Pablo todo es aún posible, porque para él el tiempo se diluye y se estira.
Los padres de Pablo viven separados, quizá por motivos económicos. No lo sabemos, sí sabemos que eso a la madre, a Luisa, le produce malestar y a Pablo también. Sí sabemos que los niños esperan encontrar a su padre y son felices cuando lo hacen. Luisa, por su parte, es una mujer que lucha por salir adelante, que anda preocupada porque Clara no mejora, que no tiene dinero, pero que aún es capaz de reírse ante las ocurrencias de Pablo.
En el relato hay varios elementos simbólicos, como es el afán coleccionista, que ya hemos comentado y la afición de Pablo por el dibujo. Esta afición, además, une a los dos hermanos porque Clara siempre le pide nuevos dibujos, como si quisiera tener en sus manos el paraíso soñado. Otro símbolo es el conejo de juguete que toca el tambor y que evoca en Pablo a su padre y todos los buenos momentos que pasaron. La vaca o los naipes e, incluso, el poyete que Pablo no logra saltar solo son también elementos importantes en el relato.
La mirada de Pablo alude también a cuestiones importantes como son las dificultades que viven los inmigrantes (la añoranza hacia la cultura que dejaron, los problemas económicos y de relación…), personificados en la familia de Pablo, o como es la enfermedad de Clara, quien, poco a poco, va recobrando la salud.
Como muy bien comenta el propio autor, “La mirada de Pablo es mi primera novela, digamos, para niños también. Digo esto por que no creo que se trata de un libro específicamente infantil. Es una crónica, pretendidamente poética, de la mirada de un niño de los años 50 sobre el mundo: un mundo que observa con asombro y ternura. Espero que emocione a unos cuantos lectores, con ello, me sentiría satisfecho.” La emoción está garantizada y la buena literatura también. Las ilustraciones, en blanco y negro, son parcas y precisas y contribuyen a crear esta atmósfera intimista que envuelve todo el relato.

domingo, febrero 05, 2012



El espíritu del último verano,
Barcelona, Edebé, 2011.



Fran sueña con su abuela y ese sueño tan perturbador remueve su alma. Tanto es así que decide volver al escenario de su infancia, a la Casa del Árbol, aunque seis años son muchos años y, a menudo, lo mejor del pasado está, precisamente, en la memoria.
El espíritu del último verano, premio Edebé de Literatura juvenil 2011,  juega con los valores simbólicos, pero de una manera realista porque, a menudo, la verdadera magia se esconde en lo cotidiano. Todos los años, durante el verano, la familia de Fran se trasladaba a la casa de los abuelos, a la Casa del Árbol y allí Fran, el niño y el adolescente que fue –y que sigue siendo en el recuerdo- se sentía libre y feliz. Nada hacía presagiar que, las últimas vacaciones serían distintas y, sin embargo, lo fueron, de ahí el título del libro.
La novela puede calificarse de novela iniciática e intimista, aunque es mucho más que eso, porque Susana Vallejo le añade elementos de novela de intriga lo cual hace que se lea de una manera rápida, a un ritmo casi trepidante. Se describen las aventuras típicas de los jóvenes, con paseos en bicicletas, con excursiones familiares, con primeros amores –y amores al margen de las convenciones sociales-, aunque la autora se apoya en bases mucho más sólidas como son el recuerdo y el paso del tiempo. Así, la novela presenta una doble línea temporal, por un lado, el Fran adulto, el Fran actual que vuelve al escenario de su infancia y, por el otro, lo vivido durante aquel extraño verano en que murió su abuela Flor.
Ese último verano la familia de Fran siguió mostrándose tan excéntrica como siempre y siguió funcionando del mismo modo. Su abuela, incluso, presidió una sesión de espiritismo, a las que tan aficionada era, en la que se anticipó la muerte de alguien de la familia, de alguien cuyo nombre empezaba por “F”. Muchos eran los candidatos, pocos los elegidos.
Por otra parte, en el relato se cuenta una aventura tan extraordinaria como es el hallazgo de un documento que los lleva a la pista, a la pista del tesoro de la Reina Mora. Los jóvenes, Fran, Alba y Feli, se entregan en cuerpo y alma, secundados por los adultos, a ese misterio y están al punto de descubrirlo. Al punto. En realidad, los abuelos, Ricard y la propia Flori, han sido los hacedores de la aventura y se lo han pasado muy bien haciendo que los chicos vivieran apasionadamente ese verano. El último.
Susana Vallejo escribe con garra, con fuerza, lleva al lector del remanso emotivo a la aventura en esta puro, de la realidad a la Edad Media, de la magia a la cotidianeidad. La novela se lee sabiendo el final, pero ignorando cuál es el secreto de la Reina Mora. Solo Fran averigua, tras 6 años, en una casa que va a ser demolida, cuál fue ese secreto y cuál fue el mensaje de la abuela. Solo él lo ha entendido.
La Casa del Árbol, según cuenta la autora, existió. También existen los lugares que se describen en el texto y el castillo de San Iscle se puede visitar en Barcelona. Ahora bien, la autora los reviste de esa aureola entre mágica y legendaria que hace que parezcan lugares inventados y, en parte, lo son porque en el relato aparecen tamizados por el subjetivismo del narrador.
El espíritu del último verano, en suma, es una novela conmovedora que tiene el don de unir a lectores de todas las edades porque, todos, en algún momento, se sentirán identificados con ciertos personajes. Es un relato limpio, escrito en primera persona, que traza una especie de círculo temporal en el que Fran es el destinatario. Fran que ya no es un adolescente, Fran que ha madurado, siente la necesidad de volver a su infancia y encuentra muchas respuestas. Su Arcadia va a desaparecer físicamente, no su espíritu… ése inunda todas las páginas del libro, sacude al lector y hace revivir –que es vivir dos veces- a Fran.

sábado, febrero 04, 2012

VERANEO EN SANTÍBAL,
De Mercedes Neuschäfer-Carlón,
 Ediciones Palabra, 2007,
(La Mochilla de Astor, 27)

            La escritora ovetense, afincada en Alemania, Mercedes Neuschäfer-Carlón escribe historias que siempre contienen valores positivos y que saben conectar muy bien con los pequeños lectores, en este caso, a partir de diez años. Aparte es una escritora muy atenta a su tiempo y al mundo que la rodea y no deja escapar la ocasión para criticar aquello que no le gusta. En este caso, cuestiona que unas vacaciones caras y en un lugar exótico tengan que ser las mejores vacaciones del mundo. A veces a los niños se los ofrecen muchas cosas, pero pocas esenciales.

            Marta y Roberto son dos mellizos que terminan el curso escolar y se encuentran con el problema de que no podrán ir de vacaciones porque su padre está en el paro. En cambio sus compañeros de escuela sí irán a sitios fantásticos, lo cual les crea inseguridad y angustia. No obstante, a Roberto se le ocurre la idea de su vida: ha decidido que harán el mejor viaje de todos puesto que el viaje de la fantasía e irán a la lejana isla de Santíbal.

            Los padres de Marta y Roberto han de ausentarse parte del verano porque tienen la ocasión de participar en unos cursos de verano y tal vez eso sea la puerta para que termine el paro. No obstante, no saben con quién dejar a sus hijos. Al final, ellos se quedan en casa y una vecina, doña Clemen, mujer singular y escritora de novelas plociacas, les echará un vistazo de vez en cuando y hará que todo vaya bien. Para Marta y Roberto empieza así la aventura más singular de su vida. Decoran el comedor y poco a poco realmente están en Santíbal porque se rodean de todos los elementos necesarios para creerlo. A esa aventura se suman Raúl, un compañero de clase muy rico, pero que se siente solo y Purita, la prima de una compañera de clase de Marta que resulta ser una buena compañera de viaje.

            “Veraneo en Santíbal” está muy bien escrita y, paulatinamente, permite que el lector siga los preparativos para ese viaje y, sin perder de vista, que están en el salón de su casa, todos acabamos creyendo que bien pudiera ser Santíbal y que para ser feliz no hacen falta grandes lujos porque veranear en Madrid, que es donde viven los chicos, es tan apasionante como veranear en cualquier otra parte.

            Los perfiles psicológicos de los chicos están muy bien trazados y la novela se lee con mucho interés. Es más, acaba convirtiéndose en materia literaria porque los chicos escriben esta historia para presentarla a un concurso que no sabemos si ganan o no, pero sí sabemos que estamos leyendo en tiempo real lo que ocurre. Es más, al final, al padre le empiezan a ir bien las cosas y para el próximo curso le han ofrecido una plaza en la Universidad de Heidelberg.

            Daniel Cruz ilustra la historia con dibujos muy realistas que nos acercan a la peripecia estival de estos dos chicos quienes, a lo largo de ese verano, descubren su potencial, la amistad, la solidaridad y quizás también algo parecido al amor.